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El científico mexicano Héctor García Molina, de 62 años, suma casi cuatro décadas de un trabajo diario de investigación en universidades de Estados Unidos, enfocado en la computación digital y las tecnologías de la información.
Entre sus aportes destacan áreas clave como la integración de datos, y el desarrollo de las tecnologías de la internet, incluyendo el primer sistema para detectar correo no deseado o “spam”.
Su trabajo como investigador y docente ha ayudado al adelanto de la informática y en especial de las tecnologías de base de datos.
El profesor de Ciencias Computacionales en la Universidad de Stanford, originario de Monterrey, del norteño estado mexicano de Nuevo León, goza de reconocimiento mundial por sus aportes para el desarrollo del motor de búsqueda de Google.
García Molina asesoró y financió inicialmente a su alumno Sergey Brin, uno de los cofundadores de la ahora gigantesca compañía.
A la fecha, García Molina está avivando revolucionarias innovaciones en el área de la “ciencia de datos” que pueden conducir a nuevos conocimientos en múltiples espacios de la industria y la ciencia.
“La ciencia de datos es una de las tendencias”, explica el científico mexicano al hablar con Notimex de sus nuevas investigaciones en su cubículo del edificio William Gates, que alberga al Departamento de Ciencias Computacionales en el campus de la Universidad de Stanford.
El uso de las nuevas tecnologías está permitiendo recabar más datos que nunca a través de sensores, teléfonos inteligentes, redes sociales, blogs, dispositivos médicos y aditamentos ligados a la internet, expone.
“Cada vez que uno hace ‘click' se está registrando y entonces hay una cantidad enorme de información muy valiosa y hay mucho interés ahora en analizar esa información y aprender de ella, sacar conocimientos basados en los datos; se está usando mucho eso en todos los campos”.
Antes, los datos eran utilizados para confirmar hipótesis. Ahora los investigadores analizan los datos para patrones y tendencias que conduzcan a nuevas hipótesis, señala.
García Molina es codirector de la Iniciativa de Ciencia de Datos de Stanford, creada para coordinar investigaciones sobre las formas de utilizar los datos para el aporte de nuevos conocimientos en áreas como la medicina, ciencias sociales, la tecnología y el aprendizaje.
También realiza investigación en el uso de las computadoras en una área conocida como “crowdsourcing”, un término usado para definir el proceso de obtención de los servicios, ideas o contenidos mediante la solicitud de contribuciones de un gran grupo de personas.
La computadora, explica, “trabaja con seres humanos para resolver problemas que son muy difíciles para la computadora por si sola solucionar”, expone.
Ejemplifica con la tarea de “si tiene un trabajo que hacer lo divide y le pide a diferentes gentes que resuelvan pedazos de ese problema y la computadora los une y quizás pida mas tareas”.
“Compartir la inteligencia. Inteligencia natural e inteligencia artificial al mismo tiempo”, expuso.
Con ello se persigue ayudar a las computadoras a identificar objetos y clasificarlos. Las computadoras cada vez son mejores para hacer eso, pero todavía para una persona es mucho mas fácil hacerlo, afirma García Molina.
“Por ejemplo, si se le muestran a una computadora dos fotografías mías, la computadora batalla para determinar en caso de que sean fotos mías pero en diferentes edades, o vestido diferente, o con pelo corto o pelo largo”.
Es cierto, admite, “la computadora puede batallar para identificarme y las personas son mejores en esto”.
“Quizás en 20 años más las computadoras van a poder hacer esto, pero siempre va a haber tareas que los humanos van a hacer mejor, sobre todo cosas que necesitan criterio, evaluación”, señala.
“Una computadora nunca va a saber qué está de moda, qué canciones le gustan a la gente.. para ese tipo de evaluaciones, uno tiene que ir a preguntarle a la gente”, concede.
“No me falta fe en la inteligencia artificial”, aclara, “pero también entiendo las limitaciones de la inteligencia artificial y todavía le falta mucho que mejorar”.
Insiste en que en esta campo esto “es bueno para los investigadores en ciencias computacionales porque todavía hay mucho trabajo por delante”.
García Molina, que egresó en 1974 como ingeniero en electrónica del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, hizo luego una maestría y un doctorado en Ciencias Computacionales en la Universidad de Stanford y ha dedicado 37 años a la academia y la investigación.
“Siempre me ha gustado la academia, desde que probé ser profesor”, dice. “Me da mucha libertad e independencia de hacer lo que le interesa a uno, siempre conoce uno gente muy interesante y estoy haciendo cosas nuevas, no tengo que pedirle permiso a nadie”.
“El trabajo que tenemos es conseguir los recursos, la mitad del trabajo es conseguir los recursos, hacer las propuestas a gobiernos y compañías para que nos patrocinen la investigación”, indica.
Su preferencia por la academia lo ha llevado a rechazar lucrativas oportunidades en la iniciativa privada al haber sido testigo y participado en el nacimiento de varias de las mas exitosas empresas de Silicon Valley.
“No me ha interesado irme de tiempo completo, pero he estado involucrado de diferentes formas en compañías, como asesor o miembro de su concejo directivo, pero me gusta tener la independencia y estar aquí”, señala.
El gusto por la academia lo heredó quizás de su padre, el ingeniero químico Fernando García Roel, rector del Instituto Tecnológico de Monterrey de 1960 a 1984.
“Me gusta investigar y educar a mis alumnos y es muy satisfactorio, cuando voy a diferentes compañías de visita a ver a todos mis ex alumnos que han tenido mucho éxito”, dice García Molina. “Espero que yo haya contribuido un poco”.
Sus alumnos provienen de todas partes del mundo, pero como mexicano, García Molina lamenta que no existan muchos coterráneos cursando maestrías y doctorados en áreas de ingeniería y ciencias.
“Creo yo que esto se da porque no hay la cultura en México de hacer un post doctorado en una área técnica. A los estudiantes en México, les interesa hacer una maestría en negocios y si no es negocios prefieren ponerse a trabajar en una compañía”, sostiene.
“No hay la tradición de irse a hacer un posgrado en una ingeniería y ciencias y en otros países si existe esa tradición, en países como Grecia, Alemania o China”, indica.
Esos estudiantes tienen “mucho interés y entonces los mejores estudiantes de una generación en una carrera deciden quedarse en la universidad y solicitar a universidades en Estados Unidos o en Europa y en México no hay esa tradición”.
“Y no es porque en México haya falta de talento, yo creo que la distribución de inteligencia es uniforme por país, según lo que yo he observado, lo que pasa es que la gente muy capaz muy inteligente en México hace otras cosas”, dice.
Los mexicanos en Stanford, “no tienen problemas, llegan bien preparados”. Actualmente, solo un mexicano, Lázaro Clapp, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, cursa su doctorado en el Departamento de Ciencias de la Computación de esa universidad, dice.
También, afirma, “es difícil para un mexicano regresar a México y seguir haciendo investigación, aunque se puede hacer y las universidades en México cada vez están mejor preparadas para recibir alumnos que han obtenido un doctorado”.
“Sé que hay muy buenos investigadores en México… hay muy pocos pero hay muy buenos investigadores, lo que hace falta es tener más”, apunta.
García Molina dice que visita México cada vez que tiene oportunidad, para participar en conferencias y ofrecer charlas, aunque no se ha involucrado con ningún tipo de investigación en México.
El profesor comparte su pasión por la ciencias computacionales con su afición a la fotografía, especialmente las fotos de eventos deportivos, donde se pueda captar la acción de las diferentes disciplinas.
Cuando habla acerca de su afición a la fotografía, García Molina se entusiasma al tiempo que muestra en el monitor de su computadora, algunas de las imágenes tomadas en los eventos deportivos en los que participan los diversos equipos de la Universidad.
El científico mexicano esta acreditado como uno de los fotógrafos oficiales de Stanford Athletics, el departamento de deportes de la Universidad de Stanford, lo que le permite asistir a los múltiples encuentros deportivos que se efectúan en el campus.