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Por: José Carlos Rodríguez Pueblita
En 1997 publiqué mi primera editorial en el periódico local de mi natal Morelia, titulado ‘El Dragón que duerme’. Siendo estudiante de economía y con 20 años, hice un pronóstico ante la transferencia de la soberanía de Hong Kong a China: la gran potencia comunista daría un gran paso hacia la apertura al comercio internacional aprovechando su abundante mano de obra para lograr una “completa penetración a los mercados… a pasos agigantados”. Propuse que la economía mundial se vería diferente “si este gran dragón se despierta de su sueño milenario” pronosticando que “la economía global girará en torno a un nuevo eje postrado en oriente”. ¡Qué temerario! En 1997 China aún no era integrante de la Organización Mundial del Comercio -lo fue hasta 2001-, contaba con sólo 15% de las exportaciones mundiales de textiles y menos de 5% en los demás sectores; sus exportaciones sumaban 343.7 millones de dólares.
Veinte años después, China exportó 35% de los textiles comerciados a nivel mundial, 29% de los electrónicos, 23% de la maquinaria, 16% de los metales, 12% de los químicos y 9% de los vehículos; sus exportaciones han superado 3.5 miles de millones de dólares; es decir, se multiplicaron por 10 en 20 años. El múltiplo de las exportaciones de México en el mismo periodo fue 3x. No cabe duda de que China dio pasos agigantados.
El dragón chino hoy está enfermo, perderá su ímpetu y existe el riesgo de que se torne agresivo, debido a dos cambios estructurales y dos choques exógenos recientes. El primer ajuste estructural es el nuevo paradigma económico del presidente Xi Jinping, que busca un “desarrollo con alta calidad” fortaleciendo la economía china desde el lado de la oferta, mejorando industrias tradicionales y desarrollando nuevos sectores.
El segundo cambio de fondo es la imposición de un nuevo régimen político ante la reelección de Xi para su tercer mandato, convirtiéndolo en el líder chino más poderoso en décadas, que ostenta los cargos de secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China, presidente del país y presidente de la Comisión Militar Central.
Los choques negativos fueron el Covid-19, que cimbró la economía y sociedad chinas; y Trump, quien inició el distanciamiento con los Estados Unidos. Los choques vulneraron la economía china generando dolores temporales que se están convirtiendo en crónicos ante las transformaciones estructurales que han redireccionado recursos y cambiado el proceso de toma de decisiones interno.
El crecimiento anual, al segundo trimestre de 2023, fue 6.3% y se prevé que la cifra al cierre del año sea menor a 5%, la menor en la última década descartando el periodo pandémico. La tasa de desempleo de jóvenes chinos ya superó 21%; han pausado su publicación. El sector inmobiliario, motor del crecimiento a inicios del siglo, encadena 17 meses de contracción. La estanflación amenaza. El consumo interno muestra debilidad. Los préstamos realizados por los bancos chinos se derrumbaron a niveles de 2009. Los inversionistas se deshacen de los activos chinos ante las expectativas. Los gobiernos locales solicitaron apoyo de Beijing ante el creciente endeudamiento y débiles ingresos.
China ya no camina a pasos agigantados desde 2010. El distanciamiento con occidente es creciente y peligroso. Joe Biden ha restringido el acceso de China a tecnología estadounidense con el fin de limitar al sector militar comunista. La nueva tecnología revolucionará la economía, obstaculizarle acceso al gigante asiático restringirá su potencial y estará aún más enfermo.
Occidente debería buscar mecanismos de acercamiento y cooperación con China para apoyar su desarrollo respetando su soberanía, como lo hizo cuando apostó por la apertura comercial. De otra manera los males del gran dragón podrían tornarse de lo crónico a lo degenerativo, detonando un conflicto geopolítico sin precedentes en la próxima década.
Profesor del área de Entorno Económico de IPADE Business School