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Octubre es el mes rosa, un recordatorio anual de que la detección temprana salva vidas, pero más allá de los chequeos y las campañas, hay un tema que suele pasar desapercibido: la relación entre nuestras hormonas, el ciclo menstrual y el riesgo de cáncer de mama.
De acuerdo con la doctora Alejandra Contreras, ginecóloga y obstetra del Centro Médico ABC y vocera de Saba, esta conexión existe, aunque no de forma directa, ya que el ciclo menstrual se rige por dos hormonas clave: el estrógeno y la progesterona. Ambas son esenciales para la fertilidad y también actúan sobre el tejido mamario. Por eso, cuando hay una exposición más prolongada a ellas, como en mujeres que comienzan a menstruar muy jóvenes o llegan tarde a la menopausia, el riesgo podría aumentar ligeramente.
Por su parte, el National Cancer Institute (NCI) y la organización Breast Cancer, las mujeres que inician su menstruación antes de los 12 años o tienen menopausia después de los 55 están más expuestas a estas hormonas durante su vida. En ese sentido, cada año adicional de exposición antes de la menopausia puede incrementar el riesgo en aproximadamente 2.9%, aunque, debe quedar claro que este no es un factor determinante.
“No significa que si menstruaste temprano te dará cáncer. Quiere decir que tu tejido mamario estuvo más tiempo bajo el estímulo de las hormonas ováricas, lo cual puede influir en la susceptibilidad de las células. Pero hay muchos otros factores en juego, desde la genética hasta el estilo de vida”.
Las hormonas: protagonistas, pero no responsables
Los expertos señalan que aproximadamente el 70% de los casos de cáncer de mama tienen receptores hormonales, es decir, las células cancerígenas responden al estrógeno o la progesterona. Sin embargo, la doctora enfatiza que no todo se reduce a las hormonas. “Hay un porcentaje que es hereditario. Si tu mamá o tu hermana tuvieron cáncer de mama, el riesgo es más alto. Pero también hay factores modificables que podemos controlar: el peso, la alimentación, el consumo de alcohol y tabaco, y la actividad física”.
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La ciencia respalda esta perspectiva, ya que un artículo publicado en Frontiers in Oncology, menciona que la exposición constante a los cambios hormonales del ciclo menstrual puede alterar las defensas naturales del cuerpo y favorecer mutaciones celulares. “A lo largo de los años reproductivos, esta exposición repetida puede afectar la respuesta inmunológica local del tejido mamario”, describe el estudio.
Aun así, tener ciclos menstruales más cortos o irregulares no implica más ni menos riesgo. “Una mujer que menstrua cada 21 días no tiene más posibilidades de desarrollar cáncer que una a la que le baja cada 30”, afirma la especialista.
Embarazo, anticonceptivos y menopausia
El embarazo y la lactancia, por el contrario, pueden funcionar como factores protectores. Durante la lactancia, el tejido mamario se especializa para producir leche y esta transformación celular parece reducir el riesgo de cáncer. “Las mujeres que han lactado a sus hijos presentan una incidencia ligeramente menor, aunque no es garantía absoluta”, explica la doctora.
Escuchar tu cuerpo: la primera forma de prevención
El cáncer de mama es el tumor maligno más frecuente entre las mujeres. Puede invadir tejidos cercanos o desplazarse a otras partes del cuerpo, pero cuando se detecta a tiempo, las posibilidades de curación son muy altas. Por eso, la autoexploración mensual sigue siendo una herramienta vital.
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“La recomendación es hacerlo una vez al mes, idealmente entre el quinto y décimo día después de la menstruación. En la regadera es el mejor momento: el jabón ayuda a deslizar los dedos y detectar cualquier cambio”, sugiere la doctora.
Hay señales de alerta que no deben pasarse por alto: la aparición de una bolita en la mama o axila, cambios en el color o la textura de la piel (como el aspecto de “piel de naranja”), secreción por el pezón o retracción del mismo. “Si no te tocas, no te conoces”, dice Contreras.
La mastografía, por su parte, debe realizarse cada año a partir de los 40 años, o antes si hay antecedentes familiares. “Es un estudio seguro, rápido y con mínima radiación, la cual es 10 veces menor a la de una radiografía de tórax, así que no hay motivo para temer”.
La doctora Contreras insiste en que “la información y la prevención son nuestras mejores aliadas”. Cuando aprendes a conocerte, te das la oportunidad de detectar a tiempo lo que puede marcar la diferencia entre el miedo y la esperanza.
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