Una de las noticias más importantes en la carrera del médico Alejandro Madrigal Fernández (4 de noviembre de 1953) se anunció en junio pasado: sería honrado como Oficial de la Orden del Imperio Británico (Officer of the Most Excellent Order of the British Empire), una distinguida investidura que sólo un puñado de personajes excepcionales de las fuerzas armadas de Inglaterra y algunos civiles han recibido.
Para Madrigal, este nombramiento por parte de la monarquía inglesa es reconocer los avances en la investigación para curar el cáncer, además de ponderar el conocimiento que científicos mexicanos aportan a la historia de la ciencia.
Madrigal expresa que la investidura no es sólo para él, sino para estudiantes, médicos, investigadores y pacientes de diferentes partes del mundo que han contribuido a elaborar mejores tratamientos para el cáncer, con la finalidad de encontrar la cura definitiva para esta enfermedad que mata a 10 millones de personas al año a nivel mundial, según la OMS.
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lAlejandro Madrigal es Médico Cirujano por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), institución a la que considera su hogar y que le llena de orgullo presumir ante el mundo: “Yo siempre seré de la UNAM y llevó a México a donde quiera que vaya”, enfatiza el también experto en hematología e inmunología.
Orgulloso y nostálgico, Madrigal asegura que su camino nunca fue sencillo, y expresa que, a pesar de las adversidades, no se dio por vencido al enfrentar fracasos y derrotas.
Para el también doctor en genética molecular por la Universidad de Oxford, los éxitos son el resultado de las metas y de ser resilientes ante cualquier situación. En su anhelo por pisar las mejores universidades del mundo, Madrigal encontró diferentes impedimentos, como la falta de recursos en las instituciones, falta de becas, poco apoyo a la investigación científica nacional y desinterés por parte de las autoridades para impulsar el crecimiento de los científicos.
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Pero tras tocar la puerta de la Organización Mundial de la Salud y obtener una beca para estudiar en la Universidad de Harvard, la historia del reconocido médico genetista despegó.
De ser mesero, vendedor de zapatos y tener diferentes trabajos para sostener su formación superior como médico, Alejandro Madrigal recibe hoy, en el Palacio de Buckingham, Inglaterra, el reconocimiento por todas sus aportaciones para combatir el cáncer, mejorar los trasplantes de medula ósea y por formar a nuevos investigadores que buscan combatir este mal.
¿De dónde vino esa resiliencia para poder enfrentar las adversidades?
Mi educación fue un camino difícil y con crisis donde también me llené de éxitos y méritos. Mi primaria no fue un sendero fácil, yo era un estudiante con dislexia y en esos años no se conocía a la dislexia como una condición, casi siempre cometía muchas faltas de ortografía y eso se confundía con pereza y con falta de atención. Atravesé ese primer tramo de mi educación casi por suerte; la secundaria arrastró parte de esa realidad, sin embargo, fue en la preparatoria que las cosas mejoraron. Hubo adversidades pero yo siempre me aferré a mis sueños, nunca me di por vencido.
¿Cómo inicio el sueño de llegar a Harvard?
La gente se burlaba cuando comencé a perseguir la meta de la Universidad de Harvard, yo siempre creí que lo lograría. En esos momentos yo deseaba la excelencia, ser el mejor médico; y fue un profesor de la Facultad de Medicina quien me cuestionó lo que seguía en mi futuro y, como dije, yo perseguía la excelencia y soñaba con ir a la mejor escuela del mundo, por lo que Harvard fue la primera opción.
¿Cómo se da el salto a Harvard?
Cumplí mi primer gran objetivo en la vida, que fue ser médico por la mejor universidad de México, siguió entonces salir al mundo. Pasé los primeros exámenes, pero no contaba con los recursos para irme, fue entonces que comencé a bombardear con cartas a muchas personas, instituciones y demás para conseguir apoyo financiero; después de la presidencia de López Portillo, el país se encontraba en crisis financiera, no había becas, no había apoyos, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) no tenía presupuesto para becas. Tras mucho insistir, la Organización Mundial de la Salud me otorgó una beca, no era mucho dinero, pero comencé con mi sueño.
¿Cómo inició su lucha contra el cáncer?
Es una cuestión interesante, ya que al inicio yo quería ser cardiólogo, debido a que mi padre murió de un infarto al miocardio, pero en la carrera noté que de las cosas más trágicas que viven los médicos es ver a sus pacientes morir de cáncer. Sientes impotencia al verlos morir porque no puedes hacer nada, aunque brindes quimioterapia o tratamiento. Eso siempre lo tuve presente y por eso comencé a realizar investigación para aportar conocimientos nuevos que ayuden en la lucha contra este mal.
Muchas vidas se han salvado gracias a sus aportaciones en trasplantes de medula ósea, ¿qué representa para usted esa contribución a la lucha contra el cáncer?
Me siento muy satisfecho por ello. Cuando brinqué de la Universidad de Harvard a la University College London, en Inglaterra, ya había trabajado mucho sobre el tema de los trasplantes de médula ósea, seguí trabajando en la Universidad de Stanford y publiqué por cuatro años muchos artículos de investigación para mejorar la calidad de los trasplantes. Me percaté entonces que ya era momento de conseguir un trabajo y dejar un poco la investigación científica, fue cuando fundé, desde cero, la Fundación Anthony Nolan, la cual se convirtió en un instituto dedicado a combatir el cáncer y a crear el primer registro de donantes de médula ósea en el mundo para el tratamiento de leucemia y de otros tipos de cáncer.
En México se viven recortes de presupuesto para la investigación. Hay jóvenes estudiantes que han visto truncadas sus carreras. ¿Qué les diría?
Me pones a pensar en todo lo que pasé y considero que cada caso es distinto, pero puedo decirles que, a pesar de las dificultades, deben aferrarse a sus sueños y objetivos; va a costar, claro, pero no todo está perdido en el país, pongo de ejemplo a la Fundación UNAM, que apoya a estudiantes que no pueden pagar alimentos. También creo que hay que buscar la meta más alta, buscar becas en el extranjero, debemos ir a lo más alto y eso supone salir de nuestra zona de confort.
¿Cómo percibe el panorama de México en la investigación y educación?
Creo que nunca se apoya lo suficiente a la investigación en ninguna parte del mundo, pero la clave está en la inversión de cada país a la educación, si comparas a México con países de Europa o Asia, vas a darte cuenta que aún hay mucho por hacer; los países que han apostado a la investigación y a la educación en el mundo, como Corea del Sur, Japón, Nueva Zelanda o China son los que más aportan económicamente e intelectualmente al mundo. México debe de invertir más en educación y ciencia, como dijo alguna vez José Vasconcelos, la educación es lo más importante.
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