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Una parte de la incertidumbre que reinó desde la victoria del actual presidente Trump finalmente ha empezado a disiparse, y si bien aún existen ciertos picos de volatilidad, el hecho es que ya hay más elementos para la planeación y la medición de los efectos de una plausible modificación radical del comercio mundial; sin embargo, esto no significa que las noticias sean buenas. Es decir, aunque México y Canadá parecerían que salieron mejor librados que sus pares, la realidad es que el contexto en nuestro país ofrece retos muy importantes en el corto plazo.
El caso mexicano, en particular el relacionado con su calidad crediticia, es muy particular; venimos de un crecimiento de 3.3% en 2023 a uno de 1.3% en 2024, a pesar de que se intentó apuntalar el crecimiento a través de una política de gasto anticíclica que nos llevó a un incremento de la deuda por arriba de 50% del PIB y a un déficit de cerca de 6%, sin rendir los frutos esperados.
En 2025, la estimación puntual del Gobierno federal del crecimiento del PIB arrancó en los Criterios Generales de Política Económica (CGPE) en 2.5%, y se acaba de ajustar en los Pre-Criterios 2026 a una estimación puntual de 1.47%, dejando el déficit prácticamente igual (-4%), con un alza de la deuda como porcentaje del PIB de 51.4% a 52.3%, con un ligero incremento en los ingresos tributarios y los gastos en subsidios y transferencias. Todo esto se generó, de acuerdo con Hacienda, bajo un escenario en el que no se consideró un efecto por el tema arancelario; actualmente, parecería una situación cuesta arriba, ahora que ya tenemos una determinación en torno al tema de los aranceles.
Prácticamente, todos los equipos de análisis y entidades locales e internacionales asumimos que el crecimiento estimado en estos PreCriterios de 2026 no es alcanzable. En el caso de HR Ratings, bajamos nuestra previsión del crecimiento de 1.1% a 0.6% para 2025, asumiendo que el tema arancelario fuera para sólo ciertos productos y por un tiempo limitado, situación que más o menos se mantiene hasta el momento, pero que todavía podría estar sujeta a cambios.
De momento, la implementación de aranceles queda de la siguiente manera: se aplicará un arancel de 25% a los vehículos exportados a Estados Unidos, descontando el contenido estadounidense, y se mantienen los aranceles de 25% sobre el acero y el aluminio. Adicionalmente, los bienes que no cumplan con la regulación del T-MEC tendrán un arancel de 25%, con excepción de los productos energéticos, que solo recibirán un arancel de 10%. Todo lo anterior es una situación más cómoda que la que tienen países como China, con aranceles al momento de 125%.
El efecto en México será importante especialmente en todos los estados de la república que aportan un alto porcentaje al PIB y que tienen una composición de manufactura o del sector automotriz y de autopartes, lo cual ya está complicando las decisiones de producción y planeación en el país. A la postre, esto tendrá un efecto directo en el empleo, nivel de impuestos recaudados y crecimiento generalizado en el país, lo cual se suma a una clara tendencia de desaceleración económica.
Sin embargo, los riesgos no acaban ahí; en caso de que esta guerra comercial siga escalando, como ha pasado en los últimos días entre Estados Unidos y China, y se dé una desaceleración de la economía de ambas naciones, esto traerá consecuencias inmediatas alrededor del mundo, incluido por supuesto a México.
Mucho se ha comentado qué tan cerca está nuestro país de una crisis o recesión, en términos apropiados lo que muy probablemente veamos sea una recesión técnica, es decir, una desaceleración económica por dos trimestres consecutivos, con una caída en el PIB, en donde no necesariamente hay una crisis en empleo ni en consumo, con características temporales. Esta descripción sí es lo más parecido a lo que puede llegar a pasar, lo cual representa un reto monumental a las finanzas públicas del país. En este sentido, las acciones de política pública que se tendrán que tomar podrían aminorar estos efectos, sin embargo, los cambios de política pública no suelen dar frutos a corto plazo. Sin duda las finanzas públicas de México se encontrarán bajo mucha presión los siguientes dos años.
*Director General Adjunto de Análisis Económico en HR Ratings