El mosquito mete su estilete y no chupa de inmediato, lo que hace en un primer momento es escupir. Su saliva se mezcla con la sangre para evitar que ésta se coagule, pues su estado fluido es lo que le permite alimentarse. Es una cuestión de supervivencia, pues su organismo necesita energía para enfrentar al patógeno del dengue, una enfermedad infecciosa causada por un virus de la familia Flaviviridae. Los mosquitos se infectan cuando pican a una persona que ya está infectada y después pueden transmitirlo a otras personas al picarlas. La hembra del Aedes aegypti (y en menor medida del Aedes albopictus) es la transmisora y puede transmitir el agente patógeno durante toda su vida.
La convivencia que el ser humano tendrá con los insectos y en particular con los mosquitos será cada vez mayor por la depredación de la naturaleza y los modelos del cambio climático que indican que habrá mayor presencia de organismos vectores. En las últimas décadas la incidencia del dengue ha aumentado drásticamente en todo el mundo: los casos notificados a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a nivel mundial se multiplicaron por diez en las últimas dos décadas.
La gran mayoría de los casos de dengue son asintomáticos o tienen una sintomatología leve, por lo que los expertos de la OMS consideran que el número real de casos de dengue es en realidad muy superior a los casos notificados. Además, hay muchos casos que se diagnostican erróneamente como otras enfermedades febriles, pero el dengue se mantiene creciendo sigilosamente en las regiones de climas tropicales y subtropicales e incluso, en últimas fechas, los registros se extienden a otras áreas más allá de su hábitat tradicional, lo que también dificulta un diagnóstico adecuado.
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Cuando los síntomas aparecen, suelen consistir en fiebre alta, dolor de cabeza y en otras partes del cuerpo, náuseas y erupciones cutáneas. La mayoría de los casos mejora en una o dos semanas, pero en algunos casos la enfermedad puede evolucionar hacia un dengue grave, que puede provocar shock o dificultad respiratoria debido a la extravasación del plasma, hemorragias profusas e insuficiencia multiorgánica, con el resultado de muerte.
Algunos de los casos graves se deben a la aparición de una sobreinfección, personas que se infectan por segunda vez con otro serotipo. El patógeno causante es el virus del dengue (DENV), un virus de ARN del cual existen cuatro serotipos distintos pero estrechamente emparentados: DENV-1, DENV-2, DENV-3 y DENV-4. La infección por uno de ellos confiere inmunidad duradera contra ese serotipo concreto, pero no contra los demás.
Los casos en aumento
Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) desde principios de 2023 se han registrado brotes de dengue de magnitud considerable en Latinoamérica, donde se notificaron cerca de tres millones de casos en la primera mitad del año, cifra que supera los 2.8 millones registrados en 2022. La tendencia al alza preocupa a expertos.
“Durante la temporada de huracanes, se dan una serie de condiciones que favorecen el crecimiento del vector. La lluvia, el crecimiento de ríos y lagos, así como el agua estancada en áreas urbanas, son condicionantes del incremento de casos que tienen que ver con la estacionalidad, pero el cambio climático también tiene que ver con el aumento no sólo del dengue, sino de diversos patógenos”, señala la doctora Nora Liliana Martínez Gatica, académica del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM.
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El año pasado, la OMS puso en marcha la Iniciativa Mundial sobre Arbovirus, un plan estratégico integrado para hacer frente a los arbovirus emergentes y reemergentes con potencial epidémico y pandémico. El aumento de la incidencia y la extensión geográfica de virus como el chikungunya (su propagación epidémica en el continente cumple una década) y el dengue, alertó a esta institución para lanzar un plan más puntual de seguimiento para enfermedades que suponen una amenaza para la salud pública en las zonas tropicales y subtropicales del continente donde viven alrededor de 3 mil 900 millones de personas.
La principal preocupación de la OMS en el reporte de esta iniciativa son los diagnósticos erróneos, pues los síntomas del chikungunya y del dengue pueden ser inespecíficos y semejantes a los de otras enfermedades, como el zika y el sarampión, lo que puede derivar en un tratamiento inadecuado de los casos; por otro lado el reporte señala que aún son evidentes los efectos de la pandemia de Covid-19, que mermaron los recursos disponibles para los programas contra las arbovirosis, así como la necesidad de crear capacidades y formar a los trabajadores de la salud y a los encargados del control de los vectores, además del mantenimiento y la adquisición de equipos e insumos destinados al control antivectorial.
Retos en México
En nuestro país, según datos del reporte semanal del Sistema de Vigilancia Epidemiológica de la Secretaría de Salud, en la semana 30 del 2023 hubo 7 mil 295 casos confirmados que, en comparación con los de la misma semana de 2022 (2 mil 518), tuvo un incremento del 183%; el 73% de ellos corresponden a Quintana Roo, Veracruz, Yucatán y Puebla. Para la semana 41 había 34 mil 189 casos. Para Martínez Gatica los retos en salud pública en México son acercar la información a la población para un diagnóstico oportuno, pero también tener sistemas más eficaces para la notificación de casos que lleven a cifras reales que avalen la cantidad de casos confirmados, más allá de los casos estimados.
“En la CDMX siempre hay casos importados, no autóctonos, pero es fundamental que los profesionales sepan sobre los antecedentes de viaje para un buen diagnóstico, sobre todo en los casos de comorbilidades”, señala la especialista, quien refiere que en los dos últimos años la tasa de incidencia se multiplicó por cinco. En lugares cercanos a la ciudad, como Querétaro y Estado de México, que no son zonas típicas del mosquito, se han reportado casos en aumento, pero sobre todo en Morelos los casos se han multiplicado.
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La especialista señala que otro de los retos de la enfermedad es que se manejan cuatro serotipos, pero estos varían cíclicamente y, enfermarse de uno, no protege de los demás. La protección que confiere la vacuna de Sanofi Pasteur, lanzada en 2015 se restringió a personas que ya tuvieron dengue, para evitar otra infección. Un par de años después de su lanzamiento la OMS advirtió que no debía administrarse a personas que no hayan sido infectadas previamente con el virus del dengue debido al aumento en la incidencia de hospitalización y enfermedad grave en niños vacunados que nunca se infectaron con dengue.
La vacuna tetravalente contra el dengue con virus vivos atenuados que fabrica el laboratorio japonés Takeda intenta comprobar su eficacia contra los cuatro serotipos del virus en niños de 4-16 años seropositivos. En algunos países ya ha sido aprobada, mientras que el Instituto Butantan de Brasil prueba otro proyecto. El camino para diseñar una vacuna realmente efectiva ha sido largo. La doctora Martínez Gatica señala que no se tiene seguridad de cuándo es el primer contacto de una persona con el virus, sobre todo en zonas endémicas. Esto dificulta la eficacia de la medida.
Hasta ahora los resultados más efectivos para luchar contra el dengue corresponden a la eliminación del vector y aunque hay diversos esfuerzos para aumentar las posibilidades de bajar sus poblaciones mediante esterilización e incluso inmunización de los insectos, no se ha avanzado de forma masiva, por lo que las medidas clásicas de evitar el control y eliminación de criaderos se mantienen, aunque el foco de acción principal sería intensificar las acciones contra el cambio climático que permite a los insectos adaptarse sigilosamente y vivir en más entornos.