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La glamorosa vida de un atleta y su constante ascenso permitió que surgiera el coaching en el mundo corporativo, el “acompañamiento” para lograr metas concretas. Después, algunas universidades buscaron generar profesionistas de alto desempeño y retomaron muchas prácticas de los campeones para formar a sus alumnos. Bajo la óptica deportiva, aprendimos a detectar los factores de éxito académico y de vida. Se los comparto ahora.
Tenemos la certeza de que el carácter y el entorno de la persona son cruciales para el aprendizaje y el éxito. La estabilidad emocional juega un rol crucial para determinar el grado de excelencia al que un alumno puede aspirar. Los altibajos emocionales no permiten el mejoramiento continuo. La felicidad y entusiasmo si catapultan al individuo.
De manera simultánea, hoy sabemos que el entorno juega un rol crucial sobre el desempeño. Así, familia y amigos, por ejemplo, deben tender a los mismos objetivos que el alumno, presentar intereses análogos. Si no es así, el entorno resta potencial al futuro profesionista. Se vuelve un obstáculo.
Triunfadores provenientes de hogares disfuncionales y rotos son excepciones. En general se requieren entornos felices para cimentar gente que triunfa.
Ahora analicemos las emociones. Existe una relación directa entre el número de apoyos o actividades a las que una persona dedica su tiempo y su estabilidad emocional. Esas actividades son las tareas profesionales, académicas, sociales, personales o familiares en las que una persona invierte sus esfuerzos.
Tales actividades, al ser tan importantes para quien las realiza, se convierten en sus pilares anímicos y generan la estabilidad emocional. Y si se pretende un rendimiento continuo, es imprescindible vivir de forma estable. Sólo en la ficción las personas con marcada bipolaridad generan carreras exitosas.
Cuando un estudiante tiene cuatro o cinco puntos de apoyo (actividades), le proporcionan una marcada estabilidad emocional. Pero si se persigue el máximo rendimiento en una actividad, como el éxito en una profesión determinada, esta estructura multifactorial la limita. Esto porque con la poca dedicación a cada una de las actividades se complican las posibilidades de alcanzar la excelencia en alguna de ellas. Científicamente se requieren al menos diez mil horas de práctica para lograrlo.
Por el contrario, si un alumno tiene sólo una o dos actividades de interés, pone en riesgo su estabilidad anímica. Es decir, muchas actividades dispersan el rendimiento continuo y el alcanzar el máximo desempeño, unas pocas vuelven muy frágil emocionalmente al futuro profesionista. Entonces, la estructura ideal, aquella que más facilita el rendimiento, está formada por tres puntos de apoyo, tres actividades entre las que se encuentra aquella en la que pretende ser excelente.
Finalmente, es necesario valorar si los distintos componentes del entorno suman, restan o no interfieren en el rendimiento de una persona. Si está lleno de amigos que sólo aspiran a aprobar un curso, que no buscan la excelencia, restan el potencial del alumno porque tienen niveles de ambición diferentes y sus estilos de vida también son diferentes. Hay incompatibilidad de intereses.
Para alcanzar el alto rendimiento, la aportación del entorno debería ser positiva o, por lo menos, no restar. Si quieres ser un triunfador, debes estar con gente que lo sea.
Las creencias son otro factor que determinará el éxito profesional. Las creencias rígidas y limitantes son las que entorpecen el desempeño de excelencia. Las rígidas, porque no se adaptan a la complejidad cambiante de la realidad, y las limitantes porque generan expectativas negativas sobre la acción.
Entre más cosas intocables tiene una persona, menos posibilidades alberga de ser feliz. Debemos analizar si nuestras creencias son o no asequibles. Predeterminar que es posible tener errores en el desempeño pero que esto es parte del aprendizaje para ser mejores.