La Paz, BCS. Con su equipo de buceo, la bióloga marina Mariana Nuñez se sumerge en el área cercana a la Isla San José en el Golfo de California. A unos siete metros de profundidad halla uno de sus objetivos más deseados. Varios latidos extras en el pecho y la sonrisa en su rostro ante la aparición de una robusta Felimare californiensis. Es una pequeña babosa marina, un pariente de los caracoles que se dejó ver hasta el tercer monitoreo en la zona.
La emoción no es aleatoria. Mariana explica que estos pequeños organismos son bioindicadores. Se trata de especies que pueden dar importantes pistas sobre las características ambientales de la zona, como el impacto de la contaminación y el calentamiento del agua. Su búsqueda no es sencilla; en un mar de posibilidades, detectar un animal de unos cuantos centímetros de largo en el arrecife rocoso no es fácil, aunque la viveza de sus colores ayuda en el trabajo.
Este nudibranquio de intenso color azul y manchas amarillas se une al catálogo de especies detectadas en la reciente investigación del Programa de Investigación Marina Isla San José de la Universidad Autónoma de Baja California Sur. Los resultados de la investigación, realizada a lo largo de un año con 33 monitoreos en total, buscaron llenar un vacío de información, pues los últimos registros en la isla fueron realizados entre 2001 y 2002.
El objetivo de la investigación se centró en utilizar la misma metodología que en el último recuento para poder establecer comparaciones pertinentes y empezar un análisis de los factores que han detonado los cambios en la zona. Se utilizó el método de transecto, una técnica clásica que implica extender una cinta métrica a lo largo de distintas áreas alrededor de la isla y contar los organismos a cierta distancia de este punto en combinación con cuadrantes, una herramienta de muestreo que ayuda a la generación de datos cubriendo áreas específicas.
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Hasta las profundidades
Además de Nuñez, el equipo de investigación lo conforman las biólogas Isabelle Nelson y Mariana Gámez, coordinadas por el doctor Alejandro Ramos. El Golfo de California integra infinidad de laboratorios naturales cuyo monitoreo constante es necesario para atestiguar los cambios en la zona.
Las islas del Golfo son Área de Protección de Flora y Fauna desde 1978 y reconocidas como Patrimonio Mundial por la UNESCO desde 2005. En el Golfo de California existen 244 islas y sus aguas son consideradas de alta productividad, integra el 57% de la producción pesquera nacional.
Los investigadores indican que la elección de la Isla San José obedece a varias razones. Se trata de un lugar cercano a La Paz, lo que facilita la logísitica de desplazamientos hacia el lugar de estudios (alrededor de dos horas y media en lancha con condiciones de viento favorables), pero no queda exenta de la influencia de algunas perturbaciones de los grandes focos poblacionales. Por otra parte, Nuñez explica que las diferentes corrientes marinas que se entrelazan en sus fondos marinos provocan la aparición de nutrientes que ayudan a reportar diversos procesos ecológicos.
Los objetivos de la investigación se proyectaron en tres áreas: caracterización de comunidades biológicas de peces, invertebrados y nudibranquios; comparación de resultados históricos, y análisis de la relación entre la temp eratura superficial del mar y la biodiversidad encontrada.
El doctor Ramos explica que el llamado Warm Blob, el evento de calentamiento en el Pacífico Norte que se registró hace una década, aún tiene efectos en el Golfo de California. “Tiene consecuencias en la atmósfera afectando patrones climáticos, la biodiversidad marina y también actividades humanas como la pesca”. El investigador agrega que los cambios detectados en la temperatura superficial del mar, desde julio del 2002 a la actualidad, muestran un incremento de hasta tres grados centígrados en promedio.
Los cambios más evidentes en el aumento de temperatura tienen que ver con la disminución de especies de peces. La bióloga Isabelle Nelson específica que aunque aumentó el promedio de individuos en un 49.3%, disminuyó en un 39.5% la cantidad de géneros observados. En cuanto a invertebrados, se perdieron los grupos abundantes de erizos y estrellas de mar que se reportaban hace dos décadas y ahora prevalecen los corales que subieron en cantidad, pero cuya la salud se observa gravemente afectada.
Mariana Gámez, la bióloga a cargo de la investigación de invertebrados, dice que el descenso de estrellas de mar se reporta en otros puntos geográficos de la República Mexicana como las costas de Oaxaca.
Existen diversos estudios que atestiguan la pérdida de equinodermos en México debido al calentamiento de los océanos, la acidificación y otros cambios ambientales que las vuelven más vulnerables a los patógenos y provocan la proliferación de bacterias que consumen el oxígeno del agua.
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La importancia del monitoreo científico
En el mundo, existen más de seis mil especies de babosas marinas, los parientes de los caracoles, cuya presencia no había sido registrada en la isla. Mariana Nuñez señala que en la investigación se registraron ocho especies. Además de Felimare Californiensis, otra de las especies más abundantes es Elysia diomedea. Este pequeño gasterópodo es un laboratorio en sí mismo.
También conocida como danzarina mexicana, su nombre científico proviene de Diomedeo, héroe de la guerra de Troya. Al igual que su tocayo troyano, este organismo verdoso de puntas ondulantes, también es heroico. Esta especie herbívora realiza un fenómeno conocido como cleptoplastía y cuando se alimenta de las algas, algunos de los cloroplastos permanecen en sus tejidos y pueden continuar realizando el proceso de fotosíntesis a través del animal.
El hallazgo de estas especies es valioso porque abren las posibilidades de evaluar la salud del ecosistema marino. Las tendencias demográficas y la distribución de las babosas marinas sirven como indicadores de cambios a largo plazo en el medio ambiente marino, como las variaciones de temperatura del agua o la acidificación del océano.
También funcionan como indicadores de los niveles de contaminación, ya que al igual que otros moluscos, algunas especies de babosas marinas pueden acumular contaminantes en sus tejidos. Dado que las babosas marinas a menudo tienen dietas muy específicas (se alimentan de esponjas, algas o corales), su presencia puede reflejar la disponibilidad y salud de sus fuentes de alimento, que a su vez dependen de las condiciones del arrecife.
Se convierten en un “sistema de alerta temprana” sobre cambios sutiles o significativos en la salud de los océanos. Finalmente, todos los registros obtenidos mediante el monitoreo científico se convierten en datos cuyas posibilidades se multiplican para integrarse a diferentes tipos de análisis, pero también como herramientas de divulgación acerca del patrimonio natural que está en juego si no se asume el peso del cambio climático en los entornos vitales.
La investigación también ha abierto puertas para que los pobladores locales se integren a los procesos de ciencia ciudadana. Los investigadores buscan involucrar con más fuerza a los miembros de comunidades cercanas a la isla como San Evaristo y El Pardito, esta última es una de las pocas islas habitadas en el Golfo de California.
Los pobladores locales que se dedican a la pesca artesanal pueden aportar más datos sobre los cambios en la presencia de especies comerciales como el huachinango, el calamar gigante y el llamado “cochito”, el pez de la familia de los peces ballesta, cuyo nombre científico es Balistes polylepis especie muy buscada para la preparación del ceviche que se consume en la zona y cuyas poblaciones han disminuido.
En esta ocasión la recolección de datos se realizó hasta los 13 metros de profundidad. Pero, miembros del equipo, como Mariana Gámez, realiza su proyecto de maestría para explorar el área a una profundidad de 48 metros. En este caso es apoyada por un dron y sensores satelitales. La profundidad es una metáfora de los nuevos objetivos de la investigación. Finalmente, los arrecifes rocosos son la base, es un microcosmos y ventana de lo que sucede en el Golfo de California a mayor escala.
Para todos los miembros del equipo de investigación, mantener el monitoreo científico es un reto que no puede discriminarse porque la pérdida de diversidad en los ecosistemas impacta en la vida cotidiana de todos. La ciencia es la posibilidad de registrar y traducir los cambios para intentar abrir nuevas ventanas de conocimiento en un ejercicio democrático.
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