La situación que vive la mujer por la violencia que se ejerce contra ella es tan alarmante que se le considera la otra pandemia, dice la directora general de Ciencias Sociales y Humanas de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Gabriela Ramos.
Reconoce que hay varios temas que deben entenderse y dejarse en claro para comprender el tamaño del problema. Primero, la violencia es de los hombres contra las mujeres y, segundo, la sociedad lo tolera e, incluso, las agredidas lo justifican, comenta en entrevista con EL UNIVERSAL.
La situación es para “alarmarse”, porque los datos de la ONU indican que la causa de muerte de 38% de las mujeres es por la violencia que ejercen sus parejas hacia ellas y ahí se incluye el homicidio de honor, el tráfico, la trata y en general la violencia.
“Esto es para alarmarse. Mueren más mujeres a causa de la violencia del hombre” y lo peor es que en muchos lugares no se hace nada.
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Gabriela Ramos menciona que hay agravantes, como los patrones de violencia reconocidos que se repiten frecuentemente.
“La mujer denuncia y si no hay una acción decidida de las autoridades no solamente va a ser agredida… ¡la van a matar! Y si denuncias no hay fortaleza institucional. ¡Las autoridades no están preparadas!”.
Añade que esta violencia se da en todos los países, en unos más que otros, pero es un problema muy expandido que sufren las sociedades y que tiene que ver con los estereotipos de hombres y mujeres.
El problema, abunda, es que lamentablemente se vuelve parte de la dinámica familiar, aunque con un dolor más profundo, porque “te golpea alguien que te quiere, con el que te casaste, el padre de tus hijos”.
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Por eso, las mujeres llegan a justificar la violencia de los hombres contra ellas. Por ejemplo, en Afganistán, donde está bien documentado, 80% de las mujeres dicen que es normal la violencia, que así debe ser.
Y hay casos en todos los países, como el de la británica Charlotte Kneer, quien vivió 10 años de golpes con su esposo, que ella misma justificaba, lo aceptaba y, a pesar de la violencia, lo perdonó durante una década. Hasta que se dio cuenta que su marido estaba enfermo, porque “él le dijo ¡mátame! Ella agarró el cuchillo y lo iba a apuñalar, pero cuando se vio a punto de hacerlo lo soltó y se fue corriendo”. A partir de ese suceso creó albergues en Londres y apoya a las mujeres.
Confinamiento, otra agravante
Si bien la violencia de hombres contra mujeres es muy viejo, el confinamiento por la pandemia del Covid-19 aumentó exponencialmente el problema, cuenta.
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Por ejemplo, en Francia aumentó 30% y en México, 50%. En todos los países se observa esta situación en la que los hombres expresan su odio y se van contra las mujeres y niños, “por eso se abrieron las escuelas en Europa”.
Si bien “en la pandemia del Covid estamos viendo la luz al final del túnel, en la pandemia de la violencia de los hombres contra las mujeres no estamos viendo el final, al contrario vemos un recrudecimiento de patrones de vejación y dominación que se expresan en el contexto de un confinamiento estresante para todos”.
Se observa en medio del confinamiento que “los hombres expresan su odio y se van contra las mujeres y los niños”. Es algo que tiene que ver con una estructura de poder, en la que al hombre se le educa a ser el que no llora, el que protege a la familia, el que debe ser proveedor, cuando también la mujer debe generar sus propios ingresos.
Con todos esos estereotipos “se convierten en los dueños de la historia. Y tienen la permisividad de que si estoy proveyendo” a la familia puedo tener más poder, expone Ramos quien fue jefa de gabinete del secretario General de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
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Solución integral
Gabriela Ramos asegura que la solución de este problema debe ser integral. La sociedad y la familia deben actuar en la forma en que educan a los niños a ser hombres. Debe mostrarse que no se resuelven las cosas a golpes porque hay muchos que no encuentran ese límite moral o de respecto para no agredir a los demás.
Es entonces que debe lucharse contra la masculinidad tóxica para evitar meterse en debates sobre feminismo y masculinidad “que no arrojan luz” y no resuelven el problema.
Relata que hay acciones para revertir la situación como en España, donde se creó la alerta roja para apoyar a las mujeres víctimas de violencia.
Normalización en México
La directiva de la UNESCO asegura que en México “hay una normalización de la violencia contra las mujeres, en el sentido de que el discurso se minimiza el tema como algo menor y poco expandido”.
Dice que pese a que América Latina es una de las regiones donde hay mayor violencia contra la mujer —ahí se encuentran 14 de los 25 países con mayores índices de feminicidios en el mundo—, en general no se persigue a los culpables.
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Opina que la titular de la Secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, “ha hecho un buen trabajo, al mostrarse aliada de la causa… pero son decisiones que ha tomado ella, no el gobierno, (y para resolver el problema) tiene que ser todo el gobierno junto con la sociedad”.
Gabriela Ramos ofrece datos para dimensionar el problema: ocho de cada 10 mujeres están asustadas de la violencia y seis de cada 10 mujeres han experimentado forma de violencia.
A pesar de estos números, el gobierno mexicano recortó el financiamiento a los refugios, al Instituto Nacional de las Mujeres, así como a las organizaciones no gubernamentales que apoyan a las mujeres.
“La autoridad tiene que reconocer que las mamás y mujeres que salen a la calle a quejarse tienen razón.
“Decimos que el actuar de la autoridad nacional no es en absoluto lo que esperaríamos, porque México tienen instituciones sólidas, hay marco legal sólido, sistema de equidad, disponibilidad de refugios y capacitación a nivel policial”.
Asegura que para resolver el problema hay que partir de la premisa “no toleremos la violencia del hombre contra la mujer, hagámoslo un compromiso personal, la no tolerancia, de ahí empezamos, porque en el momento en que tú no lo toleras comienzas a tomar acción y a cambiar las cosas”.
“Lo que necesitamos hacer es abordar las masculinidades tóxicas, es reconstruir identidades de hijos e hijas, eliminar estereotipos en libros de textos”, apoyar los cambios a la ley que promuevan la equidad en el cuidado de los hijos, “para tener hombres más pacíficos, más humanos que no estarán involucrados en estas situaciones”, concluye.