Por: Roberto Gutiérrez Alcalá
Los recientes incendios en la selva tropical de la cuenca del río Amazonas, en Brasil, han sido devastadores para la salud del planeta; en cuanto al rechazo de la ayuda ofrecida por el Grupo de los Siete (Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Canadá, Estados Unidos y Japón) para combatirlos, resultó inaudito...
“Fue un error que el presidente brasileño Jair Bolsonaro le diera más peso al diferendo personal que mantiene con el presidente francés Emmanuel Macron, que a los incendios en la Amazonia. Con esa actitud desestimó la importancia que esta región tiene no sólo para Brasil, sino también para el resto del mundo. Recordemos, además, que, como parte de su política, Bolsonaro ha impulsado la transformación de la selva de la cuenca del Amazonas para beneficiar a enormes corporaciones agrícolas y ganaderas”, dice Andrés García Aguayo, investigador del Instituto de Biología de la UNAM, adscrito a la Estación de Biología Chamela.
Desde hace tiempo, los incendios en la selva de la cuenca del Amazonas se han incrementado paulatinamente; sin embargo, este año, su número alcanzó una cifra por demás alarmante: cerca de 100 mil.
Catástrofe ecológica
Como consecuencia de esta catástrofe ecológica, en las últimas semanas se han emitido a la atmósfera terrestre ingentes cantidades de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, monóxido de carbono y metano, entre otros) que contribuirán a afianzar el cambio climático, con sus respectivas secuelas: aumento medio de las temperaturas y, por lo tanto, descenso de las precipitaciones.
Otra consecuencia de estos incendios es la pérdida irreversible de un sinnúmero de especies. Como se sabe, la Amazonia es una de las regiones con más biodiversidad del planeta: casi 30% de las especies se encuentran ahí, y no pocas de ellas son endémicas.
“Por ejemplo, se calcula que en la Amazonia podría haber más de 470 especies de árboles en una sola hectárea y más de 50 especies de hormigas en un solo árbol, sin olvidar a los más de 400 grupos étnicos que viven ahí, muchos de los cuales aún no han sido contactados”, indica García.
En opinión del biólogo universitario, esa inmensa pérdida de biodiversidad afectará, asimismo, los servicios ambientales que esa región del planeta nos presta a todos los humanos, como la absorción de monóxido de carbono y la emisión de oxígeno.
Regeneración lenta
En algunos experimentos a escalas pequeñas en los que se ha desmontado una parte de una selva, se ha visto que ésta tardaría en regenerarse entre tres y seis décadas.
“En este caso, no obstante, la regeneración de las zonas quemadas podría tardar hasta un siglo o más, todo depende de la extensión de los incendios, de qué tanto afectaron, y de las condiciones en que quedaron las zonas aledañas. Que se regeneren por sí solas las zonas quemadas es casi imposible. Es necesaria la ayuda tanto del gobierno brasileño como de otros países para llevar a cabo las actividades de regeneración ecológica que requieren. Por si fuera poco, que se recupere la estructura de una selva (compuesta por arbustos y árboles medianos y grandes, es decir, por lo que se conoce como sotobosque) no forzosamente significa que se haya recuperado su función”, señala García.
Chamela
Los recientes incendios en la selva de la cuenca del Amazonas acapararon la atención mundial porque esta región es considerada el principal pulmón del planeta. Sin embargo, también hay que tener presente que vastas regiones selváticas y boscosas de África, Asia, Oceanía, Estados Unidos, Canadá y México sufren incendios y deforestación todos los años.
“En su conjunto, los países megadiversos albergan 70% de la biodiversidad de la Tierra, pero también son los que están sujetos a las mayores tasas de incendios y deforestación. Por eso debemos estar al pendiente en todos lados, no sólo en la Amazonia, y reforzar las políticas contra los incendios y la deforestación”, advierte el biólogo de la UNAM.
Por lo que se refiere a la selva de Chamela, en Jalisco, que desde el 30 de diciembre de 1993 integra la reserva de la biosfera Chamela-Cuixmala, García comenta: “Me preocupa un poco. El huracán Patricia, que en 2015 golpeó con una fuerza descomunal la costa de Jalisco, entre otras del país, trozó o inclinó casi la mitad de sus árboles. De esta manera, el dosel arbóreo (las hojas de los árboles) disminuyó bastante, aunque posteriormente se recuperó en los árboles que quedaron en pie, y muchísima hojarasca se acumuló en el suelo, donde, además, hay troncos pudriéndose y secándose al sol, lo cual constituye una potencial fuente de combustible para que surjan incendios. Igualmente, con esta perturbación tan grande se abrieron en la selva innumerables espacios en los que otras plantas y otros animales propios de zonas perturbadas, como el zanate (Quiscalus mexicanus), ya han ingresado. Espero que no comience a haber incendios en Chamela. Ojalá esté equivocado, pero podría ser. Debemos tener mucho cuidado aquí, en Chamela, y en la región de la costa.”