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El manejo de la información, respecto de las posibles reformas de ley que analizaba el Congreso de la Unión sobre la operación de los bancos, de inmediato impactó la relación del peso y el dólar y el desempeño de la Bolsa Mexicana de Valores.
Es innegable que las percepciones que se derivan de las acciones de gobierno, y su significado, impactan la economía de cualquier país.
Los políticos tradicionales mexicanos no entienden aún que el lenguaje de la política es muy diferente del que se utiliza en el ámbito financiero.
En la política se puede prometer y luego olvidar lo prometido, proponer y luego desdecirse, e incluso mentir y ello no tiene ningún tipo de consecuencias, pues el ciudadano entiende que el lenguaje político no es confiable y lo interpreta con reservas.
En contraste, en el ámbito financiero, el lenguaje es forma y fondo y genera respuestas de alta sensibilidad y retroalimentación inmediata.
Además, en el ámbito financiero, no sólo nacional, sino global, las acciones gubernamentales dicen más que las palabras. Por ello son analizadas al detalle y siempre concluyen en una acción de impacto financiero.
Vivimos una economía globalizada, altamente sensible y emocional y los actores y agentes económicos viven su día a día tratando de desentrañar el futuro a través de pequeños indicadores. Sin embargo, el trabajo legislativo y las declaraciones de los funcionarios públicos de alto rango, son algo más que indicadores, son una ruta clara y evidente de lo que será el futuro y por ello los inversionistas deben tomar decisiones de bajo riesgo y alta rentabilidad.
Hoy vemos un Congreso hiperactivo, que quiere lograr una transformación radical a través de planteamientos de alto impacto, como si esta legislatura tuviese que transformar al país. Por ello vemos que hay tal prisa por dar resultados, que las propuestas legislativas trascienden sin un sustento técnico y sin un análisis y evaluación de impacto, no en la ciudadanía, sino en quienes toman las grandes decisiones financieras. No olvidemos que la política y la economía van de la mano.
Cuando en un país la economía se ve emproblemada, seguro surgirán conflictos políticos y sociales. A su vez, las decisiones políticas, más temprano que tarde, impactarán la economía.
Es importante que los legisladores se concienticen de que vivimos en la plenitud de la globalización comercial y financiera y que el futuro del país está intervinculado con nuestra capacidad de proyectar certidumbre y seguridad a los mercados. Por tanto, deben ser altamente cautelosos.
Por menos que lo que hoy está sucediendo, se dio lo que luego se denominó el error de diciembre de 1994, cuando iniciaba el gobierno de Zedillo. La percepción de que el país no estaba tan sólido como lo había tratado de proyectar el presidente Salinas de Gortari propició una fuga de capitales que puso a México al borde de la bancarrota.
Debemos reconocer que el contexto del país exige políticas de gobierno con alta sensibilidad social en beneficio de las mayorías vulnerables, pero las acciones encaminadas a otorgar beneficios directos al ciudadano deben ser planificadas con mesura y negociadas con quienes puedan sentirse afectados y no impuestas desde el poder político.
La innovación que transforma siempre es simplemente un paso adelante, respecto de la realidad actual, pero eso sí, un paso sólido, firme y convincente. En contraste, los cambios bruscos y radicales generan temor y desconfianza y ello en el ámbito financiero es determinante.
El gobierno nunca ha sido generador de empleos y es una falacia que se adjudique ese mérito. Sin embargo, cuando el gobierno se convierte en un facilitador confiable, estimula la inversión de grandes capitales y eso es lo que sí genera empleos para los mexicanos y bonanza para el país.
La comunicación pública, en un sentido amplio, parece ser el talón de Aquiles del nuevo gobierno y en ello se debe poner especial cuidado.
Presidente de la Academia Mexicana
de la Comunicación