Son producto de una legendaria y apasionada relación simbiótica. Un arrebatado encuentro amoroso, donde un amante engulle al otro, pero lejos de asfixiarse encuentran una zona de confort que ha perdurado más de 2 mil años. Las mitocondrias eran bacterias aeróbicas que nadaban por el océano. Fueron engullidas por una célula nucleada y anaerobia, estableciendo una relación de ayuda mutua: la bacteria aportó su capacidad para respirar oxígeno y la célula eucariota la alimentó.

Las mitocondrias han evolucionado como células dentro de una célula. No sólo son el motor energético celular, tienen su propio genoma y su propio ARN. Fueron observadas en un microscopio a finales del siglo XIX, pero su caracterización funcional se logró medio siglo después.

Poco a poco el conocimiento de estos organelos, ha llevado a los investigadores a comprender mejor sus funciones y alcances. Así se han establecido relaciones entre su funcionamiento y enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes e incluso el envejecimiento.