A nivel doméstico es poco probable que se desperdicien productos como el jitomate, pues aunque pierdan un poco la lozanía, siguen siendo parte de salsas y condimentos que acentúan el sabor de numerosos guisos en todo el mundo. En comercios, mercados e industria la historia es diferente.

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La insoportable fragilidad del jitomate

En un reciente estudio de McKinsey & Company se presenta al jitomate como uno de los productos agroalimentarios que más pérdidas sufren, ya que se desechan entre 50 y 75 millones de toneladas de producto anualmente. Al estudiar su cadena de valor, los expertos señalan que dos tercios del desperdicio en la cosecha, en realidad son productos comestibles y podrían redirigirse de manera segura al consumo humano, destinando el tercio restante a usos alternativos. Esto supondría un ahorro de 40 millones de toneladas de jitomate cada año e, incluso, la reducción de un 80% de las emisiones de CO2 asociadas a su cultivo e impacto como desechos.

Según cifras de la FAO, 14% del desperdicio de alimentos se produce entre la recolección y la venta, pero en realidad un tercio del alimento producido en el mundo se pierde o se desperdicia.

Ajustando la frase de Milan Kundera, la insoportable levedad del jitomate es sólo un ejemplo de las líneas de producción, consumo y desechos del mundo global contemporáneo. Cambiar la óptica de que el desperdicio y la pérdida de alimentos son evitables en gran medida, podría reducir los costos económicos, ambientales y sociales de la producción de nuevos productos, pero la historia no es tan sencilla.

Los países más industrializados son los que muestran menos compromiso en evitar el desperdicio de alimentos. En muchas partes del mundo, los desechos orgánicos representan hasta tres cuartas partes del flujo de desechos. En Estados Unidos hay una cultura ligada al desperdicio de alimentos; sin embargo no todos los países industrializados toman este camino. Suiza ha logrado reducir el desperdicio de comida de 130 kilos anuales por persona a menos de 11.

También se experimenta con innovaciones para “prolongar la vida” de los alimentos, como el caso de conservadores, bioplásticos y envases orgánicos. Otra opción la constituyen los alimentos impresos; es decir, desperdicios de comida que pasan por un proceso de secado y horneado para imprimir nuevos bocadillos. Esto es factible con el pan y algunas frutas y verduras que conservan nutrientes y sabor con un nuevo aspecto.

Después de apelar a la conciencia (y a la imaginación) sobre el valor en la producción y consumo de los alimentos, la segunda parte para minimizar el impacto sería la utilización de los desechos. Darles una nueva oportunidad a los desechos orgánicos de servirle al hombre y a la Tierra que habita, pues la ausencia de tratamiento específico para los desechos orgánicos, genera impacto social y económico. Su descomposición produce gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global, contaminan suelos y cuerpos de agua debido a la generación de lixiviados.

Los desechos orgánicos son todo lo que se produce a partir de materia vegetal y animal que se tira a la basura. En los países más industrializados los desechos orgánicos representan aproximadamente tres cuartas partes del flujo de total desechos. En Latinoamérica, la generación de estos desechos ronda el 50%.

La falta de más acciones concretas en la gestión mundial de basura tiene un alto costo para la salud humana, la economía y el medio ambiente. Según el último reporte del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se espera que que este costo supere los 600 mil millones de dólares anuales en 2050.

La composta es uno de los métodos más sencillos y efectivos de convertir la basura orgánica en materia útil. Es el resultante de la descomposición de residuos orgánicos en condiciones controladas para producir una sustancia similar a la capa de tierra más fértil de algunos suelos. Microorganismos beneficiosos acompañan a los siete elementos que vuelven al suelo a través del compostaje: C, O, N, P, K, S, Ca.

Las nuevas tendencias en la implementación del compostaje de biorresiduos se enfocan principalmente en nuevos usos de materiales, estrategias para la reducción en las pérdidas de nitrógeno, desarrollo de estudios de biodegradabilidad aerobia, así como análisis y perfeccionamiento de modelos para predecir condiciones del proceso.

Corea del Sur es el país que está más cerca del cero en la producción de desechos orgánicos, pues genera altas multas para quien no logre la separación de basura y reciclaje de lo orgánico. La conciencia cuesta y mucho, las multas económicas aplican para hogares e industria y los resultados son envidiables. Este país asiático está a punto de no generar desechos orgánicos, todo es utilizado.

En otros horizontes geográficos, Dinamarca es líder en la generación de energía a través de desechos orgánicos. Los desechos orgánicos contienen gran cantidad de sustancias orgánicas que poseen hidrocarburos, consideradas un recurso potencial en lugar de un desecho contaminante. El número de plantas de biometano en Europa ha aumentado 51% en los últimos cinco años.

Investigación nacional e internacional

En México, se generan alrededor de 56 mil 427 toneladas de desechos orgánicos al día. Existen varios grupos de investigación enfocados en la optimización de estos recursos. El aprovechamiento de la biomasa de distintos desechos orgánicos es uno de los objetivos de los proyectos de investigación que Mario Vizcarra Mendoza, Con más de 45 años de trabajo en el Laboratorio de Catálisis y Materiales Avanzados de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), busca contribuir a la generación de economías circulares.

Los estudios del Laboratorio de Catálisis y Materiales Avanzados de la UAM están enfocados al aprovechamiento de distintos tipos de desechos orgánicos para la obtención de fuentes energéticas, como el carbón activado, material utilizado en industrias como la farmacéutica y cosmética. Uno de los puntos focales de sus investigaciones se ha apoyado en los desechos de la industria juguera, que produce aceites esenciales de alto valor comercial.

En el caso del jitomate, sus desechos pueden ser utilizados para la obtención del licopeno, un pigmento orgánico con un valor farmacéutico muy importante. Otras investigaciones nacionales están enfocadas en los desechos integrales del caña de azúcar, aceituna y coco.

Los desechos del coco son materia útil de muchos otros productos, por ejemplo, con la celulosa es un material resistente que da estructura a las plantas y se puede convertir en textiles. Hoy en día se trabajan varias alternativas al cuero utilizando la celulosa extraída de residuos de alimentos reciclados. Se aprovechan las bacterias que produce la celulosa para crear cuero de coco.

Las bacterias se alimentan del agua y producen un gel de celulosa, que también forma parte de la gastronomía en la India. Este gel de celulosa se refina y combina con otros materiales naturales para hacer un “cuero” maleable.

Una empresa que ha llevado a buen puerto esta idea es Malai, que ha desarrollado un proceso que utiliza el agua de coco desperdiciada por los productores de coco en el sur de la India para cultivar celulosa bacteriana.

El proceso comienza con la recolección de agua de coco maduro de las unidades de procesamiento de coco locales. Esta agua se esteriliza y enriquece con nutrientes y alimenta al tipo de bacteria que fermenta en ella y produce celulosa bacteriana. Este proceso tarda entre 12 y14 días. Después de la cosecha, la película se enriquece con fibras naturales de tallos de plátano y cáñamo, Finalmente, se aplican recubrimientos con base de aceite natural biodegradable y tintes vegetales para la coloración.

Las fibras de celulosa extraídas de diferentes plantas se pueden también combinar con fieltro y otros materiales para hacer un material elástico.

Otro ejemplo de estas empresas emergentes con impacto internacional es Frumat. Diseñadores de Bolzano, Italia. Ellos utilizan la celulosa de manzana mezclada con poliuretano, para crear una alternativa al cuero.

Es así que a partir de residuos industriales biológicos se crean productos como cartón de manzana (materiales de papel para papelería y embalaje) y piel de manzana (material para la industria de la moda, encuadernación y mobiliario).

El 1% más rico de la población mundial emite más gases de efecto invernadero que el 50% más pobre. Los desechos orgánicos también participan en la ecuación, aunque a veces se tenga una falsa idea de que lo biodegradable simplemente desaparece sin dejar huella. Al reciclar la basura orgánica, evitamos la liberación de metano, un gas de efecto invernadero que puede ser hasta 25 veces más potente que el dióxido de carbono en la atmósfera. La séptima reunión de la Asamblea de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente tendrá como tema central promover soluciones sostenibles para un planeta resiliente; uno de los platos fuerte será mostrar los avances de soluciones más eficaces para el manejo de los desechos.

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