La realidad cotidiana, la de una ciudad que cada vez lucha más por obtener recursos hídricos, es un microcosmos que se repite en muchas partes del mundo y que la ciencia subraya con datos desde diferentes frentes. Recientemente, un estudio publicado en la revista Nature alertaba sobre la disminución del nivel de las aguas subterráneas, fenómeno que se ha acelerado en las últimas cuatro décadas en el 30% de los acuíferos regionales del mundo.
Casi al mismo tiempo, un reporte de Naciones Unidas señalaba la huella profunda de las sequías del 2024 en todo el mundo. Por otra parte, según un informe reciente del Comité Técnico de Operación de Obras Hidráulicas de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), el 76.21% del territorio nacional sufre algún tipo de sequía. Cada segundo, se degrada un área de tierras sanas equivalente a cuatro campos de futbol, lo que suma 100 millones de hectáreas cada año, una extensión del tamaño de Egipto. Estas grandes áreas pierden sus capacidades para absorber y almacenar agua.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) presentó recientemente su Estudio Económico de México 2024, donde señala que para la gestión sostenible del agua se deben implementar estrategias para fortalecer la gobernanza del agua, ya que las responsabilidades fragmentadas dificultan la coordinación de políticas y rendición de cuentas. Además de generar estrategias de adaptación al cambio climático, se debe invertir de manera inmediata en infraestructura para abastecimiento eficaz del agua y saneamiento de fugas.
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Impacto profundo
El agua se pierde en el camino, mientras las necesidades urbanas se multiplican. Jorge Arriaga, coordinador ejecutivo de la Red del Agua de la UNAM, señala que, sin embargo, se pueden identificar áreas de oportunidad para la Ciudad de México, pero se tienen que atender las cuestiones geográficas. El Valle de México es una cuenca sin salidas naturales al mar y se ubica a 2 mil 300 metros sobre el nivel del mar.
“Estas condiciones hacen complicada la orografía para la disponibilidad de agua. Dependemos de manera importante de otras cuencas. El Sistema Cutzamala aporta 28%, pero es muy vulnerable a los efectos de los fenómenos meteorológicos extremos, en particular de las sequías, como la que vivimos actualmente”. Vulnerabilidad que aumentará por el incremento de la temperatura en los próximos años.
“Al ser una cuenca cerrada, también se debe sacar el agua residual. Esta agua se usa fundamentalmente para regar en el valle del mezquital agua, pero sin tratamientos, que pone en riesgo a los consumidores, pero aquí hay toda un área de oportunidad en lo que se conoce como economía circular, para que lo que llega al Valle se quede sin grandes traslados, pero con los tratamientos y distribución adecuada”.
Arriaga subraya que en el Valle de México hay 23. 6 millones de habitantes, una gran densidad poblacional con gran demanda de recursos hídricos. Vivimos muchos en poco espacio y con un consumo promedio en la CDMX de entre 160-170 litros por habitante por día. “Nuestra situación es compleja en las cuestiones sociales y técnicas de distribución del agua. Hay una competencia por las fuentes de abastecimiento: la primera es el acuífero con un 67%, luego el Sistema Cutzamala con 28%. Finalmente, manantiales y ríos internos que aportan 5%”.
Esta competencia por usos del agua es diferente. A nivel nacional el 76% del agua se usa en la agricultura, pero en la zona metropolitana el 70% es consumo público urbano, 18% agrícola, 10% industrial y 2% para la industria termoeléctrica. Cada uso, sin importar el porcentaje, se tendría que optimizar. “Por ejemplo, se habla de si deberíamos seguir cosechando productos que tienen poco valor económico y social y que gastan mucha agua. El 18% podría ser regado con buenos tratamientos de agua tratada, pero no agua de primer uso, que debería ser para consumo humano, sobre todo en tiempos de emergencia como este”.
Especifica que las fuentes superficiales (5%) son pocas y están contaminadas. Los procesos de tratamiento son caros y aumentarán mientras aumente más la contaminación. “Crece la mancha urbana y se pavimentan las zonas naturales de recarga, con lo que estamos quitando la posibilidad de recargar naturalmente, provocando además hundimientos diferenciales, en algunos lugares de manera muy drástica: 8-10 metros, aunque el hundimiento promedio es de 90 cm por año”. Símbolos de la CDMX, como la Catedral y el Ángel de la Independencia, son un termómetro de estos efectos que requieren grandes esfuerzos para su estabilización.
Mitos y realidades
La población se pelea hasta la última gota, pero el especialista desmiente la idea del “Día cero”. “Lo que se ha dicho de que junio nos vamos a quedar sin agua no es verdad, pues si bien es cierto de que estamos hablando de la situación compleja del Sistema Cutzamala, el resto del porcentaje de las fuentes sigue ahí, aunque claro en situación muy crítica, pues al acuífero le estamos extrayendo 215% más de lo que se recarga. El Instituto de Ingeniería de la UNAM ha trabajado mucho al respecto y calcula que bajo estas condiciones, el acuífero podría durar sólo 40 o 50 años”.
Otro problema son las deficiencias en la prestación de servicios de agua y saneamiento. En las estadísticas hay coberturas muy altas que rondan 98%, pero esto no significa que todos tengan agua todos los días, esto sólo sucede para el 70%. “Esto según la Encuesta Nacional de Usuarios, pero a veces no somos capaces de distinguir si esto se debe a nuestros sistemas de almacenamiento (cisternas, tinacos) o si realmente hay un flujo diario”.
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Existe una infraestructura de alrededor de medio siglo que no se ha repuesto de manera óptima, lo que ocasiona que 40% del agua se pierda en las redes de distribución y en el campo hay pérdidas de hasta el 60%. “Es importante recordar que el Sistema Cutzamala se construyó para un horizonte de 20 años y lleva más de 40 sin recibir mantenimiento mayor”, acota.
Para Arriaga los sistemas de gobernanza son otro factor a considerar. En el Valle participan más de 121 municipios, cuatro entidades federativas (CDMX, Estado de México, Hidalgo y Tlaxcala) y Conagua. Cada uno de ellos presenta condiciones distintas. “En los organismos operadores, tenemos un Sacmex que cubre toda la ciudad, pero también hay otros operadores pequeños que dependen directamente del municipio. Lo que no vemos es un organismo con autonomía que pueda tomar decisiones regionales y cuyo trabajo sea pensar en la región, no en el Estado de México o la CDMX, sino en la cuenca en general”.
En este sentido subraya el peso de la insuficiencia de servicios financieros. “Los problemas se han agravado, pero los presupuestos asignados han ido a la baja y tarifas que no reflejan el costo del servicio. Tenemos organismos que operan en números rojos y que brindan un servicio deficiente”. Ante este panorama, Arriaga señala que es indispensable diferenciar entre lo urgente ante el fenómeno coyuntural de la sequía (que además no quiere decir que no vuelva a pasar) para actuar de manera emergente, pero también iniciar la reforma al sistema completo.
“Lo primero y muy necesario es un ente que piense en la región. Es necesario crear un comité de dirección con Conagua, los jefes de gobierno y los gobernadores de la región, además de organismos operadores y comisiones estatales. Obviamente este ente debería tener los recursos suficientes”. Después, agrega, se puede hablar de cuestiones muy puntuales, como repensar si necesitamos una nueva fuente de abastecimiento, una fuente externa como el Cutzamala. “Ya nos dimos cuenta que el agua que tenemos no es suficiente y probablemente haya que traerla de otro lado, pero esta obra tendría que tener una metodología técnica y ambiental muy responsable. Hay opciones que se han mencionado, como Temascaltepec o Necaxa. Cada vez es más apremiante tener una fuente externa, pero también cuidar las internas. Estamos dependiendo del acuífero y como una cuestión emergente extraemos más agua de él, pero esto no se puede volver una constante”.
También es necesario pensar en soluciones basadas en la naturaleza para obtener beneficios a mediano y largo plazo, como la conservación y ampliación de zonas de recarga, es decir, no invadir los espacios naturales que se han reducido por las necesidades inmobiliarias ante el crecimiento de la población.
Identifica como otra prioridad fundamental la capacitación de las personas que trabajan en el sistema hídrico. “Es necesario que todos tengan preparación técnica y administrativa de primer nivel, pero no siempre es así, pues los pequeños organismos operadores tienen en primedio directores que duran 1.6 años, lo que no vuelve especialista a nadie y sobre todo cuando, como en este momento, la ley marca que cualquier persona puede dirigir este tipo de organismos. En muchos lugares, el presidente municipal es también el organismo operador porque la ley lo permite. Se debería buscar una profesionalización”.
Asegura que la ciudadanía también debe contribuir a esta idea que tienen desde la Universidad de construir ciudadanos hidrointeligentes, “una persona que sí hace actúa por el cuidado del agua (como baños de cinco minutos), pero debe ir más allá. “Vive en el espacio público y por tanto tiene una oportunidad muy grande de conocer de dónde viene su agua, pagar por ella, exigir derechos y rendición de cuentas de cómo se utilizan los recursos”. Se requieren sistemas de información actualizados y en formatos que no excluyan ante la tecnicidad de los términos.
La Red del Agua de la UNAM presentó hace un par de días el documento Perspectivas del agua en el Valle de México. Orientaciones hacia la seguridad hídrica, que incluye un diagnóstico y el planteamiento de una estrategia para la seguridad hídrica con horizonte al 2040. Propone acciones muy puntuales para monitorear avances. “La idea es poner en la mesa estas acciones que podrían ser aplicadas por quien gobierne. Estamos en un momento crítico en México con una sequía muy poderosa y unas elecciones muy grandes. El tema del agua debe ser prioridad en la agenda de quien gobierne México y la CDMX en particular”.
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