“Si un humano vive alrededor de 73 años, requerirá 235 mil kilowatts en toda su vida. Eso equivale a que se queme el equivalente a un huevo de gallina de combustible nuclear o a quemar 88 toneladas de carbón, el peso de 21 elefantes”. De esta forma describe Benjamín Leal, investigador del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, la potencia que concentra la energía nuclear, pero también sus ventajas medioambientales.
Una central nuclear produce energía eléctrica constante mediante la fisión del átomo de uranio, un proceso físico que no emite a la atmósfera gases de efecto invernadero ni otros productos de combustión, sólo muy bajas emisiones cuando se considera su ciclo completo de vida: desde su construcción hasta su desmantelamiento. Las centrales nucleares utilizan la energía calorífica generada en cadena para producir electricidad. Para ello convierten agua en vapor de alta temperatura que se utiliza para accionar la turbina-alternador con la que se genera la energía eléctrica.
Las bajas emisiones de gases de efecto invernadero del ciclo de vida de la energía nuclear la han convertido en una opción en las estrategias de mitigación del cambio climático, incluso la Comisión Europea la considera “energía verde”; sin embargo, no todos los países están de acuerdo con la clasificación. Francia y Alemania son las dos caras de la moneda. La primera le apuesta con fuerza a este tipo de energía: más del 70% de su producción de electricidad es de origen nuclear. Alemania decidió que esa energía no figure en su futuro. Tres de sus seis centrales nucleares se apagaron a finales del año pasado y las otras tres serán desconectadas a lo largo de 2022.
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La energía nuclear mantiene su polémico sello que se balancea entre ventajas y desventajas, pero su poder sigue moviendo al mundo. Según datos de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), existen 443 reactores en 35 países que producen alrededor del 10% de la electricidad mundial. Además, hay 55 unidades en construcción en 20 países, entre los que se encuentran China, India, Rusia, Finlandia y Francia.
Ucrania, bajo los reflectores
Cifras del Foro Nuclear muestran que alrededor del 50% de la electricidad de Ucrania se produce mediante cuatro centrales y 15 reactores nucleares. Tras los ataques de Rusia hay la preocupación de lo que podría pasar en la zona restringida de Chernóbil, y en Zaporiyia, su más importante planta en funcionamiento. Leal señala que uno de los riesgos de los ataques bélicos son las fugas de radiactividad.
Después del accidente de 1986, Chernóbil apagó su último reactor en 2000 y los expertos consideran poco probable que se produzca una liberación de radioactividad sustancial; sin embargo, se detectó un aumento en la radiación cuando llegaron los rusos con equipo militar y removieron la superficie contaminada a su paso.
Por otra parte, Zaporiyia es la planta nuclear más grande de Europa. Capaz de generar 5 mil 700 megavatios, tiene seis grandes reactores, aunque el edificio que sufrió el ataque y un incendio posterior, está situado a 500 metros del grupo de reactores y no contiene material nuclear, ya que se utilizaba para fines administrativos. En el momento del ataque, sólo uno de los seis reactores estaba en funcionamiento al 60 % de su potencia.
“Uno de los riesgos de los ataques bélicos es que se puedan resquebrajar los contenedores. Existe el riesgo, pero hasta el momento no se reportan aumentos en el nivel de radiación en ninguna de las plantas. Entonces lo que se espera es que ambas partes sean conscientes de los riesgos de tener un enfrentamiento balístico cerca de la energía nuclear”, señala Leal y agrega que el director general de la OIEA emitió un listado de varios puntos que podrían garantizar el trabajo de los reactores en condiciones de seguridad. Entre los puntos se pedía el respeto al suministro de corriente eléctrica, el abastecimiento de refacciones, comunicación directa con el regulador y permitir a los empleados trabajar libres de presión, respetando sus cambios de turno.
No hay garantía absoluta de estas peticiones y el mensaje de Rusia parece ser que ahora ellos tienen en sus manos esta fuente de poder y la pueden utilizar cuando quieran. Los ataques a plantas nucleares no son algo nuevo. El año pasado Irán acusó a Israel de sabotaje a su principal planta nuclear.
En el caso de Ucrania, ¿qué tan factible sería que se produjera un accidente en este tipo de instalaciones? Las nubes de material radiactivo no conocen fronteras y los rusos serían de los primeros en resentir sus efectos tras un paso en falso, pero los expertos consideran que se requieren medidas activas para mantener el combustible en un estado seguro. El agua debe circular por las piscinas de almacenamiento y el reactor, incluso después de detenerse. Además, se requiere electricidad y personal capacitado para supervisar y gestionar la planta.
Leal señala que ha evolucionado el conocimiento y la tecnología sobre plantas nucleares, con los errores del pasado se fueron incrementando las capas de seguridad y creciendo los conceptos de riesgo para ser más eficaces contra cualquier problemática; sin embargo, los escenarios bélicos pueden cambiar los montajes sin previo aviso.
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El futuro de la energía nuclear
El investigador señala que Chernóbil y Fukushima han dejado importantes lecciones en el manejo de la energía nuclear. El primero se trató de un error humano; y el segundo, un accidente provocado por un fenómeno natural. “Estamos más preparados para entender qué se le puede demandar a un reactor y qué no. En Chernóbil, el experimento que se estaba haciendo demandaba cambiar las condiciones de potencia del reactor, pero en condiciones no bien establecidas y cuando el núcleo se sobrecalentó, el refrigerante no pudo entrar, entonces se fundió el núcleo y explotó. En Japón, el tsunami dejó sin corriente eléctrica a la planta, por lo que fallaron los generadores y eso provocó que no se tuviera el enfriamiento adecuado y ocurrieran fugas, por suerte había respaldo, se pudo bombear agua y no se fundió el núcleo”. Subraya que es fundamental tener medidas de seguridad alternas; lo que hace esta dinámica es volver más segura esta energía en cualquier escenario”.
Explica que a mediano plazo sería importante dar a conocer cómo funcionan los reactores, cuánta energía y cómo se libera, qué tan seguros son y cómo se utilizan. “Este tipo de información abonaría muchísimo a que la gente los aceptara”.
Benjamín Leal considera que uno de los retos en un futuro más lejano será cómo almacenar los combustibles ya gastados, que es una preocupación con la energía nuclear. “Lo que se hace comúnmente es mandarlos a minas sin fugas de agua, pero la idea es contenerlos en cerámica de alta resistencia, pues eso genera muy baja radiación. Uno de los objetivos es generar contenedores herméticos para los combustibles ya gastados que permitan almacenar más con menos riesgos”.
Dice que las diferencias con otras fuentes de energía son innegables. “El equivalente de 66 mil kilos de petróleo contribuyen con 200 mil kilos de CO2 al ambiente y esa misma energía se obtendría con un kilo de uranio, que representa 3 kilogramos de CO₂ al ambiente”. Hoy, 15 países dependen de la energía nuclear para generar la cuarta parte de su electricidad. A 746 Gigawatts se estima que crecerá la capacidad de generación nuclear en 2035.