La realidad cotidiana, la de una ciudad que cada vez lucha más por obtener recursos hídricos, es un microcosmos que se repite en muchas partes del mundo y que la ciencia subraya con datos desde diferentes frentes. Recientemente, un estudio publicado en la revista Nature alertaba sobre la disminución del nivel de las aguas subterráneas, fenómeno que se ha acelerado en las últimas cuatro décadas en el 30% de los acuíferos regionales del mundo.

Casi al mismo tiempo, un reporte de Naciones Unidas señalaba la huella profunda de las sequías del 2024 en todo el mundo. Por otra parte, según un informe reciente del (Conagua), el 76.21% del territorio nacional sufre algún tipo de sequía. Cada segundo, se degrada un área de tierras sanas equivalente a cuatro campos de futbol, lo que suma 100 millones de hectáreas cada año, una extensión del tamaño de Egipto. Estas grandes áreas pierden sus capacidades para absorber y almacenar agua.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) presentó recientemente su Estudio Económico de México 2024, donde señala que para la gestión sostenible del agua se deben implementar estrategias para fortalecer la gobernanza del agua, ya que las responsabilidades fragmentadas dificultan la coordinación de políticas y rendición de cuentas. Además de generar estrategias de adaptación al cambio climático, se debe invertir de manera inmediata en infraestructura para abastecimiento eficaz del agua y saneamiento de fugas.

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