2022 ha sido, sin duda, el año del espacio: nos hemos maravillado con las imágenes del telescopio James Webb y hemos visto el agujero negro de nuestra galaxia pero, sobre todo, hemos vivido momentos históricos en la carrera global por la conquista del espacio.
Varios de esos momentos tuvieron lugar durante la misión Artemis I , la primera fase de un programa de la NASA que, como el Apolo, tiene como objetivo la Luna, esta vez para establecer una base desde la que viajar a Marte.
La misión -experimental no tripulada- debía probar si la cápsula Orión puede llevar y traer astronautas a la Luna de manera segura. Lo hizo, y con nota.
El otro objetivo de la misión era probar el nuevo cohete estrella de la NASA: el Sistema de Lanzamiento Espacial ( SLS ), el más potente de la historia gracias a cuatro motores RS-25 y dos propulsores, que le dan un 15% más de potencia de la que tenían los Saturno de las misiones Apolo.
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Tras varios aplazamientos por razones técnicas y meteorológicas, el cohete despegó por fin el 16 de noviembre. Cargado con la nave Orión, tres maniquíes experimentales y dos peluches (Snoopy y la oveja Shaun), el gigante SLS ponía rumbo al espacio desde Cabo Cañaveral (Florida).
Volvíamos a la Luna. Fue un momento histórico que desbordó las redes sociales.
Cinco días más tarde, la nave Orión llegaba al satélite y empezaba a circunnavegarlo en sentido contrario a su órbita. Su viaje le llevó hasta la mayor distancia que una nave espacial ha alcanzado jamás: a 430 mil kilómetros de la Tierra. Segundo momento histórico.
Veintiséis días después de iniciar el viaje, Orión amerizaba en el Pacífico después atravesar la atmósfera terrestre a más de 2 mil 800 grados celsius. Había completado con éxito un viaje de ida y vuelta a la Luna. Tercer momento histórico.
Tras esta primera misión, la NASA lanzará, en 2024, el Artemis II -esta vez con tripulación- y un año más tarde el Artemis III, en la que un equipo de astronautas, entre ellos una mujer, pisarán el suelo lunar 53 años después de Neil Armstrong .
Una carrera por el espacio global
A bordo del SLS viajaba también Omotenashi, la sonda más pequeña del mundo (de 11 centímetros de alto, 24 de ancho y 37 de alto), una misión de la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA) que debía estudiar la radiación solar entre la Tierra y la Luna para preparar el camino de la exploración lunar en futuras misiones tripuladas.
Lamentablemente, Omotenashi no consiguió comunicarse con la Tierra para corregir su trayectoria y alunizar.
Y en los próximos días sabremos si Danuri, una sonda surcoreana de 550 gramos de peso, tuvo más suerte y pudo situarse en la órbita de la Luna, desde donde tiene previsto buscar lugares de alunizaje para futuras misiones.
Y es que, cada vez más países se interesan por el espacio, aunque uno ha destacado por encima de todos: China, que tras varios años apostando fuerte por su programa espacial, empieza a recoger los frutos.
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Entre otras hazañas, el gigante asiático ha logrado alunizar una sonda (Chang'e 4) en la cara oculta de la Luna -nadie más lo ha hecho-, y situar un rover de exploración en Marte (Tianwen-1), algo que solo han conseguido Estados Unidos y la antigua URSS.
Su último éxito ha sido la estación espacial Tiangong ("Palacio celestial"), más pequeña y tecnológicamente mucho más avanzada que la Estación Espacial Internacional (EEI), a la que por seguridad militar tiene vetado el acceso.
Tiangong, construida en menos de dos años, operará los próximos 15 años a unos 400 kilómetros de la superficie terrestre y, como sus predecesoras, la MIR y la EEI, servirá de laboratorio espacial.
Armageddon, sin Bruce Willis
Pero, sin duda, la misión más mediática del año ha sido DART , uno de los diez avances científicos del año seleccionados por la revista Science.
La misión pretendía -y conseguía por primera vez en la historia- desviar la trayectoria de un asteroide, como en 'Armageddon' pero sin Bruce Willis.
El asteroide, Dimorphos, giraba en torno a otro más grande (Didymos) en 11 horas y 55 minutos. Tras el impacto de DART, su órbita era 32 minutos menor.
DART, que no pretendía explotar el asteroide en millones de pedazos, sino modificar su trayectoria, fue un éxito y un gran avance para la defensa planetaria y para futuras infraestructuras como la Gateway, la estación espacial permanente que la NASA quiere construir en la Luna.
Observando las maravillas del cosmos
Y mientras estas misiones se lanzaban a la conquista del espacio, los telescopios nos mostraban los misterios y maravillas del cosmos.
La primera imagen con la que el James Webb -el telescopio espacial más grande de la historia- deslumbró al mundo fue con la Gran Nube de Magallanes. Fue en julio, solo seis meses después de llegar al espacio plegado en el interior de un cohete Ariane 5.
Al llegar a su destino, a casi dos millones de kilómetros de la Tierra, desplegó el enorme parasol (del tamaño de una pista de tenis) que mantiene a todos los instrumentos a -266º C, la temperatura necesaria para que el telescopio pueda detectar la luz infrarroja.
Gracias a su equipación de última tecnología, esta máquina del tiempo puede observar objetos fríos y muy lejanos, ver cómo se formaron las primeras galaxias, estrellas y sistemas planetarios, y analizar la composición y las propiedades físicas de exoplanetas y de los objetos que están detrás del polvo.
El Webb, que para la revista Science ha sido el avance científico del año, lleva pocos meses en activo pero ya ha producido gran cantidad de resultados científicos extraordinarios que ya están cambiando nuestra imagen del universo.
La otra gran instantánea del cosmos nos la mostró el equipo científico del Telescopio Horizonte de Sucesos que, tres años después de publicar la primera imagen de un agujero negro (el M87*), captaba una nueva e impactante: la de Sagitario A*, el agujero negro supermasivo del centro de la Vía Láctea.
Emocionante, histórico, extraordinario o revolucionario son algunos de los calificativos utilizados por los investigadores responsables de este hallazgo, que se dio a conocer en varias ruedas de prensa simultáneas en todo el mundo.
Definitivamente, 2022 ha sido un gran año para el espacio.
Por Elena Camacho
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