Estar detenidos en el camino a causa del pesado tránsito vehicular representa mayor emisión de gases contaminantes, pérdida de tiempo y un estimado de 70 mil millones de pesos al año para los habitantes de la Ciudad de México. Esto sin mencionar lo molesto e irritante que resulta estar sentado por largos periodos de tiempo avanzando a velocidades menores de 10 kilómetros por hora.
De hecho, estudios como el realizado por el Centro de Transporte Sustentable EMBARQ México, los mexicanos pasamos cerca de dos horas diarias, 40 horas al mes y 21 días al año atrapados en congestionamiento vehiculares.
Si sumamos este tiempo, es el equivalente a haber perdido 2.4 años completos de nuestra vida productiva sentados en un espacio confinado por placas de metal y asientos de tela.
Si bien gran parte del tránsito pesado es causado por factores externos como obras viales, cierre de calles y carriles, el comportamiento y naturaleza humana contribuyen de forma impresionante a la saturación de los caminos por culpa de nuestras decisiones.
Diversos estudios comparan el flujo vehicular con el comportamiento de partículas en el proceso de solidificación, pues de pasar de una naturaleza de constante movimiento de autos, una calle o avenida puede verse afectada por una densidad tan crítica que no vuelve a suceder movimiento por varios lapsos de tiempo.
Los datos del tránsito lento
El 60% de los congestionamientos viales son provocados por obras, reconstrucción de caminos, manifestaciones o reducción de carriles a causa de un accidente.
El resto de los embotellamientos son provocados por fallas en la conducción de los usuarios en su comportamiento al volante.
En 2008, la Universidad de Toronto realizó un experimento donde los conductores tenían que mantener una velocidad constante en un circuito y luego de dos horas, las fluctuaciones en la velocidad generaron embotellamientos y congestión vial sin razón aparente.
Las fluctuaciones de velocidad generan que el conductor que va detrás de la referencia, acelere de manera súbita, solo para después frenar de manera agresiva . Esto rompe el ritmo de flujo de tránsito en una ruta.
Un rango del 80% al 90% de los conductores de autos piensa que son mejores que el resto de los conductores.
Los conductores pertenecientes a este porcentaje
muestran mayores niveles de atención selectiva, lo que genera que existan patrones de menor empatía. Esto se traduce en manejo agresivo y el surgimiento de pensamientos y expresiones que normalmente no se dirían en un trato persona a persona.
Este comportamiento también genera que existan más aceleraciones súbitas en el flujo de tránsito y también el constante cambio de carriles. Ambos repercuten en el aumento del tráfico .
La ciencia del buen conductor
Mantener una distancia
(idealmente un coche) constante con el vehículo de enfrente mejora los tiempos de traslado entre 40 y 50%
El recorrer grandes distancias a velocidades constantes mejora el tráfico bajo un principio denominado “flujo contenido”
Este principio es empleado en países como Bélgica y Holanda , donde un grupo de patrullas se adelanta y lidera a los vehículos para contener el flujo vehicular en “horas pico”
Este mismo principio es el que persiguen los vehículos de conducción autónoma , generando un vínculo de comunicación entre automóviles para establecer una velocidad constante y un buen flujo de tráfico.
La sincronización de semáforos es esencial para un buen flujo vehicular . Los Ángeles se convirtió en 2015 en la primera ciudad del mundo en sincronizar todos los semáforos del centro y esto ha reducido el tiempo de traslados en esta área en 14%.
Si el 1% de los conductores decidiera cambiar su modo de traslados a alguna forma de transporte colectivo, el tiempo general del resto de los conductores se reduciría 18%
Fuentes: Journal of Applied Social Psychology, The Police Journal Hein Institute, NHTSA, Institute of Electrical and Electronics Engineers