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El ácido acetilsalicílico, conocido popularmente como Aspirina, ha sido el primer medicamento expendido como tableta/comprimido de la historia, su nombre comercial se aceptó por la RAE como sustantivo, era uno de los 13 medicamentos incluidos en el botiquín que el Apolo 11 llevaba en la misión espacial que puso al hombre a la Luna, la Organización Mundial de la Salud la ha clasificado como "esencial", cada día se consumen unos 200 millones de comprimidos en todo el mundo y, además, todo el ácido acetilsalicílico que Bayer necesita para producir las aspirinas de todo el mundo se elabora en La Felguera (Asturias). Pues Hipócrates ya recetaba el mismo principio activo, la salicina.
En el siglo V a.C., en algunos de los primeros escritos del padre de la medicina, ya describía una sustancia amarga y amarillenta extraída de la corteza del sauce blanco (salix alba) que podía calmar los dolores y bajar la fiebre. Habría que esperar hasta 1828 para que Johann A. Buchner lograse aislar esa sustancia a la que denominó salicina.
En 1859 Herman Kolbe conseguiría sintetizar químicamente el ácido salicílico, un compuesto que tenía algunos efectos secundarios como irritación estomacal y un sabor muy amargo.
Sería Félix Hoffmann, farmacéutico de Bayer, quien en 1897 sintetizase el ácido acetilsalicílico, con las mismas propiedades terapéuticas, más estable y sin los efectos secundarios de su predecesor.
ENGAÑO A EDISON
Aunque Estados Unidos siempre simpatizó con la causa aliada, durante los primeros años de la Primera Guerra Mundial se mantuvo neutral. Aquella no era su guerra. La opinión pública se encontraba dividida, hasta que en mayo de 1915 un submarino alemán hundió cerca de Irlanda el trasatlántico inglés RMS Lusitania con más de 100 estadounidenses a bordo.
Alemania reaccionó rápidamente y puso en alerta a su embajador Johann Heinrich von Bernstorff para que mantuviese a la opinión publica dividida y que, además, tratase de sabotear los envíos de fenol a los británicos (utilizado para la fabricación de explosivos). Aun siendo Gran Bretaña el primer productor de fenol, importaba la escasa producción de la industria estadounidense... hasta que apareció Thomas Edison.
Tras la invención del fonógrafo, Edison había lanzado su sello discográfico Diamond Disc y los discos en los que se hacían las grabaciones estaban hechos de baquelita, la primera sustancia plástica totalmente sintética, creada en 1907 por Leo Baekeland a partir de moléculas de fenol y formaldehído.
Así que, dada la escasa producción americana de fenol, Edison decidió crear su propia fábrica capaz de producir doce toneladas al día. Los alemanes debían impedir que el exceso de producción de Edison cayese en manos británicas. Johann Heinrich von Bernstorff lo puso en manos de Hugo Schweitzer, un químico en labores de agente de campo. Schweitzer sabía que el fenol también se utilizaba en la fabricación del ácido acetilsalicílico y que, desde el comienzo de la guerra, tras dejar de exportar Gran Bretaña el fenol, la firma Bayer había tenido que reducir la producción de aspirinas.
Apelando a la conciencia de Edison, Schweitzer lo convenció para firmar un acuerdo comercial con Alemania y destinar su exceso de fenol a fines farmacéuticos -fabricar aspirinas- antes que militares -fabricar explosivos-. Una jugada maestra...
Lamentablemente para los alemanes, la trama se destapó. El servicio secreto estadounidense tenía vigilado al enlace de Schweitzer con el embajador y consiguió el maletín en el que se detallaba todo el plan para evitar que el fenol llegase a manos británicas. No podían detener al químico porque Estados Unidos todavía no había entrado en guerra -lo haría en 1917- y tampoco eran ilícitos los acuerdos comerciales con Alemania. El que sí se sintió engañado fue Edison que, rápidamente, rompió el acuerdo y firmó uno nuevo con los británicos para hacerles llegar le excedente de fenol.
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