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El reloj Geophysic de Jaeger-LeCoultre nació en una coyuntura fascinante. La manufactura suiza lo creó hace casi seis décadas en homenaje al Año Geofísico Internacional, una iniciativa sin precedentes y posiblemente irrepetible que se realizó en un periodo superior a 12 meses, del 1 de julio de 1957 al 31 de diciembre de 1958.
Era la época de la Guerra Fría, que ahora suena a prehistoria, cuando miles de científicos de 67 países combinaron sus conocimientos para estudiar la superficie terrestre —con énfasis en las regiones polares—, los océanos, la atmósfera, la actividad solar, los rayos cósmicos, el geomagnetismo, el flujo de glaciares, la sismografía, las auroras boreales y la física ionosférica, entre otras cosas.
No fue un esfuerzo teórico sino empírico: con tecnologías heredadas de la Segunda Guerra Mundial se establecieron cientos de puestos de observación terrestres y marítimos, estaciones meteorológicas e incluso se lanzaron satélites artificiales con instrumentos científicos, como preludio a la carrera espacial.
"Nunca hasta ahora, excepto en casos de guerra, se había movilizado a tantos y tan ilustres sabios para una causa común", escribió el periodista Werner Buedeler. "El impulso que los mueve en este caso es el afán de llevar a un mayor y más profundo conocimiento sobre nuestro planeta, la Tierra".
En ese contexto, Jaeger-LeCoultre desarrolló en 1958 un guardatiempo que, según la marca, reunía "lo mejor de la técnica relojera de su época": un mecanismo surgido de los relojes militares con parada de segundos para el ajuste preciso de las horas, un volante de Glucydur que brindaba estabilidad ante los cambios de temperaturas, un sistema con parachoques a prueba de golpes y una caja interior de hierro dulce para protección de los efectos del magnetismo hasta 600 Gauss.
El Geophysic Chronometer Reference E 168, que se ve en la foto de abajo, tampoco fue un esfuerzo teórico, pues viajó a bordo del USS Nautilus, el primer submarino nuclear que además, en agosto de 1958, fue el primero en cruzar del Océano Atlántico al Océano Pacífico por debajo del casquete glaciar del Polo Norte.
Jaeger-LeCoultre sólo lo produjo durante un año, pero en 2014 lo revivió como una colección de estética clásica que en 2017 será enriquecida con un modelo excepcional: el Geophysic Tourbillon Universal Time.
En este reloj se reúne por primera vez un tourbillon volante con la complicación de hora universal, que permite consultar la hora de 24 ciudades de manera simultánea. El impacto visual es inobjetable, gracias al magnífico tourbillon que parece flotar y que luce el volante Gyrolab, exclusivo de los Geophysic, con su muelle espiral en forma del áncora relojera símbolo de la casa.
El desarrollo del volante Gyrolab tomó ocho años y se presentó en dos modelos Geophysic de 2015: True Second y Universal Time. Su característica más importante es que no es circular, lo que reduce al máximo la fricción con el aire y garantiza una gran precisión.
El espectáculo mecánico se complementa con un planisferio donde el océano tiene un color azul intenso con un guilloché que simula olas y los continentes presentan acabado satinado. Las manecillas tienen material luminiscente. El disco central está rodeado, a su vez, por el disco de las ciudades y el de 24 horas con día/noche. También cuenta con indicación de la hora de verano y segundos en el tourbillon.
Su mecanismo es el calibre Jaeger-LeCoultre 948 automático con masa oscilante de oro macizo. Garantiza 48 horas de reserva de marcha. El ajuste de las horas se hace con facilidad mediante la corona, con saltos de una hora en sentido horario o antihorario. La caja mide 43.5 milímetros de diámetro y está hecha en platino. Es una edición limitada de 100 ejemplares.