El sargazo llegó más temprano que de costumbre a las costas del Caribe mexicano. Ya en enero hubo algunas arribazones, cuando normalmente empiezan a presentarse en marzo; y a partir de ese mes ha habido otras que se parecen a las de 2018, año en que se registró el récord de más sargazo en la zona.
“Todavía no se sabe si su llegada a las costas del Caribe mexicano se incrementó este año con respecto a años anteriores, porque los meses en que arriba en mayor cantidad son mayo y junio. Sin embargo, de acuerdo con imágenes satelitales, 2022 podría ser un año difícil, no sé si más que 2018, pero sí similar”, dice Rosa Elisa Rodríguez Martínez, académica de la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, ubicada en Puerto Morelos, Quintana Roo.
Los grandes hoteles han colocado barreras en el mar para impedir el paso del sargazo y lo recolectan ahí mismo; otros disponen de bandas para transportarlo desde las playas hasta una planta especial en la que se recupera la arena que atrapa. En cambio, los hoteles pequeños lo recogen de manera manual, con trinches y carretillas.
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En cuanto a las playas públicas, los municipios también han puesto barreras en el mar y, con el apoyo de la Marina, recolectan el sargazo que se acumula en ellas.
“Sí se ha avanzado para tratar de mantener bajo control el sargazo. La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales ha emitido los lineamientos de lo que se debe y no se debe hacer en relación con este tema. No obstante, hay enormes extensiones en las costas del Caribe mexicano que aún no son atendidas por falta de presupuesto y personal”, señala la académica universitaria.
Primera medida
La primera medida que hay que poner en práctica es impedir que el sargazo llegue a las playas. Si se coloca una barrera en el mar y se recoge ahí, su impacto no resulta tan grave; pero cuando llega a una playa y se mezcla con la arena, ocasiona erosión en el lugar una vez que se le retira.
“Ahora bien, cuando la cantidad de sargazo es muy grande y no se recolecta a tiempo (de uno a dos días después de su arribo a una playa), empieza a descomponerse y a generar gases tóxicos, como gas de ácido sulfídrico y metano, y lixiviados que contienen metales, entre los cuales destaca por su peligrosidad el arsénico (se ha encontrado en concentraciones altas en muchos lugares del Caribe donde recala). Por eso hay que recoger el sargazo lo más pronto posible, antes de que regrese al mar, y llevarlo a sitios habilitados para su disposición final”, indica Rodríguez Martínez.
En ocasiones, el sargazo trae organismos pegados que causan dermatitis y los gases que generan cuando se descomponen pueden dar origen a problemas respiratorios y dolores de cabeza y, en la gente que vive cerca de las playas y está expuesta a ellos por meses, problemas pulmonares y neurológicos.
Unas veces, el sargazo es retirado de una playa y llevado a una “de sacrifico”, y entonces, al cabo de unos días, los lixiviados se van al mar; otras se tira en calles, camellones o terrenos baldíos, o incluso en la selva o el manglar.
Esto se ha venido dando desde 2015 porque se carece de sitios adecuados de disposición final de sargazo. Hace dos o tres años, la Secretaría de Ecología y Medio Ambiente de Quintana Roo otorgó a cada municipio un terreno para ese fin, pero la mayoría de ellos no sirven porque se localizan en zonas de selva (algunos cerca de cenotes), no están habilitados, no disponen de una geomembrana y no cuentan con personal ni con maquinaria.
“El municipio Solidaridad es el único que lleva su sargazo a un centro de manejo de residuos sólidos. Los demás recurren a sascaberas (canteras o pozos de sascab, una especie de tierra blanca caliza), por lo que los lixiviados se van al acuífero; asimismo, el sargazo puede estar secando la vegetación de los alrededores porque, además, contiene muchas sales”, explica la académica.
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Ventana de oportunidad
Sin duda, el sargazo representa un peligro tanto para los ecosistemas como para la industria turística de la zona, pero también una ventana de oportunidad.
En Quintana Roo, una empresa ya produce bioestimulantes (sustancias o microorganismos que modulan procesos fisiológicos y bioquímicos de las plantas) a partir del sargazo. Y otra que todavía no opera porque no ha obtenido los permisos necesarios producirá fertilizantes también a partir del sargazo. De igual modo, en Puerto Morelos, una pequeña empresa ya elabora, con una mezcla de sargazo y arcilla, bloques para construir viviendas. Y en Playa del Carmen, otra empresa mezcla sargazo con concreto para fabricar lo que se conoce como sargacreto.
“Por si fuera poco, el sargazo contiene aminoácidos, proteínas y compuestos antivirales, antimicrobianos y para regular la presión arterial que podrían utilizarse en las industrias alimenticia (en animales de crianza para consumo humano) y farmacéutica”, apunta Rodríguez Martínez.