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Hoy comienzan las advertencias sobre el impacto negativo que tendrá sobre México el gran déficit fiscal, en ascenso, de Estados Unidos, causado en parte por una reducción de ingreso tributario, a la vez producto de la reforma fiscal del presidente Trump. Con ésta, bajó la tasa de ISR de 35% a 21%, en un movimiento que sorprendió al mundo a fines de 2017.
2018 fue el primer año calendario con esta reforma y con un mayor déficit. El déficit había caído a 2.6% del producto interno bruto (PIB) en 2017, después de alcanzar 10.2% en 2009, el año de la Gran Recesión. En ese año la recaudación de impuestos cayó en 350 mil millones de dólares.
Los esfuerzos del gobierno estadounidense por reducir ese déficit fueron constantes y en dos años se recuperó el nivel de la recaudación. Para 2013 había rebasado los niveles registrados antes de la recesión y la economía estaba creciendo, aunque aún lejos de recuperar las tasas de crecimiento de mediados de la década anterior.
En su campaña, Trump prometió una reducción de impuestos, Se discute mucho entre economistas si esta reducción fue correcta o no. Lo que hay que considerar es que en el último año de la presidencia de Obama el crecimiento de esa economía se había desacelerado mucho, hasta 1.5%.
Era obvio que con esa tendencia algo había que hacer. La Reserva Federal estadounidense ya había desplomado su tasa de interés y adquirido enormes cantidades de valores en el mercado, principalmente bonos del tesoro y papeles hipotecarios, desde 2008. En 2015 dejó de comprar valores, pues la economía ya tenía varios años creciendo, al igual que el empleo.
Con la política monetaria ya agotada, la única herramienta disponible para el nuevo gobierno era una expansión fiscal, ya fuera a través de menores impuestos o de mayor gasto. El expediente del gasto ya había sido ensayado en 2008 y después de 2009 y eso ayudó a sostener el crecimiento, pero sólo modestamente.
El nuevo gobierno del presidente Trump hizo una significativa reducción de impuestos a empresas y personas. En gran medida por esa sola razón el crecimiento recobró fuerza y rebasó el 4% en el segundo trimestre de 2018, seguido de 3.4% en el tercero.
El déficit fiscal, sin embargo, aumentó en 2018 alrededor de 500 mil millones de dólares o 2.5% del PIB, muy alarmante para muchos. Sin embargo, la menor recaudación sólo fue de 220 mil millones, lo que significa que hubo otras causas, principalmente el nuevo programa de salud.
Pero aun con ese mayor déficit, el PIB aumentó su valor en un billón de dólares, lo que ha servido para aumentar el empleo a niveles récord y mantener un clima de negocios positivo. Este clima ha servido para dar confianza, hasta que se presentaron las tensiones comerciales con China.
Es difícil concluir que el mayor déficit haya sido excesivo. Esto, porque las tasas de interés más bajas que en su promedio histórico, han mantenido bajo el costo del servicio de la deuda como porcentaje del PIB. Así, estos intereses llegaron en 2018 a 2.6%, muy similar a los del periodo 2002-2016 y la mitad de la carga pagada durante varios años de la presidencia de Ronald Reagan.
No está aún escrita la última palabra sobre este déficit, pero el nivel que se anticipa puede ser poco importante, si el crecimiento de la economía se mantiene. Por lo pronto, las alarmas sobre un salto inminente de las tasas de interés a causa de este déficit son cuando menos exageradas, si no equivocadas. Hay todavía mucho que entender bien sobre el actual ciclo de tasas de interés.
Analista económico. rograo@gmail.com