Cada vez existe más confianza en que el fin de la pandemia podría acercarse en varios países y que pronto el virus pasará a una fase endémica en la que tengamos que adaptarnos a convivir con él.
Los epidemiólogos consideran una enfermedad como endémica cuando los niveles de infección son consistentes y predecibles, a diferencia de los múltiples ciclos de auges y caídas que hemos vivido con este coronavirus.
Sin embargo, una enfermedad endémica no implica que sea más leve y algunos científicos advierten sobre el peligro de relajarnos y suprimir medidas de control antes de tiempo.
"Endemia es una de la palabras peor usadas desde que comenzó la pandemia", le dice a BBC Mundo Aris Katzourakis, profesor de evolución y genómica del Departamento de Zoología de la Universidad de Oxford, en Reino Unido.
Actualmente convivimos con dolencias endémicas como el VIH, la malaria, el sarampión y la tuberculosis que siguen causando cientos de miles de muertes cada año.
Es por ello que, en esta entrevista con BBC Mundo, Katzourakis pide prudencia ante el "vago optimismo" y confusión que la palabra 'endemia' podría generar en los próximos meses.
¿Por qué dice que 'endemia' es una de las palabras peores usadas de la pandemia?
Porque es una palabra que las autoridades y la sociedad están usando cada vez más para describir el futuro, pero con connotaciones e implicaciones que la palabra en sí misma no tiene.
La gente la usa para decir que el virus tendrá un fin natural y que todo mejorará cuando se establezca en esta nueva fase, pero ese no es el significado real de una endemia.
Una endemia no es necesariamente buena. Y, en cualquier caso, tampoco implica que el final del coronavirus llegará pronto o de forma natural.
¿Opina entonces que las autoridades se están arriesgando?
El mayor riesgo es levantar el pie del pedal en la implementación de medidas de salud pública, dejar de intentar controlar el virus y pensar que las cosas mejorarán de forma natural.
Corremos también el peligro de relajarnos demasiado pronto y afrontar consecuencias inmediatas para la salud pública. Y, más a medio-largo plazo, enfrentamos el riesgo potencial de que el virus siga evolucionando y nos cause más problemas.
Entonces, ¿cuál sería la forma correcta de decretar el fin de la pandemia? ¿Qué necesitamos para que eso ocurra?
Es una pregunta difícil, ya que el fin de la pandemia no tiene el mismo significado desde el punto de vista social que desde el infeccioso.
Si el virus sigue teniendo el potencial de generar brotes impredecibles y esas olas siguen teniendo un alto costo para la salud pública, entonces no se ha acabado.
Hasta que no detengamos esa habilidad del virus de generar nuevas olas epidémicas o nos aseguremos que todo el mundo está protegido con altos números de vacunados, el fin no llegará.
La pandemia tampoco puede desaparecer por países. Debe terminar en el mundo entero.
Solo cuando se combinen estos factores se podrá definir el punto final.
Existe la creencia de que los virus tienden a mutar hacia versiones menos letales y de algún modo lo estamos viendo con ómicron. ¿Todavía hay espacio para que este coronavirus se vuelva más peligroso?
Absolutamente, sí.
Podríamos tener nuevas variantes que intrínsecamente sean más virulentas. No hay razón para pensar que eso no puede suceder.
También podríamos tener variantes con mayor capacidad para burlar la inmunidad adquirida, ya sea de forma natural o gracias a la vacunación. Tampoco hay razón para decir que esto no pueda pasar.
Si hay una circulación suficiente del virus, le estaremos dando demasiadas oportunidades evolutivas.
Si ya tenemos las vacunas y una variante más leve, ¿qué más podemos hacer entonces para defendernos?
Una de las mayores prioridades es que el mundo entero se vacune. Hay miles de millones de personas en el mundo que todavía no han recibido al menos una sola dosis de la vacuna.
Debemos asegurarnos de que la protección contra este virus sea más global de lo que actualmente es.
Mientras, lo que debemos asegurar es que no hay olas descontroladas del virus. Cualquier ola descontrolada, como dije, genera problemas inmediatos para la salud pública y más oportunidades para ver nuevas variantes.
Necesitamos trabajar juntos para que la circulación del virus esté bajo control. Podemos detenerlo.
Y, repito, asegurarnos de que hay una distribución más justa de la vacuna alrededor del mundo.
Desde el punto de vista de la recuperación económica y el cansancio de las personas ante dos años de restricciones, ¿qué tan optimista o pesimista es con que no bajaremos la guardia?
Mi mayor pesimismo viene de la habilidad de mostrar un enfoque más transnacional y solidario en términos del acceso a las vacunas. Tenemos que reforzar el argumento de la justicia y la cooperación global porque es muy importante.
En cuanto a los países occidentales, que tienen el lujo de tener altos niveles de vacunación y están relajando sus medidas, creo que la cuestión debe ser reformulada y pensar en qué medidas serían tolerables y sostenibles.
Creo que hay muchas restricciones que la gente tolera o incluso desea, que si se vuelven parte del diálogo entre autoridades, seré razonablemente optimista con lo que pueda pasar en el futuro.
Por ejemplo, ya nadie quiere restricciones en las actividades del día a día, pero hay cambios estructurales que podemos aplicar para que hagan su trabajo en la sombra: mejorar la ventilación de edificios, volver a implementar el uso de mascarillas en ciertos espacios si sube la circulación del virus o dar apoyo real a las personas que se aíslan en casa cuando enferman.
Pero parece que incluso eso último podría estar cerca de desaparecer. Reino Unido medita levantar el mandato de aislamiento en caso de dar positivo...
Creo que esto sería un gran error. Suprimir el aislamiento es un cambio de estrategia defectuoso.
Lo que necesitamos es tener conversaciones sobre mejores formas de aplicar los aislamientos.
Por ejemplo, asegurando que la gente pueda aislarse y se le efectúe el pago por enfermedad debido. A largo plazo esto es algo en lo que deberíamos trabajar en lugar de simplemente aplicar un mandato legal.
Desde el punto de vista económico, quedarte en casa si estás enfermo es una de las formas más fáciles de mejorar la situación con un relativo bajo costo y un alto nivel de aceptación individual.
De cualquier manera, ¿por qué la gente enferma debería ir al trabajo? Eso sin contar con el hecho de que porten un virus potencialmente letal para otras personas.
Se habla mucho sobre la necesidad y posibilidad de crear una vacuna que funciones contra todas las variantes. Hasta que eso pase, ¿piensa que de alguna forma estaremos 'condenados' a seguir recibiendo inyecciones? Eso también tiene un costo importante...
Nuestros datos son bastante limitados como para responder a esa pregunta con total confianza.
Ya sabemos que para ciertas vulnerabilidades como pacientes inmunodeprimidos, con trasplantes y cánceres, es necesario aplicar una cuarta dosis.
Si esta cuarta inyección se vuelve también necesaria para una mayor proporción de la población es algo que todavía requiere respuestas empíricas, pero si se determina necesario es muy probable que sí, que tengamos que movernos en esa dirección.
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