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Chilpancingo

Son las siete de la mañana. Un tambo de basura lleva dos horas tirado sobre la avenida Ruiz Cortines, en la colonia La Laja, una vía de las más transitadas de Acapulco. Dentro está el cuerpo de Liliana Aguilar Merino, de 22 años, semidesnudo y decapitado.

Es sábado 19 de marzo de 2016. Las fotografías del tambo recorren las redes sociales. Se ven partes del cuerpo de la joven: las piernas, el pubis, el vestido floreado. Minutos después aparecen también las fotos de un chico en bóxer, de 18 años, que ha sido detenido en su casa, según la Policía Federal, cuando el rastro de la sangre, supuestamente de Liliana, los llevó hasta su puerta.

Dilan Sánchez Álvarez, el joven presentado como el asesino confeso de Liliana, aparece semidesnudo en la calle, llevado en vilo por los federales. Según los agentes, aceptó haberla matado por celos. Que era su novia y tuvieron una discusión. Que una vez que la mató intentó hacer pasar el crimen como consecuencia de un ajuste de cuentas entre células del narco que operan en Acapulco. Dejando incluso un mensaje como los que se dejan entre las pandillas: “Pa k no ce meta kon kien no deve”.

Pero los padres de Liliana dieron una versión diferente cuando fueron a recoger el cuerpo de su hija al forense. Dijeron que, en efecto, tenía un novio en esa colonia de Acapulco, pero cuando les mostraron las fotos de Dilan, resultó no ser el chico que ellos conocían. Luego aparecieron otras imágenes tomadas de su perfil de Facebook, en las que aparece con su novia, pero esa novia no es Liliana. De todas formas, llegó el momento en que el Grupo Coordinación Guerrero —integrado por las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina-Armada, la PGR, la PF, el Cisen y el gobierno estatal— anunció en conferencia de prensa que el joven estaba preso.

Sin que hubieran transcurrido los tres días reglamentarios para definir su situación jurídica, un juez le dictó formal prisión en el penal de Las Cruces de Acapulco, donde permanece con un proceso en curso. Su padre intenta demostrar que Dilan es inocente, mientras que sus amigos de la Universidad Americana de Acapulco dicen que “es un compañero modelo”, y sus maestros aseguran que “es un alumno destacado”.

La historia de Liliana y Dilan no es una excepción en Guerrero. Es sólo una de las que han llevado al estado —durante los últimos tres años— a ocupar el primer lugar nacional en la tasa de asesinatos de mujeres por cada 100 mil habitantes.

De acuerdo con el reporte La violencia feminicida en México, aproximaciones y tendencias 1985-2014, realizado por ONU Mujeres, el Instituto Nacional de las Mujeres y la Secretaría de Gobernación, en 2013 Guerrero registró la tasa más alta de defunciones femeninas con presunción de homicidio, con 12.6, por encima de Chihuahua, que obtuvo 9.4, y el Estado de México, con 5.5. Mientras que en 2014 el estado mantuvo el primer lugar, con 9.6; Chihuahua tuvo nueve, y el Estado de México 4.2.

Para 2015, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), Guerrero retuvo la corona como la entidad campeona en asesinatos de mujeres, en un registro de 7.5 por cada 100 mil habitantes. En el mismo año, Chihuahua alcanzó una tasa de 5.7 y el Estado de México 4.3.

¿Asunto mediático?

El pasado 8 de marzo, el gobernador del estado, Héctor Astudillo Flores, dijo a representantes de medios de comunicación que “no se deberían andar mandando mensajes de que en Guerrero se anda persiguiendo a las mujeres para lastimarlas”, porque “ya de por sí tenemos demasiados problemas”.

Fue su respuesta a la exigencia de diversas organizaciones locales de mujeres que están solicitando la declaración de una alerta de género —como en Jalisco, Edomex, Morelos y Michoacán—. Astudillo Flores añadió que éste le parecía más bien “un tema mediático”.

Pero las cifras no mienten. A los registros de las instituciones federales y ONU Mujeres antes expuestos, se suma la documentación del Observatorio de Violencia de Género contra las Mujeres Hannah Arendt, con sede en Acapulco, que da cuenta de que entre 2010 y 2015 el número de asesinatos dolosos de mujeres pasó de 124 a 225.

De los datos proporcionados por la ONG se desprende que en ese periodo, 62.6% de las 901 mujeres asesinadas recibieron impactos de bala; 8.5% fueron atacadas con arma blanca; 7.8% golpeadas; 3% estranguladas y 2% asfixiadas. Aunque en cada caso se pudo presentar más de una de estas características. En 16.1% de los casos no se especifica la causa del deceso.

Acapulco es el municipio guerrerense con mayor número de asesinatos de mujeres entre 2010 y 2015, según el Observatorio. De los 901 contabilizados por la organización dirigida por Rosa Icela Ojeda, 41% han sucedido en el puerto.

Hasta la primera semana de junio de 2016, de acuerdo con recuentos periodísticos, se registraron 88 asesinatos de mujeres. En contraste, el vocero del Grupo Coordinación Guerrero, Roberto Álvarez Heredia, señala que la Fiscalía General del Estado cuenta con datos de 28 defunciones de mujeres entre los 852 asesinatos dolosos (de hombres y mujeres) ocurridos en este estado hasta mayo de 2016, datos respaldados por el fiscal general Xavier Olea Peláez, quien en diciembre de 2015 asumió que se sacó “la rifa del tigre” al llegar a este cargo. El pasado 6 de junio el fiscal declaró que “sólo siete de estos casos son feminicidios”.

Ante la solicitud de este diario sobre esos siete casos que están considerados oficialmente como feminicidios, Álvarez Heredia se niega a dar detalles.

Feminicidio: todo asesinato de mujer

Frente del Observatorio Hannah Arendt, Ojeda sostiene que es indispensable decretar la alerta de género en Guerrero. Se quiere ocultar, dice, que ocurren “feminicidios” y que los asesinatos no tienen que ver con crímenes de odio, que la mayoría son actos del crimen organizado.

Urge Guerrero alerta de género
Urge Guerrero alerta de género

La activista dice a EL UNIVERSAL que “una cosa no excluye a la otra”. Y pone como ejemplo el caso de Liliana Aguilar Merino, de 22 años, asesinada el pasado 19 de marzo. “No debe descartarse ninguna línea de investigación. Me parece que intentaron desviar la atención para hacerlo pasar como un homicidio pasional. Todo apunta a una ejecución. Si se tipifica de forma adecuada es un feminicidio, aunque lo hayan ejecutado uno o varios miembros de la delincuencia organizada. Una cosa no excluye a la otra”, afirma convencida.

¿Qué criterios usan para tipificar un homicidio femenino? ¿Cómo deben de matar a una mujer para que entre en estatus de feminicicio? Álvarez Heredia, el vocero del Grupo Coordinación Guerrero, lo explica así, con base en el artículo 135 del Código Penal: “Comete el delito de feminicidio quien, por razones de género, prive de la vida a una mujer”. Y existen razones de género cuando la víctima presente señales de violencia sexual o se le hayan ocasionado lesiones o mutilaciones denigrantes o degradantes, previas o posteriores a la privación de la vida, así como actos de necrofilia. También cuando existan antecedentes de cualquier tipo de violencia —en el ámbito familiar, laboral o escolar— cometida por el sujeto activo contra la víctima.

También se considera legalmente como tal si existen referencias que establezcan que hubo amenazas, acoso o lesiones en contra de la víctima; si fue secuestrada previamente e incluso si el cuerpo se expuso o se arrojó en un lugar público con el objetivo de denigrarla debido a su calidad de mujer.

En 2015, de acuerdo con datos del Observatorio de Violencia de Género de Guerrero, en los 225 homicidios femeninos que registra, 213 presentan abandono del cuerpo después del asesinato; es decir, más del 90%.

Etiqueta QRR

Las cifras van en aumento día con día y la forma de matar se va diversificando.

El 24 de enero, dos mujeres fueron halladas en una fosa clandestina en Chilpancingo. Seis días más tarde, dos más fueron ejecutadas a balazos en la colonia 24 de Febrero, en Iguala; el 7 de febrero, en La Unión, municipio de la Costa Grande colindante con Michoacán, Adalberta Ocampo Rivera, de 35 años, fue asesinada de nueve balazos.

El 22 de febrero una mujer fue asesinada a machetazos en la colonia Emiliano Zapata de Acapulco. Ese mismo día, en Nuevo Balsas, Cocula, fue hallado el cuerpo de otra, lapidada.

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en una fosa clandestina dentro de una casa acapulqueña en obra negra de la colonia Sinaí, fue hallado el cuerpo de Lizbeth Vargas, de 23 años. Fue asesinada de varios disparos mientras atendía un negocio de celulares en Acapulco.

La espiral parece no terminar: decapitadas, acribilladas, desmembradas y arrojadas a la vía pública en bolsas. Apuñaladas, agredidas sexualmente. Privadas de su libertad. Torturadas. Veinte años, 70, 45, 22, 30. No hay límites.

En la mayoría de los expedientes de casos de mujeres asesinadas en Guerrero, hay una etiqueta: QRR. Significa: Quien Resulte Responsable.

QRR no siempre llega a ser nombrado ni a recibir sentencia por su crimen.

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