¿Tendremos una presidenta que antes que nada sea la Primera Morenista de la Nación, como aquellos tlatoanis priistas que salivaban al avasallar a sus adversarios violando todas las leyes electorales posibles?
¿Cuántos homicidios y cuántas extorsiones se valen, Presidenta?
Si Sheinbaum y García Harfuch emprenden una verdadera cruzada que contenga y reduzca el terrible delito de la extorsión, se llevarán las palmas y agradecimiento de amplísimos sectores de la sociedad mexicana.
¿Por qué no podemos superar el pasado y pedir ayuda a nuestros antiguos enemigos de quienes hoy somos socios cercanísimos?
Las agresiones crecieron desmesuradamente. ¿Producto de qué? De la impunidad de autores intelectuales y materiales. De la incapacidad e ineficacia de los gobiernos estatales y las fiscalías.
Hasta este momento Trump podría fulminar a cualquier demócrata, según todas las encuestas, salvo a una persona que no tiene la menor intención de incursionar en semejante aventura política: Michelle Obama.
¿En qué país asesinan a… ¡87! candidatas y candidatos a lo largo de tres procesos electorales? Vuelvo a insistir: no debemos normalizar más esta violencia electoral.
La oposición tiene que asimilar: hoy, la mayoría no quiere a sus figuras. Busquen las razones y vean qué pueden hacer para representar alternativas de gobierno.
Ebrard, renovado, exultante. Respetuoso, institucional. "Señora Presidenta Electa", le llamaba a su nueva jefa. Y así, el más adictivo deporte nacional en la política mexicana, el futurismo, arrancaba.
Para cualquier democracia es una tragedia política que no exista una oposición vibrante. Un contrapeso político. Un equilibrio de poderes. En cualquier época es decadente que no haya una alternativa viable para las mayorías.
Ojalá que sea una política cortés, una científica gobernante, quizá una estadista si nos va bien, y que no sucumba jamás a las tentaciones despóticas.