Los canarios, sensibles a la presencia de gases nocivos en el aire, se quedaron grabados en la cultura popular como medio de alerta temprana en las minas de carbón. Alfonso Aguirre Muñoz, director emérito del Grupo de Ecología y Conservación de Islas (GECI), traslada la analogía a los , donde los indicadores de la salud ambiental serían las aves marinas. Su presencia y distribución puede revelar valiosa información sobre la calidad de los ecosistemas marinos, pues su sensibilidad a las alteraciones ambientales las convierte en certeros bioindicadores alados.

En la Isla Guadalupe las aves marinas desaparecieron y se refugiaron en los islotes de la zona sur. Esta alerta ilustra uno de los más exitosos casos de de una isla en México. Una razón por la que la ONU recién nombró a nuestro país, y sus proyectos de restauración en islas, como una de las tres nuevas Iniciativas Emblemáticas de Restauración Mundial mediante el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Entre las acciones de este proyecto mexicano, figuran la eliminación de 60 poblaciones de especies invasoras, la restauración de las colonias de aves marinas y el paisaje forestal. Junto con la aplicación de protocolos de bioseguridad, el programa integral restaura la riqueza endémica de la isla y apoya a las comunidades insulares locales. Gracias a las labores de restauración, el 85% de las colonias de aves marinas que habían sido erradicadas han regresado a las islas, incluidas las especies en peligro de extinción.

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Hace 26 años, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) de México y la organización de la sociedad civil Grupo de Ecología y Conservación de Islas (GECI), lanzaron un programa integral de restauración ecológica, en colaboración con la sociedad civil, la academia y las comunidades locales. Federico Méndez Sánchez, director general del GECI, señala en entrevista desde Niza, Francia, donde recibió el premio de la ONU, que un caso muy interesante de restauración ambiental es Isla Guadalupe.

Ejemplo de restauración ambiental

El ambientalista señala que Isla Guadalupe, ubicada aproximadamente a 300 kilómetros al oeste de Baja California en el Océano Pacífico, es una isla de más de 24 mil hectáreas que fue afectada por la presencia de cabras ferales desde hace 150 años, éstas literalmente devoraron su bosque endémico con especies de árboles únicas, como el pino de Guadalupe, el encino insular, el junípero y la palma de Guadalupe. Además, desaparecieron las cubiertas de estratos bajos, como malezas y herbáceas.

Las islas tienen características evolutivas particulares por su lejanía con la superficie continental. En ellas se han originado muchas especies endémicas únicas, cualquier factor externo altera con mayor facilidad el equilibrio de los ecosistemas isleños y las especies exóticas invasoras representan la principal amenaza para la biodiversidad insular.

“Antes de que llegaran las cabras había un bosque de mil 500 hectáreas en la parte más alta de la isla, un bosque templado beneficiado por la brisa marina. Las cabras prácticamente redujeron el bosque a menos de 200 hectáreas. Tras siglo y medio, Isla Guadalupe quedó prácticamente desnuda, sólo con algunos árboles viejos en pie”, señala.

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Méndez Sánchez agrega que la propuesta fue hacer remoción de las cabras y al retirarlas ocurrieron dos cosas: el ecosistema se regeneró con plántulas y producción de semillas, pero también fue clara la necesidad de hacer una restauración activa, así que se reforestó conectando los parches de bosque aislados para recuperar la conectividad del bosque. “Hemos recuperado mil hectáreas para que la cobertura vegetal nuevamente se convierta en bosque”.

En Isla Guadalupe otra especie invasora, el gato feral, ocasionó graves problemas. Los felinos fueron llevados hace muchos años para controlar las poblaciones de ratones, pero empezaron a depredar aves terrestres y marítimas. “Se extinguieron cinco especies únicas de aves terrestres y a las marinas las alejaron de la isla”. Alfonso Aguirre señala al respecto, que las aves marinas es que no tienen mecanismos para reconocer al gato feral.

“Los humanos, cuando vemos un tigre que nos enseña los colmillos nos asustamos porque hemos tenido coevolución con estas especies y el reconocer sus intenciones, impulsa el miedo y la adrenalina. Son especies con las que hemos convivido por miles de años; en cambio un albatros que llega a la isla y ve un gato, no entiende que es un depredador. No tiene un mecanismo de defensa y va a ser muy torpe en el escape”, afirma y dice que un gato feral en pocos días puede comer docenas de albatros que recorren diez mil kilómetros para anidar en la isla.

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La poesía de la naturaleza se hace presente en los cortejos de los albatros. “Son parejas que conservan la relación a lo largo de décadas. Al regresar a la isla, se cortejan, danzan, se reconocen y reproducen. Aprenden a ser buenos padres, cuidan al pollo y es muy triste que una especie invasora pueda acabar con cincuenta individuos en tres días”.

Tras retirar las poblaciones de gatos, los especialistas ponen en práctica técnicas empíricas de atracción social que aprovechan el instinto gregario de las aves de protección comunitaria. Se hacen colonias artificiales de albatros con esculturas de fibra de vidrio en diferentes posturas e incluyen cantos y llamados grabados previamente, y también se facilita la comida para alimentar a los polluelos. Estas estrategias buscan regenerar la confianza en las aves para llegar a la isla.

El experto explica que la colonización del albatros en Isla Guadalupe es relativamente reciente, un par de décadas, pero necesitan encontrar un espacio de reproducción seguro después de recorrer grandes distancias. Se trata de un ave que recorre largos trayectos sobre el Pacífico, pues vuela entre Hawái, Japón, Alaska y México. “Isla Guadalupe juega un papel crucial en todas estas migraciones para salvar la especie. En Hawái anidan en arrecifes que apenas sobresalen sobre el nivel del mar, pero factores como el aumento del nivel del mar y otros fenómenos extremos por el calentamiento global acaban fácilmente con todos los nidos”, afirma Aguirre.

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“Isla Guadalupe se convierte así en un penthouse de lujo, una meseta fabulosa en las alturas que representa la salvación de una especie que ocupa todo el Pacífico”.

Es la contribución de México al mundo que rebasa en mucho las hectáreas recuperadas por estos organismos en las islas mexicanas. “Son contribuciones del proyecto en otra dimensión. Las aves no conocen de fronteras políticas en el mar. El océano debe ser de todos con esfuerzos compartidos y las aves nos brindan maneras concretas de hacer esfuerzos de colaboración”.

Reto conjunto

En México existen más de 4 mil islas y aunque representan solamente el 0.3% del territorio del país, albergan el 8% de los vertebrados terrestres. Son reconocidas mundialmente como puntos críticos vitales para la biodiversidad, en particular por albergar un tercio de las especies de aves marinas del planeta. Las islas mexicanas han sufrido los efectos de las especies invasoras por décadas, por lo que sus esfuerzos de regeneración le valieron el reconocimiento de las primeras Iniciativas Emblemáticas de Restauración Mundial de la ONU para este año. Su proyecto fue seleccionado de entre 200 postulaciones de 80 países.

Las islas albergan 14 veces más especies endémicas que el territorio continental mexicano, en los últimos 100 años se han extinguido 20 especies de vertebrados endémicos. Al final de la década se restaurarán 100 islas con más de 300 especies endémicas de mamíferos, reptiles y aves. La iniciativa completará la restauración de más de 100 mil hectáreas, lo que equivale a casi un millón de hectáreas de tierra continental en términos de valor de biodiversidad.

Las otras dos iniciativas internacionales en unirse a la lista son las que apoyan a los corales del canal del norte de Mozambique y a los ecosistemas del Mar Menor en España. Así se busca dar reconocimiento a proyectos que contribuyan a los compromisos mundiales de restaurar mil millones de hectáreas para 2030, una superficie mayor que la de China.

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Méndez Sánchez explica que, así como está el Decenio para los Mares, también se ha desarrollado el Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración, que va del 2021 al 2030. Hasta ahora se han reconocido 17 iniciativas emblemáticas en el mundo y este año se sumarán diez más, que iniciaron con las tres que incluyen el proyecto mexicano.

Aguirre Muñoz agrega que el premio tiene una carga simbólica importante. “En inglés le dicen flagship que significa el buque insignia. Es algo tomado del lenguaje del mar, la idea de un barco insignia es que es lo último que se hunde y es el barco mejor equipado. Se trata de 26 años que abarcan cinco sexenios y tres partidos políticos, pero aquí seguimos porque la sociedad civil organizada creó conciencia”, señala enfatizando la integración de esfuerzos institucionales y de la sociedad civil para obtener logros.

El especialista asegura que el caso de Isla Guadalupe, gracias a la capa vegetal regenerada, condensa mucha humedad por debajo del subsuelo y llega hasta el manantial que produce diez veces más agua dulce. El proyecto debe mantener la conciencia de la sociedad civil y el compromiso del gobierno para cuidar el estado de derecho en territorios que parecen remotos, pero que en realidad definen la importancia y vitalidad de la biodiversidad.

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“Nosotros hemos participado en los decretos de la Isla Guadalupe y las Islas del Pacífico como Reserva de la Biósfera”, afirma el miembro de GICE subrayando que el gobierno ha robustecido con decretos federales las islas de México, mientras ellos participan generando ciencia y participación civil, pero hay acciones que en conjunto serían imposibles como la participación de la Marina para el traslado de toneladas de equipo y capital humano a destinos lejanos como las Islas Revillagigedo.

Ante los recursos públicos limitados, ahora el siguiente reto es lograr mayor financiamiento para cristalizar más proyectos. “Las islas a pesar de su fragilidad tienen un valor de biodiversidad extraordinario, no por nada Darwin desarrolló y fortaleció su teoría observando a las Galápagos y otras islas que son laboratorios biológicos para la evolución y formación de nuevas especies, pues crean poderosos puentes entre diferentes regiones del océano”.

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