Flotan sobre el mar conformando mullidos ecosistemas marinos. Sargassum natans tiene tallos largos y hojas angostas, mientras que Sargassum fluitans tiene tallos cortos y hojas anchas, pero ambas especies de macroalgas tienen en común pequeñas vesículas llenas de aire. Mediante estas estructuras se mantienen sobre la superficie del océano dibujando enormes manchas de tonalidades pardas y doradas que se convierten en un problema de múltiples aristas en el momento de su arribo estacional a las costas del Caribe y Golfo de México. Justo este mes de marzo inicia su llegada y las predicciones apuntan a una biomasa 30% superior que la detectada el año pasado.
Las poblaciones de sargazo son uno de los múltiples focos de estudio científico que comparten Francia y México, pues es un problema en común que se vive en las islas francesas y costas mexicanas en el Caribe. En el marco de la celebración de 200 años de lazos diplomáticos entre ambas naciones, que se celebra en 2026, se gesta un conjunto de proyectos culturales y científicos mediante los que ambas naciones buscan dar pasos en conjunto para fortalecer estos vínculos.
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Sobre las olas
Francia y México buscan proteger los frágiles ecosistemas marinos de toda la región del Caribe que ha recibido desde hace más de una década el impacto del sargazo y cuya problemática alcanza otros puntos geográficos aún más distantes como el sur del continente y costas africanas. Para conocer mejor los retos que impone el manejo de estas macroalgas se realiza una investigación multidisciplinaria en la que participa el Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo (Institut de Recherche pour le Développement-IRD) y tres instituciones mexicanas: el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional Cinvestav-Mérida, la Universidad Autónoma de Yucatán y la Agencia de Transformación Digital y de Telecomunicaciones ATDT (antes Agencia Espacial Mexicana).
El doctor Daniel Robledo Ramírez, especialista en biotecnología de las plantas marinas e investigador del Departamento de Recursos del Mar del Cinvestav-Mérida, señala que la investigación binacional está integrada por varios proyectos. Uno de ellos estudia la trayectoria de las plantas en el Atlántico tropical. Los factores biológicos y oceanográficos que determinan el camino de las plantas sobre la superficie del mar pueden ayudar a desarrollar necesarios mecanismos de control y contención, pues las zonas de arribo tienen implicaciones económicas a nivel global.
Además de las herramientas de monitoreo satelital, se realiza monitoreo in situ. “Para la parte de monitoreo en campo se desarrolló la aplicación móvil SargaZoom, un mecanismo para que los usuarios puedan identificar, mediante fotos, las especies de sargazo”, señala y agrega que la app se encuentra disponible en tres idiomas (español, francés e inglés) y próximamente estará disponible en portugués.
La plataforma funciona como un sistema de ciencia ciudadana para recabar datos sobre arribos mediante descripciones morfológicas y datos sobre estacionalidad que pueden ayudar a integrar información sobre el trayecto e impacto de las algas en diferentes puntos globales como las costas francesas (en sus islas del Caribe), México, Brasil, y Costa de Marfil, en África.
El especialista señala que se han identificado tres especies del género Sargassum (S. fluitans, S. natans y S. natans VIII), que llegan a costas mexicanas. “Se trata de especies que se mantienen en la superficie oceánica mediante vesículas de flotación a diferencia de otras que viven fijas en el fondo del mar”, afirma y agrega que hay una combinación de factores que inciden en su desarrollo, como la radiación y los nutrientes, como por ejemplo los vertidos mediante las descargas de ríos que van impactando en su trayectoria, desde el río Congo en África hasta el Amazonas en Brasil.
Aparentemente otra parte de los nutrientes es tomada de la degradación de las algas que a su vez alimentan a otras en crecimiento. Las grandes poblaciones de sargazo interfieren en la transmisión de luz hacia abajo de la columna de agua, afectando en especial a los pastos marinos, pero también hay otras afectaciones como arrecifes y ecosistemas circundantes. Cuando el sargazo se descompone, consume grandes cantidades de oxígeno causando anoxia, lo cual eliminará a otras especies.
Diversos retos científicos
Robledo dice que aún existen muchas incógnitas sobre la fisiología de la planta que es necesario desentrañar para lograr entender no sólo las dinámicas presentes del sargazo, sino las futuras. “En ensayos preliminares el factor temperatura ha sido fundamental par a entender su desarrollo. Se ha observado que se trata de especies resistentes a cambios de temperatura, pero también se ha visto que a muy altas temperaturas dejan de crecer”, señala y agrega que esto podría crear interrogantes sobre su existencia en un planeta que sufre los embates del cambio climático y cuyas temperaturas oceánicas son cada vez más altas, pero aún faltan muchos otros factores que resolver.
Tomando en cuenta los conocimientos básicos que se tienen sobre el sargazo, así como esos vacíos de información aún pendientes, el proyecto busca indagar de manera integral en qué es lo que está presente en la literatura científica y cuáles son los próximos retos.
Este es uno de los objetivos del seminario que se organizará el 5 y 6 de marzo en la CDMX, donde se espera que participen diferentes actores sociales relacionados con la presencia de la macroalga en costas mexicanas, como científicos, organizaciones civiles, empresas e integrantes del sector gubernamental.
El especialista asegura que el efecto más evidente de la presencia de sargazo en las playas lo tiene la industria turística, pero es importante detectar las afectaciones en las diferentes comunidades costeras, desde pescadores hasta los encargados de retirar esta biomasa, como las mujeres sargazeras. “El primer registro de arribazones en el Caribe comenzó en 2011 y en México en 2014-2015”, señala el entrevistado y apunta que las temporadas de llegada de algas a la costa son entre marzo y abril, mostrando su mayor abundancia entre julio y agosto. Su presencia decrece hasta el mes de noviembre, pero los huracanes y otros fenómenos climatológicos ponen los acentos en las tendencias.
“El siguiente paso son colaboraciones internacionales con otros países, no sólo Francia, pues son temas marítimos que también tienen que ver con otros lugares, como Países Bajos y Reino Unido. No es un problema regional, es global”, señala subrayando que por lo pronto es necesario poner el foco en qué realmente se conoce y qué falta para poder generar propuestas concretas de investigación sobre el que también ha sido llamado “el oro marrón” por sus posibilidades de explotación. “Se ha trabajado el tema de manera dispersa y hay cosas que asumimos, pero no han sido evaluadas; así que este tipo de trabajos ayuda a ir afinando la puntería”, concluye el investigador.
Las alianzas siempre reditúan y además del sargazo, entre los acuerdos binacionales de cooperación científica entre Francia y México sobresalen otros proyectos. En Yucatán, se trabaja en un estudio para entender el desarrollo de nuevas pandemias, focalizado en en los ciclos de transmisión del dengue y la enfermedad de chagas. La arqueología es otro tema que une a estos dos países en diversos proyectos de investigación, como la recuperación del patrimonio sonoro maya a través de la digitalización y conservación de instrumentos conservados en el Museo Nacional de Antropología. Otro proyecto busca determinar las causas del colapso de Teotihuacan, centrándose en nuevas pistas en el sitio arqueológico Hacienda Metepec.
Especialistas de México y Francia contribuyeron recientemente a la creación del Telescopio Colibrí, ubicado en el Observatorio Astronómico Nacional de San Pedro Mártir (OAN SPM), Baja California, del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM. Las posibilidades de explorar el espacio con nuevas ventanas de entendimiento se abren con un nuevo instrumento capaz de detectar con rapidez destellos de rayos gamma, fenómenos explosivos de corta duración en el Universo. Se producen alrededor de 600 publicaciones científicas en conjunto en torno a diferentes temáticas. La ciencia siempre ha sido un punto de encuentro entre Francia y México, alianza que hoy busca escribir nuevos capítulos tras dos siglos de historia compartida.