Hace unos años, veíamos cómo las marcas de autos hacían anuncios que parecían lejanos o, bien, inciertos sobre su transformación hacia el futuro.
Entre la presentación de conceptos futuristas que nunca se concretaron, el escándalo de emisiones de Volkswagen y el fracaso de grandes de la tecnología como Google y Apple en sus intentos de producir un auto, el sentimiento de una transformación radical en el panorama automotriz era francamente nulo.
A esto se le agregaron las teorías de que la industria del petróleo tenía muchos años de producción en el futuro y que los intereses de las compañías de este giro impedirían la transición hacia una movilidad donde la electricidad fuera la fuente de poder más popular.
No obstante, parece que hemos llegado al punto en el que nos damos cuenta que dichas intenciones van en serio y que la metamorfosis de las compañías automotrices sucederá antes de lo esperado.
Por ejemplo, esta semana Mercedes-Benz anunció que, para finales de la década en turno, no venderá un solo auto que cuente con motor a gasolina de manera exclusiva. Esta estrategia conlleva una enorme inversión para que se pueda producir una nueva arquitectura vehicular que permita albergar motores híbridos y, posteriormente, 100 por ciento eléctricos.
No obstante, el plan es tan agresivo que para 2022 habrá un Mercedes-Benz totalmente eléctrico en cada uno de los segmentos donde participa. Es decir, modelos cero emisiones de esta marca en las categorías de SUVs, sedanes y hatchbacks para el año que entra.
La cosa no es muy distinta con Volvo , quienes anunciaron que para 2025 el 50% de sus autos será 100% eléctrico y para 2030, este porcentaje crecerá hasta el 100%.
De este lado del planeta, el tenor es el mismo con la administración presidencial de Joe Biden, quien hace unos meses anunció el despliegue de inversiones que alcanzan los 15 mil millones de dólares para la instalación de infraestructura de carga para autos eléctricos, la recuperación de laboratorios para el desarrollo e investigación de baterías y un paquete de incentivos que buscan abaratar el precio de los autos cero emisiones.
Frente a estas reglas, las tres grandes compañías de autos estadounidenses han acelerado el paso y, aunque quizá no era su intención hace unos años, hoy han pisado el acelerador con el anuncio de una serie de modelos que no necesitan gasolina para funcionar.
Quizá ninguna marca americana haya anunciado su transformación a un portafolios 100% eléctrico, pero no quieren dejar pasar la oportunidad de negocio que su propio gobierno le está impulsando a tomar.
Ante este choque con la realidad y con el escenario que se avecina, surgen muchas dudas que valdrá la pena analizar conforme vaya pasando el tiempo.
Una de ellas es la incertidumbre de qué pasará con el mercado de los autos a gasolina, ¿se encarecerán las últimas unidades o éstas perderán valor a medida que se trata de una tecnología con poco futuro?
También valdría la pena analizar cuáles son las intenciones de las marcas en sus planes de manufactura en fábricas de México. ¿Aprovecharán estos complejos para producir los autos del futuro o harán aquí los últimos modelos de tecnología obsoleta?
Sin lugar a dudas, nos encontramos frente a una ola que cambiará por completo la relación que tenemos con los autos y que, personalmente, encuentro fascinante.