Más mujeres aceptan jornadas extensas para mejorar sus ingresos, dijeron expertos a EL UNIVERSAL.
La ley establece que la jornada máxima debe ser de 48 horas semanales. Sin embargo, 7 millones 785 mil personas trabajaron por arriba de 56 horas entre octubre y diciembre pasado, de las cuales 2 millones 160 mil fueron mujeres, 33 mil más que un año antes y es el mayor registro desde 2022.
En el caso de los hombres, la cifra llegó a 5 millones 625 mil y significó una baja de 227 mil.
El gobierno anunció que comenzarán las mesas de diálogo para reducir gradualmente la jornada de 48 a 40 horas, de aquí a 2030.

El economista en jefe para Rankia Latinoamérica, Humberto Calzada, expuso que las mujeres han ganado participación en el mercado, pero urge la llegada de más inversiones privadas para que mejoren las condiciones y salarios.
Antes de la guerra arancelaria se habló de la relocalización de cadenas productivas, o nearshoring, que traería capitales y empleos mejor pagados, pero, mientras las inversiones continúen en pausa, aunado a la gran cantidad de personas que buscan trabajo, las condiciones actuales del mercado van a perdurar, comentó Calzada.
Se necesita mano de obra más especializada, con manejo de idiomas y estudios de posgrado, dijo a El Gran Diario de México.
El director de Aporta Consultoría Estratégica, Jorge Flores Kelly, explicó que las mujeres trabajan más tiempo por una combinación de factores que limitan el potencial femenino en la economía.
Destacó la mayor carga de trabajo no remunerado para ellas, así como su creciente participación en empleos informales y la persistencia del “techo de cristal”, que limita su acceso a mejores salarios y posiciones formales.
Las mujeres dedican 25.7 horas semanales a tareas domésticas y de cuidado no remuneradas, y los hombres 11, señaló a este diario.
Las mujeres realizan trabajos remunerados en los que predomina el empleo informal y los salarios son 15% menores en promedio que en el caso de los hombres.
“La ausencia de un sistema nacional de cuidados y los roles de género tradicionales profundizan esta desigualdad”, indicó.
Para reducir la brecha se requieren políticas públicas de cuidado universal que fomenten la igualdad, ausencias por paternidad equitativas y facilidades para la formalización del trabajo informal, opinó Jorge Flores Kelly.
Un sistema que apoye la equidad de género podría potenciar aún más el empleo formal en actividades de manufacturas de exportación y nearshoring, que demandan mayor personal, concluyó.