Por: Fernando Guzmán Aguilar
La piel humana es un ecosistema con muchos “socios” que han vivido y evolucionado en ella desde antes de que fuéramos Homo sapiens. Dos de ellos, habitantes habituales de ese territorio cutáneo del tamaño de una toalla grande (en un adulto mide aproximadamente dos metros cuadrados, son Demodex folliculorum y Demodex brevis.
“Ambos son ácaros, pertenecientes a una subclase de arácnidos, como la garrapata y el arador de la sarna (Sarcoptes scabiei). Sin embargo, a diferencia de sus parientes, son normalmente inocuos”, dice Rodolfo Acuña Soto, investigador del Departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina y profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde imparte la materia Geografía Médica.
Desde la aparición de los humanos primigenios, estos saprofitos (organismos que obtienen su energía de materia orgánica muerta o de los detritos desechados por otros seres vivos) sólo viven y se reproducen en nuestra piel.
“La mayoría de las personas tiene Demodex folliculorum que, como su nombre lo indica, vive en el folículos pilosos; una segunda especie se denomina Demodex brevis y vive en las glándulas sebáceas. A los dos les encanta la grasa humana y el suero diluido que alimenta a las células de la dermis”, apunta el investigador universitario.
Ambos se encuentran en las partes más expuestas de la piel, como la frente, donde les da el aire fresco y, en el caso de Demodex brevis, también en las glándulas de Meibomio, que secretan un lubricante para los párpados y la conjuntiva.
“Cuando se reproducen en exceso, causan blefaritis, que es la inflamación de los párpados. En la raíz de las pestañas brota un poco de sebo de color blanco. La blefaritis puede llegar a ser un problema muy molesto, pero por fortuna contamos con varios tratamientos eficaces contra ella”, asegura Acuña Soto.
Aunque no son un factor causal, Demodex folliculorum y Demodex brevis se encuentran con más frecuencia en la rosácea, una inflamación cutánea crónica más común entre las mujeres.
Ectoparásitos
Casi no hay reportes de Demodex folliculorum y Demodex brevis en la región de los genitales. No obstante, en el vello púbico ocasionalmente se halla el piojo del pubis (Pthirus pubis), conocido también como ladilla, que, junto con el piojo de la cabeza (Pediculus humanos capitis) y el piojo del cuerpo (Pediculus humanus corporis), atacan a los humanos.
“El piojo del cuerpo está asociado al tifo epidémico. Prolifera cuando hay hambrunas, migración forzada y refugiados de guerra que no pueden bañarse ni lavar su ropa. El tifo epidémico, causado por la bacteria Rickettsia prowazekii que transmite el piojo del cuerpo, puede ser mortal en 15% de los casos. En el pasado fue muy frecuente en México, ahora es muy raro”, asegura Rodolfo Acuña Soto.
Barreras protectoras
Nuestra piel también es hogar de una enorme diversidad de bacterias que viven de los detritus de las células descamadas. Muchas se agrupan en colonias (solas o en interacción con otras) y forman barreras protectoras contra bacterias dañinas como Firmicutes, Proteobacterias, Bacteriodetes y Actinobacterisa.
“Se localizan en el cuero cabelludo, la espalda, las axilas, la región genital, las plantas de los pies... Dispersas en cualquier parte del cuerpo, todas coexisten con bacterias potencialmente dañinas, como Streptococcus y Sthaphylococcus”, añade el investigador universitario.
Algunas, muy pocas, pueden estar relacionadas con el surgimiento de abscesos. Con todo, la mayoría de las enfermedades de la piel no son ocasionadas por la flora bacteriana normal.
Varían también de población a población. Quienes viven en la Amazonia tienen en la piel una flora bacteriana diferente de quienes radican en la Ciudad de México, Nueva York o el Ártico.
“Son familias de bacterias comunes, pero las especies en particular pueden variar considerablemente”, finaliza Acuña Soto.