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Una luz verde azulada parece iluminar paulatinamente el cielo, mientras que los bordes del paisaje se empiezan a teñir de rojo púrpura. Los espectáculos naturales que brindan las auroras están relacionadas con un fenómeno que cada vez cobra más importancia: el viento solar.
Este proyecto de la NASA que cristaliza seis décadas de estudio tiene varias peculiaridades y una de ellas está relacionada en torno a la figura del científico Eugene Parker. El doctor Américo González Esparza, coordinador del Laboratorio Nacional de Clima Espacial (LANCE) señala que es la primera vez que la NASA nombra a una misión en honor a un científico vivo, pues generalmente se había rendido tributo a científicos fallecidos, pero el astrofísico de la Universidad de Chicago tiene el mérito de haber sido quien introdujo el término de viento solar, con una teoría, por demás, temeraria.
Un hombre temerario
A finales de la década de los 50 del siglo pasado, Eugene Parker publicó un artículo donde explicaba cómo la atmósfera del Sol era muy caliente, (alcanza una temperatura de más de un millón de grados) a comparación de su superficie, que se mantiene a seis mil grados. Para explicar este abrupto cambio de temperatura, Parker decidió estudiar la atmósfera de las estrellas y lo que encontró es que la corona solar se movía en un flujo supersónico. Esto sucedía porque el Astro Rey no era capaz de mantener su atmósfera y ésta se escapaba formando una lluvia de partículas que se alejaba de la estrella, lo que se conoce como viento solar.
“En su momento era una predicción muy temeraria porque iba en contra de lo que la mayoría de la comunidad astrofísica consideraba en esa época. Se pensaba que si las estrellas obligan a todos los sistemas y cuerpos planetarios a dar vueltas a su alrededor, era imposible que el Sol no pudiera contener su propia atmósfera, pero resultó que esto sí sucede por la temperatura tan alta que posee”, explica el experto.
El artículo de Parker coincidió con el inicio de la Era espacial. El Lunik ll, creada por los soviéticos, fue la primera sonda que impactó en la superficie lunar en 1959 y tomó mediciones del viento solar, pero en plena Guerra Fría no se realiza la publicación de esos datos. Esto sucede hasta que los norteamericanos envían la primera sonda a venus: Mariner II. “En su trayectoria, esta nave empieza a detectar las partículas del viento solar y confirma su existencia. Es así que hasta 1962 llega la confirmación oficial de lo que había predicho Parker unos años antes y lo que lo convierte en el padre del viento solar”.
González Esparza describe que este fenómeno es importante porque es un flujo de partículas que rebasan la órbita de todos los planetas y en particular la que conecta al Sol con la Tierra. “Nuestro planeta tiene un campo magnético y este funciona como una coraza que impide que las partículas de viento solar entren a la atmósfera”, comenta y agrega que gracias a esta protección se ha podido desarrollar la vida en el planeta, sin embargo esta coraza no es infalible.
Este escudo se puede romper cuando hay una tormenta solar, es decir cuando ocurre una explosión en el Sol y sale proyectada una nube de este material proveniente del astro que se impacta en el campo magnético de la Tierra. La radiación puede alcanzar al planeta en alrededor de 8 minutos, ya que viajan casi a la velocidad de la luz. El especialista explica que en ese momento penetran partículas de viento solar a la atmósfera de nuestro planeta que forman las espectaculares auroras boreales, pero también pueden producir una serie de fenómenos que afectan las telecomunicaciones y los sistemas de posicionamiento global. “Pueden generar graves perturbaciones magnéticas, e inclusive, en un caso extremo, podrían llegar a provocar un colapso en los sistemas de generación y distribución de energía eléctrica”.
La posibilidad de un colapso
El gran problema es que las sociedades contemporáneas cada vez son más dependientes de estos sistemas, así que un impacto en ellos podría ser hoy un capítulo catastrófico para la humanidad. Un evento de este tipo fue detectado en el siglo XIX. El llamado Evento Carrington ocurrió el primero de septiembre de 1859 y González Esparza cuenta que incluso hay registros históricos del avistamiento de auroras en nuestro país. “Este es un evento muy importante porque ha sido una de las tormentas solares en la historia reciente de las cuales tenemos registro. Tuvo tal intensidad que se vio en prácticamente todo el planeta. Si en este momento volviera a ocurrir una tormenta solar tipo Carrington, los efectos serían devastadores porque muchas tecnologías críticas para la sociedad moderna son vulnerables a los efectos del clima espacial” .
Explica que de esta forma uno de los objetivos fundamentales de la misión Parker es entender el calentamiento de la atmósfera (conocida como corona), para saber cómo se pueden llegar a propagar las tormentas a través el viento solar y en qué grado pueden afectar a la Tierra.
Durante los próximos dos meses, la sonda Parker volará hacia Venus, realizando su primera prueba de gravedad a principios de octubre, una maniobra que los expertos de la NASA equiparan a utilizar un freno de mano. A principios de noviembre este primer sobrevuelo colocará a la nave en la posición adecuada para volar a 15 millones de millas del Sol, internándose dentro de la resplandeciente atmósfera solar.
Cabe señalar que el viento solar es un laboratorio natural para estudiar plasmas espaciales, el estado en que se encuentra el 99% de la materia en el Universo. Es así que al estudiar la materia que confluye en este fenómeno, también se puede conocer más sobre procesos que ocurren en otros entornos astrofísicos, como sistemas planetarios distantes.
El primer flujo de datos comenzará en diciembre. “Muchos de los estudios que esperamos se desarrollen con los resultados de la misión Parker tienen aplicaciones directas al estudio del clima espacial. El Laboratorio Nacional de Clima Espacial (LANCE) y el Servicio de Clima Espacial (Sciesmex) serán usuarios directos de estos datos. Nosotros estamos muy interesados en esta información que se generará, tal como lo están los servicios internacionales de clima espacial porque en todas partes del mundo la información va a ser vital”
La NASA deja claro cuáles serán las tres preguntas claves a responder en los siete años que durará la misión y que tuvo un costo de mil 500 millones de dólares: ¿cuál es el secreto de la corona abrasadora que es más de 300 veces más caliente que la superficie del Sol?, ¿qué impulsa el viento solar supersónico? y ¿qué acelera las partículas energéticas solares que pueden alcanzar velocidades de hasta más de la mitad de la velocidad de la luz a medida que se disparan lejos del Sol?
“A partir de diciembre, cada acercamiento que hará la sonda durante los próximos siete años, proporcionará información nueva, datos que estarán constantemente evolucionando. También esperamos que en algún momento la sonda pueda registrar incluso una tormenta, pues esto significará la posibilidad de obtener información aún más valiosa sobre los efectos de clima espacial”, agrega el doctor Américo González Esparza.