Como hemos visto hasta la saciedad, todo lo que Trump dice o hace tiene como objetivo sus intereses político-electorales, aun si ello perjudica los intereses de su país. También hemos corroborado, ad nauseam, que su principal estrategia son los golpes mediáticos para atraer los reflectores, o para desviar la atención de lo que le incomoda. Todo ello condicionó la decisión de concluir la renegociación del TLCAN con México: aunque se rumoraba que podría ocurrir, no dejo de ser una sorpresa mediática difundida a tambor batiente, puesto que el impredecible personaje incluso había amenazado con derogarlo.
Afortunadamente para México concluyó una prolongada pesadilla que nos mantuvo en vilo durante un año de difíciles y presionadas negociaciones. Lo peor fue que se hicieron acompañar de una ofensiva retórica antimexicana, que tensionó las relaciones bilaterales como no ocurría desde los gobiernos de Reagan y De la Madrid. Por ende, debemos reconocer y encomiar la paciencia, tolerancia y habilidad de nuestros negociadores que, con gran profesionalismo, perseveraron hasta el final.
Ciertamente se da un gran paso, pero todavía hay incógnitas, cabos sueltos y asuntos no resueltos, comenzando con la incorporación de Canadá —con el que Washington no solo tiene serios diferendos comerciales, sino pleitos personales entre sus mandatarios— al texto concluido entre México y EU, o la trumpiana insistencia de desaparecer el acuerdo trilateral y negociar dos bilaterales. No de menor importancia, falta conocer la redacción definitiva para saber en detalle cómo quedaron las cuestiones más controvertidas, como la vigencia del acuerdo por 16 años, los aranceles al acero y aluminio, las reglas de origen, la solución de controversias, etc.
Al margen de lo finalmente acordado en las negociaciones, la razón fundamental de que concluyeran fue la misma por la cual se llevaron a cabo: los intereses políticos de Trump. Así, de la misma forma que anteriormente le convino satanizar al “peor de los tratados” que era “un mal chiste”, bajo las adversas circunstancias que está confrontando proclama que “es un gran día para nuestro país” porque necesita anotarse un triunfo con la exitosa conclusión “inconclusa” de la renegociación. Para el demagogo oportunista, México es un detestable y peligroso vecino, o un gran socio y amigo según le acomode.
La urgencia no fue tanto finalizar el proceso por razones comerciales o económicas, sino para contrarrestar con una estridente victoria los escándalos que ya han hecho crisis. Estos van desde su involucramiento en el Russiagate, los choques con sus aliados europeos, la separación de las familias migrantes y encarcelamiento de menores, el fracasado acercamiento al dictador norcoreano, el pago a prostitutas para que no revelaras sus amoríos, las sentencias contra su ex asesor de seguridad nacional Michael Flynt, su ex jefe de campaña Paul Manafort y sus ex abogado personal Michael Cohen, etc., todo lo cual “ha implicado al presidente en una conspiración criminal para influenciar su elección.” El desenlace de este inverosímil entuerto corresponderá al Congreso. La prisa también se debió a que quedan pocos días para entregar el tratado al legislativo a fin de que lo apruebe… ¿lo aprobará? ¿Qué posición adoptarán los republicanos que controlan el legislativo frente a las pruebas de los delitos del presidente? ¿Cómo repercutirá el descredito de Trump en las elecciones legislativas de noviembre? ¿Si los republicanos pierden la mayoría, los triunfantes demócratas someterán al presidente a juicio político? En virtud de que Trump manipuló a su conveniencia el TLCAN, el futuro de uno está ligado al otro, por lo que se trata de una conclusión todavia “inconclusa.”
Internacionalista, embajador de carrera y académico