Los fragmentos de basura espacial caídos a finales del mes pasado en una playa de Tamaulipas, provocaron hasta un reclamo presidencial que inmediatamente fue desestimado por la compañía Space X; sin embargo, un reciente estudio publicado por el Centro de Astrofísica de Harvard, subraya el impacto cada vez más frecuente de este tipo de incidentes en todo el mundo.
Tras lanzamientos de cohetes Starship desde la base de SpaceX en Texas, restos de la nave cayeron sobre Playa Bagdad en Matamoros, incluyendo desechos metálicos, plásticos y componentes de los propulsores. Organizaciones ambientalistas han alertado sobre el riesgo de contaminación para el ecosistema marino y la vida silvestre, como la tortuga lora, una especie en peligro de extinción.
Los desestimados peligros de la basura espacial que llega a tierra firme están más bajo la lupa. La creciente frecuencia de lanzamientos de cohetes y colocación de satélites está saturando la región del espacio más cercana a la Tierra, conocida como órbita terrestre baja, una zona donde además flotan miles de piezas de hardware con décadas de antigüedad, lo que incrementa el riesgo de que cada vez más objetos se precipiten a la Tierra. Un informe publicado por la Agencia Espacial Europea (ESA) en abril, señaló que alrededor de mil 200 objetos reingresaron a la atmósfera terrestre en 2024.
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Los expertos estiman que al menos el 10% de estos fragmentos de basura espacial cayeron sin control, lo que significa que impactaron la Tierra en algún punto aleatorio debajo de su trayectoria orbital. La agencia afirmó que más de 50 mil objetos de más de diez centímetros de diámetro se encuentran actualmente en órbita, junto con unos 9 mil 300 satélites aún activos.
Gran parte de esta actividad en crecimiento se realiza mediante satélites diseñados para llevar internet de banda ancha a usuarios de todo el mundo. SpaceX, la compañía del millonario Elon Musk, ha sido un actor clave en incrementar el número de satélites a través de sus constelaciones Starlink. Desde 2019, con el primer lanzamiento de Starlink, se ha pasado de mil satélites operativos a más de 11 mil y la competencia de los países asiáticos no se está haciendo esperar.
China comenzó a construir su segunda enorme constelación de internet por satélite en órbita terrestre baja (LEO). Un cohete Long March 5B despegó del Centro de Lanzamiento Espacial de Wenchang en la isla de Hainan a finales de diciembre para empezar a “plantar” una constelación de satélites de banda ancha que al final sumarán 13 mil objetos más en esta región del espacio.
El aumento de basura espacial puede llevar al hipotético escenario planteado en el “Síndrome de Kessler”, un efecto cascada de colisiones que podría inutilizar órbitas bajas de la Tierra y afectar servicios como las comunicaciones y la navegación.
El escenario propuesto por el científico de la NASA Donald J. Kessler también es conocido como “cascada de ablación”. Plantea que puede llegar un momento en que la cantidad de basura espacial en órbita terrestre baja se vuelva tan alta que las colisiones entre estos objetos se produzcan en cascada, generando más desechos y aumentando exponencialmente el riesgo de futuras colisiones, generando una reacción en cadena que podría hacer que ciertas órbitas sean inutilizables durante siglos.
Un viejo nuevo problema
Es así que los satélites que conectan al mundo, paradójicamente, amenazan con desconectarlo. Hace casi setenta años comenzó esta historia. Desde el 4 de octubre de 1957, cuando la Unión Soviética lanzó el Sputnik 1, el espacio empezó a poblarse. La mayoría de los satélites se han destruido al reingresar en la atmósfera una vez terminada su vida útil, pero lo que parecía ser la solución a los problemas, es decir, la destrucción, ahora se perfila como el origen de nuevas problemáticas ante la sobrepoblación de objetos orbitando en LEO. Se piensa que incluso los restos que se queman pueden dañar la capa de ozono.
Hay, de hecho, objetos legendarios que no dejan de orbitar. Entre muchos otros, está el caso del Vanguard I, lanzado en 1958 y que operó hasta 1964. Este satélite lleva más de 60 años sin control y una colisión lo puede multiplicar en fragmentos que pueden caer a la Tierra o colisionar con otros objetos, como ocurrió en 2009 cuando dos satélites de comunicaciones, uno de ellos inactivo, colisionaron a 800 kilómetros sobre Siberia.
Los fragmentos caídos en la Tierra aún no han producido daños letales, pero sí han dañado construcciones y se empieza a cuestionar el efecto tóxico de los componentes, cuya mayoría, se pierde en el océano. La multiplicación de las piezas caídas en los mares y tierra firme se han vuelto materia de estudio en los últimos años, a pesar de la negativa de las grandes empresas satelitales que minimizan los efectos.
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Por el momento, los riesgos en el espacio son más claros o pudieran serlo. En este sentido los peligros para la Estación Espacial Internacional también se han incrementado pues ha tenido que esquivar basura espacial de peligrosas dimensiones en cuatro ocasiones, durante los últimos dos años.
El problema de la basura espacial no es sólo una cuestión de cantidad, los fragmentos alcanzan velocidades de 30 mil kilómetros por hora que los convierten en poderosos proyectiles. Si uno de esos fragmentos, por muy pequeño que sea, impacta contra un satélite puede inutilizar los sistemas de comunicación.
En los reportes más recientes de la NASA, se calcula que hay alrededor de 1 millón de objetos de entre 1 y 10 centímetros; y se estima que hay más de 128 millones de fragmentos de menos de un centímetro en su mayoría indetectables. La masa total de todos los desechos espaciales supera las diez mil toneladas.
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Reciclaje espacial
En los últimos años se han propuesto diversas estrategias para limpiar la órbita baja terrestre. La empresa japonesa Astroscale presentó un prototipo para recuperar basura espacial que pueda recolectar satélites fuera de órbita. La empresa suiza ClearSpace planteó una estrategia similar que ya desarrolla en conjunto con la ESA.
La inversión tecnológica y económica es alta y los planes no son a corto plazo, por lo que han surgido otras ideas como impulsar estos objetos a órbitas más altas donde representan un peligro menor. Hace tres años una misión china hizo la prueba impulsando el satélite de navegación BeiDou a una zona más alta y menos concurrida.
Para otros especialistas, la verdadera solución es la economía circular espacial. Uno del los principales representantes de esta filosofía es Moriba Jah, científico espacial e ingeniero aeroespacial de la Universidad de Texas, en Austin, quien propone una economía circular espacial para abordar la creciente problemática de la basura espacial y promover la sostenibilidad en el espacio.
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El científico plantea un cambio de paradigma, alejándose del enfoque lineal de uso y descarte, que migre hacia un modelo que priorice el reciclaje, la reutilización y la extensión de la vida útil de los satélites y componentes espaciales. En detalle, la propuesta de Moriba Jah incluye el llamado “ecodiseño de naves y satélites”, en el que se utilicen sólo materiales que puedan ser recuperados y reciclados facilitando la economía circular, a la vez que se logra el mantenimiento y reparación en órbita para prolongar la vida útil de los activos espaciales.
Moriba Jah considera que es vital aprovechar partes de satélites antiguos para construir nuevos, y reducir el lanzamiento de nuevos materiales al espacio, así como implementar mecanismos para retirar activamente, y lo más pronto posible, los desechos más grandes y peligrosos de la órbita, evitando colisiones y riesgos para las operaciones espaciales.
En 1967 se firmó el Tratado del Espacio Ultraterrestre que no ha tenido adecuaciones importantes sobre la colocación de nuevos satélites y la responsabilidad colateral. Entre los 600 y los 2 mil kilómetros, en la parte superior de la órbita terrestre baja, la basura no se desintegra. Es prioridad establecer normativas internacionales que promuevan prácticas sostenibles en el espacio y fomenten la responsabilidad de las agencias y empresas espaciales, a la par de sensibilizar a la sociedad sobre la problemática de la basura espacial y la importancia de la sostenibilidad en el espacio. El objetivo sería generar una mayor responsabilidad en el uso del espacio como patrimonio de todos y no fuente de riqueza de unos cuantos.