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En el marco del Día Mundial de la Alimentación, vale la pena mirar de cerca uno de los pilares más relevantes —y muchas veces subestimados— de la nutrición en México: el consumo de proteína animal.
En una era donde las tendencias alimentarias apuntan hacia el equilibrio y la calidad nutricional, la carne, la leche y el huevo siguen siendo piezas esenciales de una dieta balanceada, con un impacto directo no solo en la salud y el desarrollo, sino también en la economía y el bienestar social.
La evidencia técnica es contundente: la proteína animal aporta nutrientes esenciales para el crecimiento, la salud y el desarrollo neurológico. En comunidades vulnerables, su inclusión en la dieta puede marcar la diferencia entre una infancia con rezago y otra con oportunidades. Un consumo adecuado desde las primeras etapas de la vida se asocia con mejores indicadores de talla, masa muscular y desarrollo cognitivo, que son la base de una sociedad más sana y productiva.
De acuerdo con las proyecciones, para 2025 el consumo per cápita de carne en México alcanzará los 83.4 kg, 1.4 kg más que el año anterior. Este aumento refleja una tendencia sostenida desde 2020, impulsada por una combinación de factores de mercado y no mercado: desde la evolución de los precios relativos, la oferta diversificada y el acceso a alimentos de valor agregado, hasta políticas públicas, programas sociales y una mayor conciencia sobre la alimentación equilibrada. Más que una simple cifra, este dato representa un avance en la capacidad de las familias mexicanas para elegir alimentos de mayor calidad nutricional —una inversión en salud, aprendizaje y productividad.
Pero el impacto de la proteína animal trasciende el ámbito nutricional. Su consumo sostenido es un motor clave del dinamismo económico nacional. El sector pecuario genera millones de empleos directos e indirectos, impulsa cadenas productivas a lo largo del territorio, fomenta la innovación tecnológica y posiciona a México entre los principales productores del mundo. Es un sector que contribuye a la seguridad y soberanía alimentaria, fortaleciendo la economía regional y nacional.
Sin embargo, el desafío no es menor. Avanzar hacia un modelo de producción y consumo responsables exige redoblar esfuerzos en sostenibilidad, trazabilidad, bienestar animal y eficiencia. Innovar en tecnologías limpias, fortalecer las cadenas de suministro, invertir en infraestructura agropecuaria y mantener altos estándares sanitarios son pasos indispensables para garantizar un sistema alimentario justo, resiliente y competitivo.
En definitiva, la proteína animal no es solo un alimento: es una fuerza que impulsa el bienestar, la equidad y el desarrollo económico del país. En este Día Mundial de la Alimentación, reconozcamos que asegurar una nutrición adecuada, sostenible y accesible para todos comienza por valorar el papel de quienes producen, transforman y garantizan los alimentos que fortalecen a México.
Directora General del Consejo Mexicano de la Carne (Comecarne)