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En un mundo del trabajo en el que la automatización es una realidad y en la que la inteligencia artificial pareciera presagiar que en cualquier momento un robot será nuestro próximo compañero de escritorio, se hace más relevante priorizar todo aquello que nos hace humanos. Los pronósticos apuntan a que en México, para 2030, entre nueve y 18 millones de empleados puedan ser desplazados por la automatización. A escala global, 800 millones de trabajos pueden perderse por ello, de acuerdo con un estudio de Mckinsey Global Institute.
La automatización traerá la destrucción de empleos y también la creación de otros, pero no sólo eso trae bajo el brazo. También plantea la necesidad de desarrollar habilidades que antes no se tenían y la de priorizar aquella esencia que nos vuelve irremplazables frente a Robotina.
Las empresas hoy requieren que sus candidatos tengan desarrolladas las llamadas “habilidades suaves”, aquellas que nada tienen que ver con lo técnico y que se relacionan con el trabajo en equipo y la inteligencia emocional.
De hecho, esta última se encuentra entre las habilidades más demandadas por los empleadores para 2018, según la reclutadora Hays.
“La inteligencia emocional, es decir, la capacidad de comprender las emociones de los demás, se volverá aún más esencial para las empresas que desean automatizar sus servicios, mientras mantienen fuertes relaciones humanas entre clientes y colegas”, diagnostica.
En este sentido, vale la pena hablar de uno de los componentes de la inteligencia emocional: La empatía. Se habla de que es “ponerse en los zapatos del otro”, pero el concepto tiene mucho más. Es un tema del que se habla hoy con mayor recurrencia, porque, entre otras cosas, es esencial para ejercer un buen liderazgo, pero la realidad es que la empatía forma parte no sólo de este set de habilidades necesarias para hacerla bien en el trabajo, sino que tiene que ver con la manera en la que nos relacionamos con otros seres humanos.
Al hablar de inteligencia emocional —y concretamente de empatía— es inevitable no mencionar Daniel Goleman, el primero que trajo el término “inteligencia emocional” a la mesa y que lo aplicó como un concepto de negocios en un texto para la Harvard Business Review. Goleman asegura que los líderes más efectivos son parecidos en una “forma crucial”: tienen un alto grado de inteligencia emocional.
“No es que el IQ o las habilidades técnicas sean irrelevantes, importan, pero sólo como requerimientos que sirven meramente para la entrada a posiciones ejecutivas”, sostiene. Es decir, que estas habilidades sólo son el umbral. Una vez que se atraviesa, y que es momento de ejercer el liderazgo, difuminan su importancia.
“Según mi investigación y estudios recientes, la inteligencia emocional es una condición indispensable para el liderazgo”, apunta. En el caso de la empatía, esta es quizá la habilidad que suena menos relacionada con los negocios y de la cual, hay que puntualizar varios detalles.
No se trata de que un líder adopte las emociones de los otros y trate de agradarlos, sino que se trata de considerar los sentimientos de los demás en el proceso de tomar decisiones inteligentes, detalla Goleman. Es esencial en el liderazgo pero también es un rasgo que se arraiga en la forma en la que nos entendemos nosotros mismos y a los otros.
La explicación de Goleman es esta: La empatía se erige en una facultad, que es la conciencia de uno mismo y que entre más abiertos estemos a nuestras propias emociones, mayor será nuestra destreza en la comprensión de los sentimientos de los demás. De alguna manera, es una parte de la esencia que nos hace humanos.
“La raíz del afecto sobre el que se asienta toda relación dimana de la empatía, de la capacidad para sintonizar emocionalmente con los demás. Esa capacidad, que nos permite saber lo que sienten los demás, afecta a un amplio espectro de actividades (desde las ventas hasta la dirección de empresas, pasando por la compasión, la política, las relaciones amorosas y la educación de nuestros hijos)”, explica el sicólogo. Su ausencia, según su teoría, puede encontrarse en los sicópatas, los violadores y los pederastas.
Se trata de escuchar, pero va más allá. Se relaciona con captar los mensajes no verbales de los demás, es decir, el tono de voz, los gestos y la expresión facial, etcétera.
Las emociones no se comunican, como las palabras, con las palabras y las raíces de la empatía, explica este sicólogo, pueden encontrarse en la más temprana infancia. Cuando los bebés se contagian el llanto, es la primera muestra de empatía de un ser humano.
Mejora el desempeño
Hablando específicamente del mundo del trabajo, la empatía no sólo es una condición esencial que los líderes tienen que poseer para tomar las mejores decisiones, sino que en general, esta también ayuda a un mejor desempeño laboral. Según encontró un estudio titulado Empatia en el trabajo. Una herramienta para el liderazgo efectivo, realizado por el Center of Creative Leadership, la empatía predice positivamente el desempeño del líder. Los grados pueden variar de cultura a cultura, pero la realidad es que aquellos que tenían inteligencia emocional se desempeñarían mejor de lo que se esperaba de ellos.
Pero desarrollar esta habilidad no sólo debe ser una necesidad para líderes, sino que, al relacionarse con la manera en la que nos relacionamos con el otro, debería ser una preocupación para todos nosotros. “No importa en el rango en el que te encuentres, ser empático nos hace sentirnos valorados como personas y no sentirnos juzgados”, explica Adriana Ortiz, sicoanalista de la Fundación APTA.
¿Es posible volverse más empáticos?
Algunas personas son más empáticas que otras, pero varios estudios sostienen que es posible desarrollar esta habilidad.
“Si se le dedica suficiente tiempo y apoyo, los líderes pueden desarrollar y aumentar sus niveles de empatía a través del coaching, la capacitación y otras oportunidades de desarrollo”, sostiene el estudio realizado por el Center for Creative Leadership. Entre las formas para lograrlo también está hablarlo. Esto en su mayoría recae en los líderes. Ellos tienen que comunicar que al igual que planear y desarrollar números es importante, también lo es desarrollar a los otros y entender sus emociones, sostiene este mismo estudio.
Otra cosa que puede ayudar es leer. Un estudio titulado ¿Cómo influye la lectura de ficción en la empatía? concluyó que las experiencias con la narrativa de ficción aumentan la empatía porque permite transportarse a ciertas experiencias y situaciones dentro del libro, las cuales detonan sentimientos y propician ponerse en el lugar del otro.
Otras actividades también la fomentan, por ejemplo, escuchar. “Muchas veces escuchamos sólo para responder, te escucho para ver sólo que parte me conviene y la puedo utilizar, pero la idea sería desarrollar la escucha empática”, explica la sicóloga.
La idea sería escuchar sin preparar respuesta, hacerlo con la idea de entender al otro y de evitar juzgar a la gente, vaya, ser un escucha activo. Este es una persona con la habilidad de entender al otro que es capaz de no juzgar y de empatizar con frases como “eso es algo por lo que he pasado ya”, por ejemplo, según explica el estudio del Center for Creative Leadership.