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El pasado 29 de octubre de 2018, el presidente electo comunicó los resultados de la consulta que su equipo de trabajo implementó. La decisión: la cancelación de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco en favor del proyecto propuesto en la base aérea militar de Santa Lucia.
Mucho se habló de los pros y los contras de ambas opciones, de los resultados e incluso del estudio que se presentó un día antes de la consulta cuya conclusión aseguraba la viabilidad del espacio aéreo del AICM actual con el propuesto en Santa Lucia, premisa discordante de otros estudios técnicos presentados previamente. Al final de cuentas, son dos las principales afectaciones con esta decisión: las señales y la confianza.
Como se había anticipado, la noticia afectó los mercados financieros y bursátiles. El lunes pasado, el Índice de Precios y Cotizaciones (S&P/BMV IPC) cerró con una pérdida del 4.20% al ubicarse en las 44,879 unidades, su menor nivel en dos años y ocho meses, cuando el índice cerró en las 43,714 unidades.
El comportamiento de los bonos tuvo una caída similar, aquellos con vencimiento al año 2026 cayó 4.12% ubicándose en 85.108 dólares, y aquellos con vencimiento al año 2047 cayeron 2.87% al cotizar en 81.392 pesos. Por su parte, en el tipo de cambio, el peso se depreció frente al dólar 3.02% entre el 28 de octubre y el 1 de noviembre, la peor jornada observada desde la victoria del presidente estadounidense Donald Trump en noviembre 2016.
Adicionalmente, la calificadora Moody´s decidió mantener la calificación soberana de México en A3, pero las agencias HR Ratings y Fitch Ratings cambiaron su perspectiva sobre la duda soberana de México a negativa.
Las tres calificadoras concuerdan en que la incertidumbre generada, a poco menos de un mes de que la próxima administración tome posesión, podrá disiparse hasta conocer los detalles del Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal 2019, mismo que tendrá que ser presentado a más tardar el 15 de diciembre. Entretanto, prevalecerá la incertidumbre en torno a la política fiscal de la próxima administración.
Más allá del nuevo aeropuerto, lo verdaderamente preocupante son las señales sobre la dinámica que se promovió para validar la decisión de su cancelación en Texcoco y sus posibles efectos. Independientemente del controvertido diseño y desarrollo de la consulta, es oportuno reflexionar sobre la ampliación, protección y uso de métodos de democracia directa que, ¡cuidado!, no hay que confundirlos con la oclocracia o degeneración de la democracia.
Los regímenes oclocráticos no representan los intereses del pueblo, en cambio, tratan de incidir en las decisiones de los ciudadanos mediante la desinformación. La democracia requiere del conocimiento, la oclocracia se nutre del rencor y la ignorancia.
Que no quepa lugar a dudas, desde luego son bienvenidos los mecanismos de participación ciudadana apegados al marco legal; sin embargo, deben venir acompañados de despliegues de información basados en el resultado de análisis y estudios técnicos que valúen de forma objetiva las opciones a consultar y así permita a los ciudadanos razonar y potenciar de mejor forma su participación.
La confianza es un valor difícil de ganar y aún más difícil de retomar. Devolver la confianza en mercados e inversionistas no será tarea sencilla, pero tampoco imposible. Va más allá de una “operación cicatriz” con el sector empresarial y consiste en el establecimiento de reglas claras y mecanismos de participación ciudadana adecuados para decisiones de transcendencia nacional en los que, amerita decirlo, debe prevalecer el respeto a los compromisos previamente contraídos con el objetivo de darle certeza jurídica a las inversiones.
En palabras del secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, los ojos del mundo están puestos en México, y por ello, es acuciante establecer la manera cómo gobierno, iniciativa privada y ciudadanía, participemos en la responsabilidad que nos corresponde a cada quien. En las próximas decisiones, será indispensable que los actores de la próxima administración consideren los efectos de los mercados financieros y más que eso, envíen señales claras que disipen la incertidumbre y brinden confianza entre inversionistas y empresarios con el objetivo de consolidar proyectos de infraestructura que aporten a México y a sus ciudadanos.