La vida cotidiana nos empuja a manejar hacia la escuela, el trabajo, el supermercado, o el destino que sea. Pero siempre con un punto al cual llegar. Usualmente, esto viene acompañado de tránsito pesado y el constante deseo de simplemente teletransportarse, por muy fanáticos que seamos de conducir.
Pero de vez en cuando se presenta esa oportunidad de tomar las llaves del auto y manejar sin rumbo fijo. Eso fue lo que pasó por mi mente ayer, durante la tarde de un domingo de vacaciones (los más cercanos a la religión católica lo llaman Domingo de Resurrección), después de estar todo el día con un humor poco amigable.
El auto en cuestión también ayudó a esta idea, pues un Audi RS5 Coupé es pretexto perfecto para ir a la tienda de conveniencia más lejana a comprar un litro de leche. Después de comer en casa, tomé las llaves de dicho vehículo para proceder a conducir por donde las calles me llevaran.

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A diferencia de tener un destino y hora de llegada, el “mood” mental es completamente diferente. El sonido del V6 turbo, combinado con las canciones viejitas de Shakira empezaron a formar parte del recorrido por Insurgentes hasta llegar a Periférico. Eso sí, siempre respetando el límite de velocidad.
Quizá en otras ciudades o países sea más común manejar porque sí, pero en la caótica CDMX es algo que no solemos hacer con frecuencia. Aprovechando lo tranquila que estaba la ciudad, da chance de tomar la ruta larga hacia ningún lado, con las ventanas abajo para sentir el viento en la cara.
El camino me llevó a la Juárez, muy cerca del Ángel de la Independencia, para estacionarme y simplemente admirar uno de los que posiblemente sean los últimos coupés, pues la tendencia de la industria empuja a un multiverso de camionetas, por lo que los autos de dos puertas están en peligro de extinción.
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El ritmo de vida de estos días de Semana Santa, más relajados, nos invita a disfrutar del camino, así como a que nuevos entusiastas de los autos puedan ver deportivos rodar. Esto es algo que, como apasionado de los coches, agradezco. Al circular por Reforma, a la altura del Museo de Antropología, un niño de alrededor de 5 años señaló el RS5 y le informó a su padre sobre esta máquina. Naturalmente, me remonté a mi infancia e hice lo propio: revolucionar el motor a la par de hacer contacto visual con el infante, sonriéndole.

No cruzamos palabra alguna, pero estoy casi seguro que al paso de los años, recordará aquel Audi gris que llamó su atención e hizo rugir sus 6 cilindros un domingo por la tarde. En fin, siempre es agradable tomar el volante para manejar mientras resolvemos, en nuestra mente, aquellas inquietudes que rondan el pensamiento con frecuencia.
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