La obra de José Agustín detonó un impulso que guardabayo en mi conciencia: el de escribir ficciones acompañadas de una irreparable adicción a la libertad

En México la ley es optativa, como lamentablemente lo hace creer El Jefe Supremo cada mañana. Y los muchos compatriotas que creen que para tener licencia basta con pagarla, saber que la policía es corrupta...

Que sean dos fiscales y una ministra de la Suprema Corte (es decir, los encargados de vigilar el debido orden y la aplicación de la justicia en la capital y en la Patria) los que cometan plagio es cosa seria...

Uno debería intentar ubicarse en un tablero general, ambiguo y movedizo; el de la comunicación contemporánea que todavía acepta la cultura como diversidad

Varios días después de lo que comenzamos a llamar “el Evento” estaba yo mudo y un tantosordo, caído en una curiosa cuanto prolongada perturbación neurosiquiátrica

Álvaro charlaba, pero charlaba con la rara lucidez de los escritores que viven la verdadera vida, sin la anemia de quienes viven para escribir verdades.

El hecho de que, a menudo, nos encontremos con figuras “exitosas”, que nos despiertan un deseo de apropiación imposible de llevar a cabo, nos conduce al rencor, al re-sentimiento y a una sensación de derrota constante