De vez en cuando una pizca de la realidad que sostiene nuestro planeta se asoma a través de la boca de un volcán. Debajo de la corteza terrestre hay un océano hirviente y semifluido que cubre una región grande y profunda. Está compuesta por materiales fundidos que constituyen el magma, en cierto sentido, la sangre de la Tierra. La actividad magmática es un indicador de que nuestro planeta sigue vivo, tanto en el sentido geológico del término, mediante la renovación de la corteza terrestre, como en el sentido biológico, manteniendo el calor de las capas más profundas de la Tierra.

Cuando el magma emerge del fondo de la Tierra a través de un volcán se convierte en lava y otros materiales que pueden poner en riesgo las poblaciones cercanas a él, pero que también aportan importantes pistas de la actividad real que mantiene en su interior esta impresionante estructura de la naturaleza.

El doctor Robin Campion, investigador del Departamento de Vulcanología del Instituto de Geofísica de la UNAM y miembro del Comité Científico Asesor del Volcán Popocatépetl, señala que finalmente un volcán como el Popocatépetl es la parte visible de un gran sistema de alimentación magmática que al recibir nuevas inyecciones de magma empieza a cambiar una composición que será delatada mediante el análisis de los gases que emana.