El 15 de abril de 2019 la catedral de Notre Dame , quizá el templo católico más famoso del mundo, ardió.
Durante horas, la catedral de 850 años de antigüedad estuvo en llamas hasta que colapsó el techo y su icónica aguja central.
"Como todos nuestros compatriotas, estoy triste de ver que esta parte de nosotros arde", lamentó entonces el presidente Emmanuel Macron.
Las llamas entristecieron no solo a Francia, sino al mundo entero que ve en este templo gótico una obra maestra del arte y la arquitectura.
Cada año, Notre Dame recibía 13 millones de visitantes.
Construida entre 1163 y 1345 en la Île de la Cité, Notre Dame de París es una de las catedrales góticas más antiguas y la tercera más grande del mundo, después de las de Colonia (Alemania) y Milán (Italia).
En medio de la tragedia, sin embargo, un equipo de científicos está al menos intentando sacar algo positivo de entre el carbón y las cenizas.
“Gracias” al incendio, en la iglesia quedaron expuestas áreas a las que nunca se había tenido acceso.
Los expertos en estructuras, materiales y sustancias químicas, por ejemplo, tendrán acceso a bóvedas que no habían podido explorar, según le dice a BBC Mundo Aline Magnien, directora del Laboratorio de Investigaciones de Monumentos Históricos (LRMH, por su sigla en francés), la entidad del gobierno francés que lidera la reconstrucción de Notre Dame.
También podrán conocer más detalles sobre el sistema de construcción que se empleó hace más de 800 años, así como piedras y metales que quedaron expuestos tras las llamas y que hasta ahora no habían podido analizar.
“Entenderemos mejor cómo se construyó (la catedral) y también cómo se destruyó”, dice Magnien.
Esta inesperada oportunidad le permitirá a los investigadores revelar misterios sobre el origen de la catedral, la evolución del cambio climático en la región e incluso el impacto psicológico que el suceso causó entre los parisinos.
¿En qué consisten estas investigaciones y qué secretos están develando?
Las cenizas del “bosque”
Uno de los mayores tesoros arquitectónicos que consumió el incendio de Notre Dame era el llamado “bosque” en el techo de la iglesia.
Este “bosque” era una inmensa estructura de 100 metros de largo, 13 de ancho y 10 de altura, que formaba una especie de ático.
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En su construcción se emplearon cerca de mil 300 vigas de madera, cada una proveniente de un árbol distinto.
Se estima que algunos de estos árboles podían tener entre 300 y 400 años de antigüedad.
Una parte de ese ático se volvió cenizas y la otra yace carbonizada en el suelo de la nave, pero aún así es un tesoro de información para los investigadores.
Hasta ahora, con ayuda de robots, ya se han recopilado y catalogado cerca de mil piezas de madera en distinto estado de carbonización.
Según un artículo de la revista "Nature", las primeras observaciones ya confirmaron que el “bosque” estaba hecho de robles, pero los próximos estudios mostrarán de dónde provenían esos árboles, lo que a su vez permitirá aprender más sobre la silvicultura y la actividad económica en la Edad Media.
La madera también funciona como un “archivo climático”, según explica Martine Regert, arqueóloga biomolecular en "Nature".
“El análisis de oxígeno y carbono en los anillos (de los troncos) permite determinar la temperatura y la cantidad de lluvia a lo largo del tiempo”, dice Regert.
Con esos datos, los científicos podrán comparar el clima medieval de la región de París con el calentamiento producto de la actividad humana que experimentamos hoy.
Plomo en el aire
El tejado de la catedral que recubría el “bosque” fue construido en el siglo XIX y tenía una película protectora hecha de plomo, un material altamente tóxico.
Tras el incendio, entre los parisinos surgió el temor de que el vapor de plomo se esparciera y contaminara el aire de los barrios cercanos, en los que hay varias escuelas.
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En estudios posteriores, los investigadores del LRMH han podido concluir que las llamas no llegaron a los 1,700 °C, que es la temperatura a la que se evapora el plomo.
La mayor parte del plomo se derritió a unos 300 °C y se derramó a través de canaletas, formando estalactitas que ahora se ven colgando de las bóvedas, según explica en un artículo de la revista "Science" Aurélia Azéma, química metalúrgica del LRMH.
Pero Azéma y su colegas también afirman que en algunas áreas la temperatura pudo llegar hasta los 600 °C, un punto en el que el plomo se oxida en una especie de aerosol.
“Como si fuera un espray para el pelo”, dice Azéma. Una nube amarilla que se vio sobre la catedral durante el incendio permitió concluir que al menos una parte del plomo se había mezclado en el aire.
Eso es lo que los expertos saben hasta ahora, pero quieren ir más allá.
Por una parte, investigarán si las filtraciones de plomo del techo de la catedral han podido estar llegando y contaminando las aguas del río Sena que atraviesa París.
Algo similar harán con las muestras de plomo que se han encontrado en los barrios cercanos, para determinar si ese plomo proviene de la catedral o de otras fuentes de contaminación.
Estudiar el plomo de Notre Dame también les dará pistas sobre las minas de dónde fue extraído.
Para Magnien, la presencia del plomo es uno de los mayores desafíos que enfrentan en la restauración de Notre Dame.
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“Tenemos que limpiar las paredes y los objetos de la catedral antes de que podamos reabrirla al público”, dice Magnien. “Es un reto interesante…”.
Impacto emocional
La restauración de la catedral no ha estado libre de polémica.
Notre Dame está estrechamente ligada a los sentimientos de los franceses, por lo que ha habido controversia sobre cuál es la mejor manera de reconstruirla.
Ese debate técnico, con alta carga emocional, se convirtió en una oportunidad para que etnólogos y antropólogos estudien consecuencias menos tangibles del incendio.
Un grupo de investigadores del Instituto Interdisciplinario de Antropología Contemporánea de París (IIAC), por ejemplo, se ha dado a la tarea de entrevistar turistas, vecinos, donantes, guías, músicos que tocaban en la catedral y miembros de la iglesia para saber más sobre el efecto psicológico que pudo causar el incendio, cómo ha cambiado la actitud de ellos hacia la catedral y cómo se organizan para velar por su futuro.
“Notre Dame no es solo un monumento”, le dijo a la revista "Science" Sylvie Sagnes, etnóloga de la IIAC. “Después del incendio la gente sigue implicada emocionalmente”.
El futuro
Los planes del gobierno y del LRMH eran reabrir Notre Dame en 2024…pero llegó el coronavirus.
Siguiendo las medidas de prevención, se suspendieron los trabajos.
“No sabemos cuándo volveremos”, dice Magnien.
Eso, sin embargo, no les resta entusiasmo a los investigadores, quienes creen que al finalizar los trabajos de reconstrucción, la iglesia podrá verse más hermosa e imponente que antes del incendio.
Al limpiar el plomo, por ejemplo, también estarían removiendo la suciedad causada por años de tráfico de automotores y las visitas de las personas.
Ninguna de las pinturas sufrió daños, pero, según dice Magnien, serán limpiadas y restauradas, al igual que sus famosos rosetones de vidrio.
Sobre el futuro de la aguja, que se derrumbó en el incendio, sí que hay incertidumbre.
“Todavía no sabemos (qué ocurrirá con la aguja)”, dice Magnien. “Todo depende de las opciones de restauración”.
Magnien, sin embargo, es optimista.
“¡Notre Dame será tan hermosa como antes, quizás más!”, dice. “Será más limpia y luminosa”.
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