Se trata de un triángulo perfecto. El material combustible, el agente oxidante y la fuente de energía forman el triángulo del fuego, los componentes de la reacción química que se activa cuando un material combustible se oxida en presencia de una fuente de energía. Un incendio es un proceso exotérmico que libera grandes cantidades de energía térmica. Si bien es cierto que los incendios siempre han formado parte de la ecología forestal, el está haciendo que muchas zonas boscosas en diferentes puntos geográficos de nuestro planeta sean más vulnerables.

Según los resultados de la investigación de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), el cambio climático podría ser responsable de alrededor del 25% del combustible disponible para los incendios. El informe señala que los incendios probablemente se habrían producido de igual forma en un mundo sin contaminación climática, pero concluye que habrían sido de menor intensidad y se cuestiona si habrían podido controlarse si no fuera por los efectos del cambio climático que hasta el momento suman más de 16 mil hectáreas arrasadas por el fuego.

De nuevo se otorgan las pruebas para subrayar los devastadores efectos del cambio climático. Según este estudio, algunos de los factores relacionados con el clima que contribuyeron al aumento del combustible disponible para los incendios fueron el exceso de humedad de inviernos anteriores, así como verano y otoño anormalmente cálidos del sur de California. A esto se suma una temporada de lluvias muy retrasada en lo que va del invierno de 2024-2025.

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Pirogeografía, la ciencia que estudia los incendios forestales. Fuente: Universidad de Colorado (20/01/2025)
Pirogeografía, la ciencia que estudia los incendios forestales. Fuente: Universidad de Colorado (20/01/2025)

Entre los eventos extremos que promueve el cambio climático se encuentra la excesiva humedad en la atmósfera en los años más húmedos. Lo que llevó a un número mayor de precipitaciones que favorecieron un crecimiento sustancial de hierbas y arbustos en la región; pero cuando el péndulo meteorológico pasó a ser seco el verano pasado, se generó una gran cantidad de combustible listo para generar fuego ante el menor impulso.

Por otra parte, el proyecto ClimaMeter, financiado por la Unión Europea y el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS), ha elaborado un rápido estudio para analizar la influencia del cambio climático en los incendios de la ciudad estadounidense. El análisis, firmado por los investigadores Greta Cazzaniga y Davide Farand, señala que es inegable que una parte de las condicionantes meteorológicas de los incendios pueden atribuirse al cambio climático provocado por el ser humano.

Datos del proyecto ClimaMeter apuntan a que las condiciones meteorológicas que han desencadenado los incendios forestales de Los Ángeles, son ahora hasta 5°C más cálidas, 15% más secas y hasta 20% más ventosas en comparación con el pasado. Para llegar a esta conclusión, compararon sistemas de baja presión similares durante finales del siglo XX (1950-1986) con los de las últimas décadas (1987-2023), un periodo en el que los efectos del cambio climático se han hecho más evidentes.

Más allá del cambio climático

Los estudios sobre las condicionantes del cambio climático buscan identificar los factores precisos para desarrollar nuevos modelos de proyecciones que ayuden a generar estrategias preventivas más eficaces. Alrededor de 160 kilómetros cuadrados de fuego hasta el momento han hecho cenizas más de 12 mil estructuras como casas, comercios, iglesias, escuelas y demás edificios que conforman una urbe.

Después de la potencia de los incendios que aún no logran ser controlados en su totalidad, se tendrán que poner en acción varias herramientas para determinar los efectos del fuego en el medio ambiente, pero también en la salud de los pobladores. Esto incluye estudiar el impacto en el suelo, el agua y la vegetación, así como el potencial de almacenamiento de carbono, pues las zonas boscosas son un importante “sumidero de carbono”, es decir, un sistema ecológico que captura y almacena el carbono de la atmósfera.

A nivel mundial, casi el 20% del carbono de la Tierra se almacena en biomasa. Los bosques grandes y maduros tienen el mayor potencial de almacenamiento de carbono. A medida que las plantas crecen, absorben dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera y lo convierten en azúcar y celulosa, así como en el oxígeno que respiramos. El carbono permanece atrapado en los tejidos de las plantas hasta que la planta se quema o se descompone.

Los incendios forestales afectan los ciclos del carbono de dos maneras. A medida que se quema la materia orgánica del bosque, gran parte del carbono almacenado en los árboles y en otra vegetación se libera rápidamente a la atmósfera, convirtiendo un antiguo sumidero de carbono en una fuente de emisiones de carbono. Al mismo tiempo, el paisaje pierde gran parte de su capacidad de capturar y almacenar carbono hasta que los árboles maduros vuelvan a crecer, un proceso que puede llevar décadas.

Según una investigación de la Fundación Nacional de Ciencias (NSF) en EU, una agencia gubernamental que impulsa la investigación, el impacto de los incendios forestales en el potencial de almacenamiento de carbono también implica el estudio puntual de parámetros en el desgaste del suelo.

Una de las formas para estudiar las afectaciones del suelo después de un incendio es mediante la evaluación de las costras biológicas. Se trata de comunidades de microorganismos que se encuentran en la superficie del suelo de los ecosistemas áridos y semiáridos. El fuego puede reducir la cobertura de las costras biológicas del suelo hasta en un 50%.

También se les conoce como biocostras y están formadas por cianobacterias, líquenes, musgos y diferentes partículas del suelo, cuyas funciones son fijar nitrógeno atmosférico, estabilizar el suelo, regular los flujos biogeoquímicos, controlar la infiltración y la erosión, así como mejorar el equilibrio del agua en los ecosistemas semiáridos.

Por otra parte, después de un incendio forestal, el nitrógeno inorgánico puede permanecer en el suelo y en los arroyos cercanos durante años, eso demerita el crecimiento de organismos acuáticos. Además este tipo de factores pueden contribuir a la llamada mortalidad tardía de los árboles después de un incendio. Este fenómeno se produce cuando los árboles se secan, aún años después de un incendio. Las estrategias de restauración deben ser determinadas según las evaluaciones particulares de cada terreno.

En este sentido, pueden resultar útiles experiencias en otras latitudes, por ejemplo, después de los devastadores incendios de Australia en el 2020, el gobierno de Nueva Gales del Sur estableció un Centro de Investigación de Gestión de Riesgos de Incendios que busca vincular exactamente los parámetros que pueden condicionar el fuego en cada zona, de tal forma que incluso se han identificado los tipos de plantas que deben ser eliminadas, como ciertas gramíneas invasivas que se vuelven combustibles más potentes.

Efectos en la salud

Las imágenes satelitales y los escaneos infrarrojos se han vuelto herramientas fundamentales para establecer mapas de daños y fortalecer las bases de datos sobre los indicadores del pasado, presente y futuro de un área afectada por el fuego. Los incendios forestales son una fuente principal de contaminación del aire y el efecto es más neurotóxico que otros tipos de contaminación. Además, las partículas pueden viajar miles de kilómetros con efectos en la salud cardiaca y respiratoria más allá de las zonas de impacto primarias.

Sara Adar es profesora de epidemiología y salud pública global en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Michigan. La científica ha investigado los efectos de la contaminación del aire en la salud. Sus estudios destacan el vínculo entre la contaminación del aire con la demencia y la salud cerebral.

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Mediante sus investigaciones ha determinado que los incendios forestales, junto con las actividades agrícolas, producen un efecto neurotóxico más potente. Este tipo de partículas en suspensión aumentan el riesgo de demencia, pues poseen un riesgo tóxico dirigido a neurotransmisores específicos.

Otros riesgos de estos eventos en la salud humana son estrés postraumático, como problemas de sueño, depresión y ansiedad, por lo que los sistemas de salud deben poner énfasis en este tipo de factores para gestionar de manera integral, además de los efectos en vías respiratorias y actividad cardiovascular.

La misión orbital Copérnico de la Agencia Espacial Europea (ESA) ya hace el recuento de las megatoneladas de partículas contaminantes depositadas en la atmósfera y su trayectoria. Con la dispersión de las partículas, sus efectos pueden afectar más allá de las 180 mil personas evacuadas de entre los nueve millones de personas que habitan Los Ángeles. Desde 1877 se han realizado registros meteorológicos en este condado de EU, cuyos incendios recientes ya se encuentran catalogados entre los cinco más importantes de toda su historia.

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