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Tal como lo dictan los cánones de las introducciones en los mercados financieros, esta semana se dieron las campanadas en Milán, Nueva York y París para celebrar el nacimiento de Stellantis como una sola empresa que alberga 14 marcas de autos.
No es para nadie un secreto que, desde los tiempos de Sergio Marchionne, el consorcio italoamericano buscaba aliarse con otra compañía para robustecer sus operaciones, mejorar sus tecnologías y por supuesto, abaratar costos de producción.
La empresa que mejor se adaptó a los términos de negociación fue PSA , el consorcio que agrupa a Peugeot, Citröen, DS, Vauxhall y Opel; estas dos últimas recién adquiridas en una compra histórica a General Motors.
Dicha fusión convierte a Stellantis en un grupo automotriz valuado en 47 mil millones de dólares y por número de ventas y producción, el cuarto consorcio de autos más grande de todo el mundo.
Sin lugar a dudas, esta fusión representa un cambio histórico en la industria automotriz pues, más allá de tratarse de una mezcla entre marcas de origen alemán (Opel), estadounidense (Dodge, Jeep, RAM, Chrysler), francés (Peugeot, Citröen, DS) e italiano ( FIAT , Alfa Romeo, Maserati, Lancia, Abarth), simboliza un fortalecimiento a una industria que se encuentra en el borde de una transformación radical en el futuro inmediato.
La carrera por la comercialización de autos eléctricos comenzó hace tiempo y ninguna de las marcas que conforman al grupo Stellanti s tiene un producto representativo en ese segmento. En este sentido, la unión de las dos compañías buscará eficientar costos para ponerse al corriente con las estrategias que otros grupos como Volkswagen, Daimler o la propia Tesla han ejecutado en recientes años.
A través de esta unión podemos esperar una serie de transformaciones dentro del grupo que no van a tardar mucho en anunciarse. La configuración de Carlos Tavares (ex CEO de PSA) como cabeza de la compañía, de John Elkann (nieto del fundador de FIAT) como presidente y de Mike Manley (ex CEO de FCA) como director de las operaciones en América, nos habla de que la apuesta de Stellantis por la tecnología es fuerte.
Cabe recordar que el PSA Groupe lleva tiempo desarrollando su plataforma modular para iniciar la construcción de vehículos eléctricos de nueva generación. La base, denominada ICE, ya está presente en modelos como el Peugeot 208 y tiene como propósito servir como una arquitectura para vehículos pequeños de motorización 100% eléctrica.
La diversidad de marcas y el extenso surtido de vehículos que ahora integra a Stellantis no permitirá emplear la plataforma de Peugeot como una base general para transformar al catálogo en vehículos eléctricos, sin embargo, uno de los “assets” más importantes de la parte francesa es la asociación con el especialista Nidec para construir una planta de motores eléctricos para sus autos del futuro. Esto permitirá construir no solo vehículos pequeños, sino autos de gran autonomía y de alto desempeño. No en vano planean regresar a Le Mans con un prototipo eléctrico.
Estos cimientos en torno a su futuro eléctrico sirven como preparación para una oleada de vehículos electrificados, donde Peugeot juega su parte más importante con cerca de 10 modelos que tendrán una motorización plug-in hybrid o totalmente eléctricos.
Naturalmente, algunas de las marcas que pertenecían a FCA se beneficiarán de este camino recorrido y de esa manera, veremos en un corto plazo variantes y modelos completamente nuevos con motor eléctrico de FIAT, Jeep o Chrysler.
Frente a este escenario, uno pensaría que la otrora FCA es la única que gana en la fusión, sin embargo, los beneficios que presenta el grupo italoamericano no es nada despreciable.
El principal es la presencia, robustez y experiencia que tienen en el mercado norteamericano, siendo el segundo país de mayores ventas de autos a nivel global. Existen muchas especulaciones del regreso de algunas marcas como Peugeot o Opel a Estados Unidos . Esto no es un hecho, pero suena lógico y como una estrategia rentable para las marcas europeas.
A la par de esta posibilidad, la idea de tener presencia en Estados Unidos parece muy atractiva para los planes de DS Automobiles, la marca francesa que PSA se ha impulsado para convertir en una marca premium.
Al tomar en cuenta esto y la inherente reducción de costos que conlleva la producción global en las 162 plantas que ahora tiene este consorcio, distribuidas en 32 países, parece un arreglo que será conveniente para las dos partes, que resulta emocionante para los amantes de los autos y que sacudirá por completo a una industria en plena revolución.