Más Información
INE aprueba ampliación presupuestal de 9.2 mdp; se destinará para comprar chalecos en elecciones del Poder Judicial
Sheinbaum anuncia obras de infraestructura en Nayarit; destaca puente que irá de Bahía de Banderas a Puerto Vallarta y un acueducto
Detienen a presunto jefe de célula delictiva allegada a Los Chapitos; se encargaba de narcomenudeo y compra-venta de armamento
“¡Arráncate, Coalcomán!”; así fue la campaña de Anavel Ávila, presuntamente ligada al “Mencho”, para Movimiento Ciudadano
Presupuesto para programas sociales está asegurado en la Constitución: Ariadna Montiel; destaca que se benefician a 320 mil nayaritas
Sheinbaum anuncia construcción de Farmacias del Bienestar en 2025; asegura habrá medicamentos gratuitos para personas vulnerables
Texto: Mauricio Mejía Castillo
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
Anna Pavlowa, la gran bailarina rusa, llegó a México un año después de estallada la Revolución de Octubre. Salió de su país en 1907 y nunca más regresó. Viajó por todo el mundo y quedó consagrada como una de las bailarinas más grandes de la historia, las grandes ciudades del mundo la aclamaron.
“Mística integral, melómano alfiler sin fe de erratas, que yendo de puntillas por el globo las libélulas atas y desatas”, escribió el poeta Ramón López Velarde. Como en la suya, la visita de Pavlowa quedó inmortalizada en la obra de pintores, fotógrafos y cronistas.
La inmortal bailarina nació en San Petersburgo, Rusia, en 1881. Salió de ahí en 1907 y nunca más regresó.
Anna Pavlowa nació en 1881 en San Petersburgo, la ciudad que fue capital y que en el decisivo 1914 cambió de nombre a Petrogrado y luego de la muerte de Vladimir Ilich Lenin, el líder revolucionario, fue bautizada como Leningrado. A los 10 años, Pavlowa ingresó a la Escuela Imperial de Danza donde dio los primeros destellos de su arte. A los 16 obtuvo el rango de Primera Bailarina después de presentar su examen el Teatro Marinsky. Bailó para la corte zarista y en 1910 debutó en París.
En diciembre de 1918, el Teatro Arbeu de la Ciudad de México anunció que Anna Pavlowa se presentaría en su escenario el 15 de enero del siguiente año. La noticia fue recibida en medio del júbilo mundial por el fin de la Gran Guerra. La paz regresaba a Europa pero no al entonces Distrito Federal, donde los habitantes vivían en vilo por los crímenes cometidos por la Banda del Automóvil Gris, el escándalo y el terror del momento.
Antes de embarcarse en el vapor “Esperanza”, envió un telegrama de saludo al presidente Venustiano Carranza. En él, también expuso su emoción por llegar a territorio nacional. Si en Rusia la Revolución apenas empezaba, en México ya había dado una Constitución. Pavlowa llegó el sábado 18 de enero de 1919, tres días después de la fecha que se tenía contemplada para su debut.
El 22 de enero de 1919, EL UNIVERSAL publicó en primera plana la entrevista que el reportero Xavier Sorondo realizó a la rusa. “El pájaro de fuego”, la llamó. Uno de los temas que tocó fue el de su compañía de danza. Sabedora del talento que poseía, tuvo la generosidad de compartirlo con los jóvenes bailarines del mundo. Fue famoso el cariño que tuvo por cada uno de ellos. Años después, Hilda Moreno, única mexicana de la compañía, recordó que la directora trataba a sus alumnos como a sus verdaderos hijos. Anna Pavlowa nunca fue madre. “Piernas/ en que exodia/ la Misericordia/ en la derecha/ y se inicia/ en la otra la Justicia”, decía Velarde en su poema.
Piernas eternas, las llamó el poeta López Velarde.
La bailarina confió a Sorondo su inquietud por presentarse en México. “Teme modestamente que su espectáculo no maraville como siempre lo ha hecho. Mientras debuta, asiste de incógnito a los teatros para examinar la psicología del espectador”.
Así describió el repórter la fisionomía de la entrevistada: “Su cuerpo es grácil y quebradizo. En sus caras de pómulos marcados arden los ojos negros con fosforescencias rápidas. Todo ella es ágil, ligera, saltarina. Sus manos, extremadamente pequeña y delgada, muestra inquieta un bastoncito fino, comprado aquí. Y en la sonrisa, en la voz, en el gesto, en la sobriedad elegante del traje, en la usencia de joyas, se adivina a la dama acostumbrada a vivir en un ambiente de refinamiento moderno”.
Fue hasta el 25 de enero que el público mexicano conoció a la Pavlowa. Los abonos del Arbeu iban de los dos pesos en galería general a 65 en plateas y palcos primeros, la luneta costaba 10. Para tener una idea de su costo, en esos años se podían encontrar rentas de departamentos en 50 pesos.
EL UNIVERSAL dio una amplia cobertura a la vista de la Pavlowa. Rafael López, director de EL ILUSTRADO, publicó en la portada su poema a ella.
La música fue dulce, la escenografía imperial. Xavier de Brandomin hizo la crónica de la función. “Anna Pavlowa tiene una perfecta asimilación del espíritu de la música que interpreta. En cada paso, en cada actitud, su hierático, sus manos y brazos largos y delgados, su pierna fina y musculada, son la representación del sentido oculto de la frase musical”. Las piezas que se bailaron aquella noche fueron “Fausto”, inspirada en la obra de Goethe, “Pizzicato” y “Libélula”.
Lo que Brandomin dijo en la prosa, López Velarde lo cantó en la poesía. A la muerte del jerezano, fueron publicados los versos que le compuso a la bailarina. “Piernas de rana/ de ondina/ y de aldeana; / en su vocabulario/ se fascina/ la caravana. Piernas/ en las cuales/ danza la Teología/ funerales/ y epifanía”.
La bailarina según David Alfaro Siqueiros.
Rafael López fue otro poeta al que inspiró las gráciles formas de Pavlowa. Las líneas aparecieron en la portada de EL UNIVERSAL ILUSTRADO que él dirigía. “De un lejano jardín de leyenda/ que desgaja borrasca tremenda,/ -ave fuente, ferviente rosal-/ viene salvo por lírica senda/ con dos alas su pie musical”.
David Alfaro Siqueiros ilustró dos portadas del mismo semanario con la figura de la bailarina.
Las primeras presentaciones de la Gran Compañía de Bailes Clásicos Anna Pavlowa aquel invierno tuvieron poco aforo. En parte por lo alto de los precios y en otra por desinterés del respetable. Pero esto cambió después de que fue presentada “La Bella Durmiente del Bosque”. Si por si sola la Compañía era imponente en el escenario, la música de Piotr Ilich Tchaikovski hizo de las funciones un milagro. La música del gran compositor ruso estaba de moda. “La música de Tchaikovski es, entre las modernas, aquella más poderosamente dotada de un sentido de universalidad épica ¿Qué alma no se ha estremecido con ella?” apuntó Carlos González Peña, periodista de este diario. A partir de ese día las presentaciones estuvieron abarrotadas”.
En México, bailó piezas de Tchaikovski, Liszt y Chopin, entre otros.
En la primera semana de su estancia, la genial rusa visitó esta casa editorial. Aceptó las críticas que González Peña hizo y le aseguró que siempre procuraba que sus temporadas empezaran poco a poco para terminar en lo sublime. Cumplió. En el Teatro Ideal presentó “La Muerte del Cisne”, uno de los números que la hicieron famosa.
Ese mismo día visitó el bosque de Chapultepec y el Museo Nacional. Fue guiada por el director de éste Luis Castillo Lendón, acompañada por el cónsul ruso Vladimir Wendhausen.
La rusa visitó EL UNIVERSAL, Chapultepec y el Museo Nacional.
La apoteosis de la aquella visita tuvo lugar el domingo 23 de marzo cuando Anna Pavlowa bailó “Amarilla” y “Thais” ante 16 mil personas en la plaza El Toreo de la Condesa. Para aquella tarde se vendieron en tres pesos los asientos de sombra, y 75 centavos los de sol; lo más caro era la luneta, cuatro pesos. En el éxtasis de la gente, la rusa apareció vestida de china poblana para ejecutar su creación: una “Fantasía Mexicana”. Fue la locura cuando bailó el jarabe tapatío.
Esta fue la despedida de Pavlowa. Antes de irse, prometió que volvería al siguiente año. Pero fue hasta 1925 que cumplió su promesa. Durante esta visita expresó a EL ILUSTRADO su desdén por la música de moda, el charlestón y el fox-trot. En ambas ocasiones, se presentó en los teatros Ideal, Arbeu, Principal y la Plaza de toros El Toreo. Ninguno de estos establecimientos existe en la actualidad.
Anna Pavlowa murió el 23 de enero de 1931 en La Haya a los 49 años, víctima del frío.
Otra vez, López Velarde tuvo las palabras exactas: “¡Te fuiste con mi rapto y con mi arrobo,/ agitando las ánimas eternas/ en los modismos de tus piernas!”.
Rastros de la Pavlowa
Anna Pavlowa fue una bailarina universal. El novelista Stefan Zweig habla de ella en su libro La impaciencia del corazón. Uno de los personajes, una adolescente inválida que sueña con ser bailarina, habla así: “Mire esta fotografía, es mi favorita, Pavlowa en el papel del cisne moribundo… Ah, ojalá pudiera ir detrás de ella, ojalá pudiera verla, creo que sería el día más feliz de mi vida”.
En Nueva Zelanda, su pasó quedó registrado con un postre bautizado en su honor. Las “pavlovas”, pastel de merengue, crujiente y ligero son populares en todo el mundo.
Fuentes:
Acervo Hemerográfico de EL UNIVERSAL; La impaciencia del corazón, de Stefan Zweig.