Aunque muchas personas vean a los autos como un montón de metal y plástico que mueve personas, los que disfrutamos de verlos, sentirlos y manejarlos sabemos que su personalidad se basa en más cosas que solo el motor.
Con esto me refiero a que cada país, con sus respectivas marcas, imprime parte de su esencia en aquellos autos que fabrica. Por ejemplo, los alemanes tienden a producir máquinas de ingeniería innovadoras y, muchas veces, sobrepensadas. Los japoneses buscan la perfección mecánica y a veces tienden a crear diseños como de animé.
Los italianos buscan proporciones perfectas y manejo emocionante, como si quisieran que sus coches combinaran con la arquitectura. Mecánicamente hay opiniones divididas en cuanto a confiabilidad, pero es innegable que sus autos lucen diseños atractivos.
En cambio, los franceses también combinan el diseño con algunas peculiaridades que, si no entiendes la cultura francesa, seguramente encontrarás extraño. Pero eso es lo que les genera aficionados o detractores.
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Complicaciones a la francesa
Independientemente de la parte mecánica, donde en México se les hizo mala fama a los autos franceses, realmente no son poco confiables pero sí se necesita atención para mantenerlos en perfecto estado.
Fuera de eso, sus diseños resaltan de entre la gran mayoría de vehículos. Desde un Citroën DS 19, de los años 60, hasta hoy en día un Peugeot 3008. Formas suaves o angulares son lo que los caracteriza por fuera. Por dentro, los autos franceses del siglo pasado gozaban de una ergonomía ciertamente rara.
Por ejemplo, en dicho Citroën el único brazo del volante apunta de lado en lugar de hacia abajo. El radio en el SM está en la consola central, junto al freno de mano, y orientado hacia el conductor. Los asientos parecen salidos de una tienda de muebles minimalista.
Pero lejos de eso, un elemento que fue innovador para la industria fue la suspensión hidroneumática, la cual proporcionaba un manejo extremadamente suave además de la capacidad de subirse o bajarse gracias a un aceite, útil para esquivar objetos del camino o tener mejor manejo. Para cambiar la llanta, no se necesitaba un gato, sino que bastaba con alzar la suspensión y colocar un soporte. Esto, desarrollado en los años 50, fue revolucionario y se mantuvo hasta años recientes en el C5 y C6, sedanes de gama media y alta, respectivamente.
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Pero en la actualidad, aunque muchas cosas ya están estandarizadas, a los franceses aún les gusta hacer cosas diferentes. Hace 20 años, aproximadamente, el Renault Clio V6 o Avantime son ejemplo de que es posible montar un V6 trasero en un hatchback subcompacto, o de mezclar un coupé con un MPV y hacerlo lo más raro posible.
Hoy en día, los controles de la mayoría de la gama de Peugeot tiene una orientación hacia el conductor, como de auto concepto, que remata por el i-Cockpit, con el volante ovoide y chato de arriba y abajo mientras que el cuadro de instrumentos está más arriba. Eso sí, algunos de los botones tienen símbolos raros y están ubicados en lugares menos usuales, pero que al entender la mentalidad francesa, resulta fascinante y enriquecedor manejar un auto que no tiene miedo de ser diferente.