Hipócrates ya lo sabía: placer, risa, juego, llanto y amargura se detonan en nuestro cerebro. Desde la antigüedad, esta maquinaria de gran complejidad ya era explorada con ideas sobre el origen de nuestro comportamiento que no pierden vigencia, pero la forma en que las emociones, la percepción y las acciones se entretejen en los humanos se ha ido estudiando con mayor detalle a través de los años.
Precisamente los estudios neurocientíficos sobre el desarrollo cerebral forman parte del grupo de explicaciones que los especialistas tienen sobre los nuevos repuntes de contagios en jóvenes de todo el mundo, pues según un estudio de la OMS, las personas de entre 14 y 24 años enfermas de Covid-19 se incrementaron de febrero a julio, de 4.5% a 15%.
Angélica Juárez Loya, psicóloga social de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) señala que en una investigación que hacían recientemente se podía ver con claridad cómo cambia la toma de decisiones después de los 21 años.
Antes de esta edad se muestra mucho más impulsividad en las elecciones, algo que podría estar relacionado con la forma en que las poblaciones más jóvenes actúan en relación a la pandemia.
“Cuando el cerebro vive aún un proceso de maduración, se le dificulta hacer evaluaciones a largo plazo donde se pongan en la balanza los riesgos y beneficios de determinada situación”. La especialista señala que esta misma falta de madurez biológica hace que los más jóvenes sean incapaces de postergar situaciones placenteras, por ejemplo, de tener contactos sociales, sobre todo después de un largo periodo de aislamiento. “Se requieren los beneficios de estos contactos y si ya hay lugares que los propician, como bares y otros sitios de esparcimiento, entonces se aprovechan los espacios, pero sin pensar tanto en los riesgos”.
En este sentido, también señala que en estos grupos poblacionales prevalece la idea de que aunque enfermen de Covid-19, no morirán. La especialista señala que aunque ciertamente su inmunidad es más poderosa, esto no los exime de tener que recibir ayuda médica, quitar lugares hospitalarios y continuar con la propagación del virus.
Otras cuestiones que Juárez menciona y que pueden impedirle a los jóvenes mantener las normas básicas de cuidado como mantener la distancia, usar cubrebocas y evitar salidas innecesarias, están más relacionadas con otros aspectos del espectro social, como dudar de las instituciones e incluso de la existencia misma del virus.
“La población joven tiende a hacer juicios más sesgados: si no veo la información, no me entero y entonces en realidad no sucede”, señala la especialista y agrega que si además figuras públicas y adultos en su entorno cercano no llevan a cabo estas medidas, se sienten validados y justifican su conducta.
Por otra parte, también hay mucho poder en los cúmulos de imágenes y palabras que nos bombardean incesantemente como un arma de dos filos, pues las lecturas rápidas y los memes actúan como filtros que brindan poca percepción de lo que en realidad sucede. “No se comprende lo que significan cifras como las que sustentan las tasas de mortalidad, que en realidad es algo que todos deberíamos tratar de entender”, señala.
La OMS ha enfatizado que sin el control de los contagios es fundamental sumar a los jóvenes en el combate del virus, sobre todo con los repuntes que se han dado en todo el mundo y donde destacan estos grupos poblacionales. Epidemiólogos en Europa han señalado que un error del que empiezan a percatarse es que los mensajes en salud pública estaban muy enfocados en cuidar a los ancianos, pero parecían eximir de responsabilidad al joven o simplemente se diseñaban mensajes que no iban más focalizados a estos grupos poblacionales.
Precisamente en Alemania, uno de los países con mejor control de la pandemia, el Instituto Robert Koch (RKI), autoridad responsable de la detección, prevención y lucha contra enfermedades, informaba que durante la segunda semana de agosto se reportaba un número de nuevas infecciones en un día similares a las reportadas a principios de mayo, una cifra que superaba los mil 300 casos y que se atribuían al regreso de los viajeros en las vacaciones de verano, así como a reuniones y celebraciones de temporada. El aumento de nuevos casos en distintos lugares de Europa, como España y Francia, preocupa sobre todo por la temporada de retorno a las aulas.
Adaptarse para sobrevivir
Para el doctor Carlos Alberto Pantoja Meléndez, académico del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM, ningún país que se reincorpora presencialmente de manera normal a las clases se ha escapado a los rebrotes.
Señala que quizá un medio sería con uso de tapabocas N95, filtros rigurosos de temperatura, controles internos y desinfección constante de pupitres. Esto disminuiría la probabilidad de contagios, sin embargo hay situaciones más allá de las aulas que son más difíciles de controlar.
“Se hablaba mucho al principio de que Corea del Sur lo logró mejor, pero cuando empezó a haber convivencia, también empezaron a surgir nuevos casos”. Para Pantoja, Nueva Zelanda es un ejemplo diferente, pues se trata de una isla, además de que sus controles son sumamente estrictos. Recientemente las autoridades de ese país detectaron cuatro nuevos casos de coronavirus después de más de 100 días de no registrar más contagiados. Eso bastó para elevar el nivel de alerta y confinar a las personas en su casa y cerrar muchos negocios. Medidas tan estrictas de este tipo, además de la realización de una gran cantidad de pruebas son las que han mantenidos niveles muy bajos de contagios en otros países como Vietnam, siempre con pocos casos a pesar de su vecindad con China.
Por otra parte, el médico señala que en nuestro país tenemos muchas debilidades que propician las cadenas de contagios en nuestra vida cotidiana, pero si los estados se organizan de manera independiente, su estrategia de respuesta podría mejorar. Para quien fuera epidemiólogo de campo durante muchos años, es importante considerar que en cada comunidad se da una batalla diferente, así que para comunicar los riesgos se requiere conocer bien los hábitos de vida de las personas que allí conviven.
“No es lo mismo la gente de Chiapas que de Tabasco, ni siquiera son los mismo comunidades de un mismo estado, a veces muy cercanas geográficamente, por ejemplo San Cristóbal de las Casas se presta para trabajar con la gente, pero en las áreas chamulas son renuentes a acciones de salud porque hay usos y costumbres mucho más arraigados y hablamos de 20 minutos de distancia. Es necesario comprender todas esas diferencias”, indica.
“El reto principal es adaptarse a la idea de convivir con el virus por un periodo importante de tiempo”, señala el académico, quien agrega que si bien medicamentos como remdesivir y la dexametasona han logrado disminuir las muertes en todo el mundo, no hay solución intermedia hasta la llegada de la vacuna, pues incluso acota que la inmunidad natural no es permanente con este virus, pero con las vacunas esta respuesta se vuelve más eficiente. “La vacuna es la luz al final del túnel que se alcanza a ver para finales de año”, afirma.