México no tiene elementos ni la capacidad para compensar o tratar de minimizar los daños de la crisis del coronavirus como otros países desarrollados, coincidieron analistas.
El ajuste del tipo de cambio flexible ha sido la variable que absorbe los efectos de este choque que se espera temporal, mientras Hacienda y Banco de México responden con medidas paliativas, consideraron.
Para algunos, México no da palos de ciego, porque se enfrenta la situación con las herramientas disponibles y con un tipo de cambio que se lleva la peor parte; para otros, vamos por el camino equivocado para navegar sobre aguas turbulentas.
Consultados por EL UNVIERSAL sobre si estamos preparados en comparación con 2009, cuando se juntó la crisis financiera de las hipotecas subprime y la influenza, anotaron que en ese entonces había certidumbre jurídica para las inversiones, y hoy no.
Destacaron que a diferencia de 2009, hoy estamos frente a un virus que se convirtió en pandemia global con un efecto diferente a la crisis financiera que se desató con la quiebra de Lehman Brothers.
No necesariamente va a generar destrucción pues se trata de un choque transitorio, advirtieron. Habrá un freno súbito, pero la reactivación será rápida, porque la naturaleza de la crisis es diferente, explicaron.
Mirada desde NY
Desde Nueva York, el jefe de investigación Económica para América Latina de Barclays, Marco Oviedo, ve la situación de México difícil, pero no perdida.
Comentó que el banco pronostica una contracción de 2% para la economía mexicana en 2020, por lo que será inevitable la recesión.
Es de los que confía en que será un choque temporal, pero cree que falta una estrategia fiscal con estímulos, aunque sean limitados, para apoyar a las empresas afectadas y minimizar los efectos sobre el empleo.
Advirtió que los choques derivados de la pandemia atacan a México por diferentes frentes, por la naturaleza de la economía que es abierta y diversificada, en el que la actividad manufacturera y el turismo serán los que más lo resentirán.
Oviedo dijo que el Banco de México tiene herramientas para estabilizar el peso, pero preocupa la ausencia de una estrategia fiscal para apoyar a las empresas.
Camino equivocado
Para el profesor del ITAM, Isaac Katz, el Covid-19 nos agarra en mal momento porque venimos de un estancamiento en el que la inversión privada se cayó y con finanzas públicas estructuralmente débiles.
Sobre si estamos preparados, estimó que dependerá de las decisiones de política económica, porque si se insiste en que el petróleo será palanca de desarrollo y siguen inyectándole recursos a Pemex, no tiene sentido refinar y menos construir un complejo como Dos Bocas.
Si comparamos 2009 con la gran recesión y la epidemia del AH1N1, nos afecta la ausencia de certidumbre jurídica hacia la inversión privada. Generar certidumbre a la inversión privada es lo único que nos sacará de la crisis del coronavirus.
La recuperación
Raúl Feliz, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), destacó que nos tiene en jaque una pandemia global desatada por un virus que obliga a parar la actividad económica para limitar el daño.
“Es inevitable hacer una comparación con la crisis de 2009; sin embargo, son diferentes”, matizó.
Puso de manifiesto que el efecto puede ser similar porque habrá una contracción de la economía que nos llevará a una recesión, pero fue derivado de una crisis en Wall Street que quebró parte de la infraestructura y la intermediación financiera en el mundo, y hoy es diferente.
Afirmó que en esta ocasión nos levantaremos más rápido porque la naturaleza de la crisis es diferente.
El académico dijo que será inevitable que la economía mexicana sufra una recesión este año. La gran pregunta, planteó, es qué tan negativo será el crecimiento, ya que los más optimistas calculan que será una caída de 1% y los pesimistas prevén una contracción de 4%.
Mencionó que mientras los bancos centrales de otros países toman acciones extraordinarias y agresivas, nosotros carecemos de esto.
Feliz comentó que se han usado los instrumentos que hay, uno de ellos el tipo de cambio flexible, cuyo ajuste absorbe los efectos y para controlar una corrida de capitales.
“La depreciación del peso ha evitado que perdamos reservas internacionales que pudiera generar un desequilibrio macroeconómico; sería un error usar esas reservas y las que podamos pedir prestado para financiar la salida de capitales, creo que habría que dejar que el peso se devalúe lo necesario”, ponderó.
En la parte fiscal, esperaría que se flexibilice el pago de impuestos, “el gobierno tendrá que aceptar dada la caída de ingresos, programar déficits mayores”.