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La desigualdad y la brecha de género que existe todavía frente a los hombres no está próxima a acabarse. Después de décadas en las que se ha luchado por un cierre en la brecha entre ambos sexos, las desigualdades siguen saltando a la vista desde distintas trincheras. La económica no es la excepción. Ellas acceden con más dificultad a productos crediticios —su inclusión financiera es todavía un pendiente—, tienen una menor educación financiera y debido a sus condiciones muy particulares (como el trabajo en el hogar o una menor formación académica) que las colocan en una posición desventajosa, no sólo frente a los hombres sino que las priva del acceso a oportunidades y a estabilidad económica.
La conclusión del Reporte Nacional de Inclusión Financiera sobre esta brecha es muy significativa: “Los principales resultados de los indicadores disponibles señalan la existencia de una brecha de género en las cuatro dimensiones que conforman la inclusión financiera: acceso, uso, educación financiera y protección al usuario”.
¿Por qué importa que las mujeres están menos incluidas en el sistema financiero? Porque la inclusión financiera está relacionada de manera positiva con el crecimiento económico y la estabilidad financiera, según explica este análisis. Es decir, a más educación y acceso a productos financieros, los individuos pueden cuidar y hacer mejor uso de su dinero.
Se han dado pasos, pero no han sido suficientes. “A pesar de los avances que se han logrado a nivel general en esta materia, las mujeres siguen estando sobrerrepresentadas dentro de los adultos excluidos o subatendidos del sistema financiero en México, al igual que en el resto del mundo”, diagnostica el reporte.
Las condiciones marcan
Las circunstancias de muchas de las mujeres mexicanas influyen en su manera de pensar y de actuar con respecto al dinero. Por ejemplo, dedicarse de manera exclusiva a las tareas del hogar, lo cual, 60% lo hace, según la encuesta Ahorro y futuro: Una perspectiva de género, realizada por la Asociación Mexicana de Afores (Amafore). “Esto puede suponer un obstáculo para el ahorro, la toma de decisiones sobre los ingresos en el hogar, la inclusión financiera e incluso la comprensión de algunos conceptos financieros básicos”, explica la Amafore.
Que las mujeres sigan trabajando exclusivamente en las labores del hogar hace que todo su contexto económico y su comprensión al respecto se restrinja de manera notable. Es importante decir que las diferencias entre hombres y mujeres se hacen menos patentes a medida en la que aumenta el nivel socioeconómico. En los niveles socioeconómicos más elevados no hay diferencias entre hombres y mujeres (87% ahorra de manera formal), mientras que conforme va bajando la clase las diferencias se vuelven más pronunciadas: 55% de los hombres, frente a 48% de las mujeres ahorran.
“Esto da lugar a la hipótesis de que las diferencias entre géneros se presentan de manera más pronunciada cuando se conjugan con otras desigualdades sociales”, sostiene el estudio. Dedicarse sólo a la casa y tener bajos recursos las hace más vulnerables.
Este análisis encontró que las motivaciones que impulsan a tomar las decisiones económicas son distintas entre hombres y mujeres y reflejan la manera en la que cada sexo “construye sus identidades y su participación en sociedad”: mientras los hombres tienden a pensar más en sí mismos, ya sea en su futuro, retiro o diversión, las mujeres piensan en los demás como una extensión de sus actividades del día a día.
Es importante que esto cambie porque la totalidad del contexto al que se enfrentan las mujeres las hace más vulnerables. Se necesita incorporarlas en el mercado laboral y hacer más equitativo el trabajo del hogar, el cual desde hace muchos años debería ser de todos.
En este sentido, una de las conclusiones del estudio de la Amafore es bastante significativa: “Es necesario avanzar en la transformación de la división sexual del trabajo, lo que implica desgenerizar el espacio doméstico y el espacio público”. No sólo es necesario que las mujeres se incorporen más al mundo del trabajo, sino también que las responsabilidades domésticas se compartan con el hombre, lo cual le permitiría su mayor empoderamiento.
Entre las muchas esferas en las que esto afecta su desarrollo está la del emprendimiento. Varios estudios apuntan a que la principal causal de fracaso de los negocios no es la falta de recursos —que si bien es un problema—, sino que las mujeres se tengan que hacer cargo de las labores domésticas, sobre todo en aquellos negocios fundados por mujeres de escasos recursos, según encontró el estudio Mujeres emprendedoras de bajos ingresos: Fracaso y empoderamiento, realizado por el Failure Institute.
Por supuesto, esto afecta directamente su bienestar económico y limita el acceso a productos financieros. En cuanto a esto último, según los números del reporte realizado por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, el porcentaje de mujeres que tienen acceso a al menos un producto financiero en zonas urbanas es de 70%, mientras que en el caso de los hombres es de 81%. En cuanto a la densidad de productos —es decir, a quien tiene más de un producto— el porcentaje de mujeres que tiene de dos a tres productos financieros es de 22%, mientras que los hombres las superan en 5%, lo cual en porcentaje, se traduce en millones de mujeres con poco acceso a productos financieros.
El retiro no es la excepción
Las mujeres se enfrentan a una serie de condiciones que en su conjunto hacen que ellas sean también más vulnerables en esta etapa de la vida. Primero, van a vivir más. Las mujeres tienen una esperanza de vida más larga; mientras ellas viven en promedio 77.5% años, ellos lo hacen 72.1%, de acuerdo con cifras del Inegi.
Esto se conjunta con otra condición que viven, sobre todo en las clases sociales menos favorecidas: en muchos hogares mexicanos ellas dependen de ellos y en muchas ocasiones, además, tienen menos educación que sus parejas, lo cual incide en la manera en la que toman decisiones. Según la encuesta de la Amafore, ellos tienen una menor comprensión de conceptos financieros básicos como ahorro, por ejemplo.
“Esto puede estar asociado a los obstáculos estructurales que les impiden participar en igualdad de condiciones en el mundo financiero y porque la dependencia económica supone una dificultad para tomar decisiones relacionadas con sus finanzas personales”, sostiene el análisis. Conceptos financieros básicos como inflación, tasa de interés, diversificación y riesgo se entienden mucho menos entre mujeres que entre hombres. El término tasa de interés es entendido por 56% de las mujeres y por 60% de los hombres, mientras que inflación es claro para 40% de ellas mientras que lo es para 45% de ellos.
A la hora de pensar en su retiro, las mujeres son menos optimistas que los hombres y esto muy probablemente tiene que ver con que ellas no generan sus propios ingresos, lo que les impide tener seguridad respecto a su retiro. En este tema están relacionadas otra vez las limitaciones que les supone tener el peso mayor del trabajo en el hogar. Mientras menos recursos, las mujeres piensan que la responsabilidad de su retiro recae en terceros, mientras que a mayor nivel socioeconómico aceptan más que éste es una responsabilidad personal.
Por todas estas condiciones, es necesario fomentar la existencia de productos financieros que cubran sus necesidades en específico. Esto existe, pero es todavía insuficiente.
“Es un reto que todas las instituciones deben seguir enfrentando, porque productos hay muchos disponibles, pero no llegan a donde son requeridos, es necesario seguir apoyando a las mujeres y sobre todo a las de la base de la pirámide”, asegura Alejandro Martí, director de asuntos corporativos de Provident.