Investigadores de la Universidad Libre de Ámsterdam y del Consejo de Investigación del Medio Natural británico se han enfrentado al duro frío de la Antártida y han trabajado entre los desechos de animales (elefantes marinos, pingüinos gentús, barbijos y Adelaida) para examinar los suelos y las plantas que rodean estas colonias.
“Recolectamos cerca de mil muestras, de las cuales extrajimos colémbolos y ácaros . Una muestra promedio tenía varios cientos de individuos y había gran proporción de muestras con varios miles de ellos. La identificación y el recuento (varios cientos de miles de invertebrados en total) nos llevó mucho tiempo”, declara Stef Bokhorst, investigador del departamento de Ciencias Ecológicas en la universidad holandesa, al que esta tarea le pareció más dura incluso que el senderismo a tan baja temperatura.
Gracias al análisis encontraron que las heces producidas por las focas y los pingüinos se evaporan en parte como amoníaco. “Después, este gas es recogido por el viento y arrastrado hacia el interior, abriéndose camino en el suelo, y proporciona el nitrógeno que los productores primarios necesitan para sobrevivir en este paisaje", añade.
Su trabajo indica que la influencia de estos excrementos puede extenderse a más de mil metros de las colonias donde se generan , y el proceso permite que el amoníaco enriquezca un área de hasta 240 veces el tamaño del grupo de animales.
El resultado de este proceso es una próspera comunidad de musgos y líquenes , que a su vez soporta un enorme número de pequeños invertebrados. "Aquí se pueden encontrar millones de ellos por metro cuadrado, mientras que en las praderas de EE UU o Europa solo hay entre 50 mil y 100 mil por metro cuadrado", dice Bokhorst.
Para el investigador, que los ecosistemas polares tiendan a tener una abundancia muy alta de invertebrados en comparación con los ecosistemas de latitudes medias puede estar relacionado con una competencia reducida o menos depredación, “pero, para ser sincero, las razones no están claras”, explica.
Un círculo de nutrientes, conocido como la huella de nitrógeno , rodea la colonia. Lo que ha sorprendido a los científicos es que extensión de dicha huella poco tiene que ver con lo fría o seca que está la región, sino que depende en gran medida de la cantidad de animales presentes. Utilizando esta información, Bokhorst y su equipo pudieron mapear puntos calientes de biodiversidad en toda la península.
“Hallamos una fuerte asociación entre la presencia de colonias de pingüinos y la biodiversidad de invertebrados terrestres. La presencia y el tamaño de las colonias de pingüinos se pueden cuantificar a través de satélites, lo que hace que sea relativamente sencillo actualizar estos mapas”, argumenta el investigador.
Este hecho es importante porque libera a los futuros investigadores de tener que realizar trabajos de campo para determinar la ubicación y el tamaño de las colonias reproductoras. Es una gran ventaja en una región como la Antártida, cuyo tamaño, temperaturas peligrosamente frías y la desolación total dificultan el trabajo.
La amenaza del ser humano y las especies invasoras
Según los investigadores, una de las principales amenazas para la biodiversidad de esta zona es el impacto que puede tener el cambio climático y la actividad humana. Las comunidades de invertebrados de la península experimentan una depredación muy baja, sin embargo, con la introducción de especies de plantas invasoras, cuyas semillas podrían llegar desde Sudáfrica y Sudamérica o ser introducidas en el sistema por aves marinas y seres humanos, podría cambiar este equilibrio.
"Al igual que las colonias de pingüinos y focas enriquecen el suelo para las plantas nativas, también es posible que lo hagan ideal para las invasoras, que podrían ser más resistentes y brindar refugio a insectos depredadores como las arañas y los escarabajos. En este momento, el sistema es demasiado improductivo para soportar mamíferos como ratas y ratones", explica el científico.
En el futuro, los autores pretenden abordar estas cuestiones tanto en el Ártico como en la Antártida . Un objetivo principal es determinar si las actividades de las colonias de pingüinos y focas promueven el éxito de las especies invasoras y qué acciones podrían tomarse para evitar su introducción en estas regiones vírgenes en el futuro.
“Por el momento, hemos terminado con este estudio y ahora nos centramos en el impacto de las especies invasoras en los ecosistemas terrestres antárticos”, cocluye Bokhorst.