Los autos, esas cajas metálicas con ruedas que muchas personas ven como un medio de transporte o una herramienta de trabajo pero que otros vemos como algo más. Diversión, motivo de encuentro entre personas o máquina del tiempo que revive memorias.
El motivo de estas líneas no es hablar de un modelo en específico, sino tratar de explicar qué es eso que vemos en los autos que algunas personas simplemente no entienden. Porque, en esencia, son un montón de metales, plásticos y fluidos que trabajan en sintonía para movernos de un lado al otro.
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El corazón antes de la razón
¿Quieres saber qué tanto le gustan los autos a una persona? Pregúntale con qué jugaba cuando era niño y la respuesta siempre será con cochecitos a escala, autos que se empujan con las piernas y las ahora extintas revistas de autos. Tal parece que fuera una secta en la que existen diferentes ideologías, pues hay fanáticos de autos deportivos, autos americanos, europeos, todoterreno y, básicamente, para cada segmento.
De la mano de redes sociales es posible encontrar grupo en Facebook o personas con gustos similares en Instagram, con quienes se empieza a interactuar y así, sin darnos cuenta, comienza a formarse un conjunto de personas afines. La magia de las redes sociales sin duda es cómplice para encontrar a quienes comparten este gusto.
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Más que un transporte, un generador de emociones
Sin importar el tipo de auto que a cada persona le guste, existe un motivo que hace sonreír a cada conductor: las sensaciones del auto. Esto viene de la mano de la “personalidad” que tenga cada vehículo, y es innegable sacar una sonrisa cada que se maneja.
Es como si volviéramos humanos a los autos, nombrándolos y cuidándolos de manera casi obsesiva pero que genera una sensación de felicidad única. Claro que es raro que un conjunto de piezas sea capaz de generar tanta serotonina, pero es que hay que entenderlos para disfrutarlos.
Ejemplo de ello son los autos italianos, que pueden ser temperamentales puesto que no siempre encienden o tampoco son los más confiables, pero sí unos de los que más emociones generan.
Sin importar origen o segmento, tomar el volante y manejar con o sin rumbo, con nuestra música favorita y sin interrupciones es casi un culto necesario, que conecta con el auto y hace que cada gota de gasolina valga la pena. Independientemente del dinero que se requiere para comprar y mantener un auto, resulta especial lavarlo cada domingo, buscar las mejores refacciones y, sobretodo, disfrutarlo.
Desde la perspectiva de quienes hacemos Autopistas, manejar un auto deportivo y llamativo puede ser complejo en la Ciudad de México, pero después de ver a chicos y grandes voltear a verlo, levantar el dedo y tomar fotos genera una sensación de felicidad. No desde el punto de vista egocéntrico, sino porque también fuimos esos niños que admirábamos ese coche y soñábamos con manejarlo hasta que, como si el destino lo tuviera previsto, nos llevó a ello.
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Quienes no comparten esta pasión pueden verlo como algo raro, pero definitivamente los autos son más que un vehículo. Son motivo de unión entre personas, incluso más allá que una simple amistad. Son motivo de plática, de relajación y de conectarse con uno mismo cuando, a veces, se está perdido. Hoy en día hacen falta autos que transmitan eso, pero que es posible encontrar modelos tan especiales que valdrán cada kilómetro recorrido y cada sonrisa que nace al verlo estacionado fuera de casa.