Imagina que pides una pizza y al abrir la puerta para recibirla es un dron el que te la entrega. Mientras recibes tu producto miras al cielo y decenas de estos aparatos sobrevuelan haciendo entregas a las casas de los vecinos. Con agilidad se esquivan unos a otros y también a los cables, postes, aves y personas. Entonces recuerdas cómo era la vida sin drones y te das cuenta de que el paisaje nunca volverá a ser el mismo. Podría parecer la escena de una película de ciencia ficción o algo lejano, pero es una realidad que está más cerca de lo que pensamos.

La posibilidad de este escenario la dibuja en su mente Ozkar Santiago Rivera. Mientras platica que ese futuro de película podría ocurrir en menos de 30 años, se dirige a un clóset en su estudio y desempolva la caja en la que descansa su primer dron. “Era una cosa de risa”, dice sobre el Heli Max de aspas amarillas que mide apenas 10 centímetros. El pequeño artefacto dio inicio a la empresa 3FStudio, que se especializa en toma de fotografías y videos con vehículos aéreos no tripulados.

“La primera vez que lo volé fue en un parque. Aunque sabía cosas sobre aerocontrol, enfrentarme al dron fue completamente diferente”, cuenta Ozkar sobre esa primera experiencia. “Ahora es mucho más fácil estabilizarlos, pero en ese entonces era todo un reto. Era de ley que las primeras veces se te cayera o lo estrellaras contra algo”, platica.

Desde ese día hasta ahora, Ozkar ha pasado muchas experiencias con su compañero de trabajo. Aunque tuvo que chocarlo varias veces antes de lograr tener el control del pequeño aparato, en menos de dos años la empresa creció y su Heli Max se convirtió en un Inspire One, 18 veces más grande que el primero y de 3.5 kilogramos de peso.

Riesgo en el aire

Tal como lo describen quienes se relacionan con estos aparatos, pareciera que tienen personalidad y que son temperamentales. Historias de drones que fallan y se van volando en línea recta para nunca volver, los que regresan a toda velocidad hacia quien lo está manejando, los que se apagan sin previo aviso, aquellos cuyo soft-ware se actualiza y ya no quieren funcionar y, sobre todo, los que chocan sin parar.

Por eso, antes de volar su dron, Ozkar revisa que todas sus partes estén en buen estado. Se asegura que la carga de la pila esté a 100% y revisa el lugar para saber cómo debe volar para prever cualquier accidente. También prepara hasta seis pilas con carga suficiente por si alguna falla, repuesto de las aspas y los motores en caso de que se rompan, e incluso otro cargador. Como él, un buen dronero deber estar siempre al pendiente de cualquier imprevisto.

Ozkar sabe que a pesar de tomar todas las precauciones siempre hay algo que puede salir mal y opina que es necesario que quien lo manipula, ya sea de forma profesional o por diversión, sea una persona con experiencia.

“Manejar un dron no es cosa de juego. Ahorita cualquier persona tiene acceso a uno, pero muchas veces es gente que no sabe nada sobre estos aparatos y los vuelan de manera irresponsable. Si tratas de agarrar un dron, aunque sea pequeño, te puede volar los dedos; si se te acaba la pila y no te das cuenta, puede caer sobre alguna persona, si lo vuelas en interior pueden fallar los satélites que lo estabilizan y puedes chocar contra un muro”, advierte.

A pesar de que 3FStudio ofrece experiencia, seguridad y profesionalismo, los clientes siempre se quejan del costo. Los 15 mil o 20 mil pesos que se cobran por un video de 10 minutos podrían parecer excesivos si no se toma en cuenta lo que implica el manejo de un dron, la producción del material visual y los más de 100 mil pesos que pueden llegar a invertirse en adquirir un aparato de calidad y sus aditamentos.

“A la gente a veces le cuesta trabajo entender que nosotros no cobramos por los 10 minutos, sino por la experiencia, la preproducción, la posproducción y sobre todo por la certeza de que se toman las medidas de seguridad necesarias para evitar que alguien salga herido. Hay muchos que lo dan más barato y los clientes se van con la finta, pero, por un lado, no te van a dar un buen producto y, por otro, se convierten en un riesgo para los demás”, explica Ozkar.

Pilotos a distancia

En la fotografía se aprecia la cima del Nevado de Toluca. Una toma limpia. El cielo azul contrasta con el marrón de la montaña, y en el cráter la laguna de agua cristalina. El día que Ozkar tomó esa foto iba solo. Aunque él suele manipular el dron mientras otra persona hace las tomas, aquella mañana hizo ambas cosas. A pesar de que piensa que con ayuda de alguien más el resultado hubiera sido mejor, su imagen del volcán quedó entre las mejores 20 del mundo en un concurso de fotografía aérea en China.

Para lograr esa destreza, Ozkar tuvo que practicar mucho tiempo. Este joven dronero es autodidacta, pero sabe que en México comienza a abrirse paso la profesionalización académica con la creación de escuelas para aprender a usar y armar drones. Una de esas, la primera en su tipo, lleva por nombre Dron Academy.

José Luis González es director de la academia, la primera de pilotos de drones en México. Tiene menos de un año en funcionamiento y ha impartido más de 50 cursos, capacitado aproximadamente a 150 personas, y la demanda crece. Además de pilotar, también enseñan levantamiento topográfico, mapeo en 3D, armado de drones y vuelo para fotografía y video, por ser las áreas con mayor demanda.

“Nosotros empezamos a hacer drones para fotografía y video, pero vimos que había mucha competencia de los drones comerciales y mejor nos concentramos en vender drones de marcas ya reconocidas. Después la necesidad de capacitar a la gente para que aprendiera a manejarlos con seguridad y la demanda de los clientes nos llevó a aventurarnos a abrir una academia para enseñar cómo pilotarlos”, cuenta José Luis.

Además de las academias, el aumento en el uso de drones resultó en una necesidad de regular su uso. En 2015, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) actualizó el documento que regula la operación de los Sistemas de Aeronave Pilotada a Distancia (RPAS), que establece lineamentos a seguir para todos los drones y otros específicos de acuerdo con el tipo, tamaño y peso del equipo.

El reglamento señala los límites de altura a los que se puede volar, prohíbe el uso de drones cerca de helipuertos y aeropuertos, y exige un permiso para pilotar drones de más de 25 kilos.

“A pesar de la existencia de este reglamento hay mucho desconocimiento por parte de sectores que deberían estar involucrados en la tecnología dron. La SCT no conoce los equipos, así que sólo copia otras regulaciones y crea algo que no sirve del todo”, comenta Ozkar.

El joven, quien es también ingeniero y fotógrafo, señala que los aeropuertos son otro problema para quienes trabajan con drones, puesto que es difícil transportarlos. “Me he topado con guardias que no saben qué es un dron y tienes que pelearte con medio mundo para que te dejen llevarlos; las baterías no te permiten transportarlas y debes enviarlas por tierra. He sabido de colegas que tienen que dejar su equipo porque no los dejan subirlo. Aún falta mucho trabajo por esa parte y urge que se pongan al día porque su uso crece exponencialmente”, dice.

“Pueden volverse locos”

Mientras Ozkar cuenta sus anécdotas como piloto de drones busca, en el mismo clóset atiborrado del que sacó al Heli Max y al Inspire One, una maleta grande y pesada que funciona como protector de su herramienta de trabajo, aunque en esta ocasión está vacía.

Por ahora su compañero está en reparación con uno de los mejores técnicos de drones de la ciudad. Justo a un costado del mercado de la colonia Portales, en la tienda Cámaras Deportivas, Miguel Ángel le da mantenimiento al Inspire One. El experto en electrónica estima que 80% de las reparaciones que realiza son aparatos que chocaron y 20% por fallas del software.

“Nunca se sabe cómo van a reaccionar. Puedes haber revisado la señal, las baterías, el control, el clima, puede estar todo perfecto y aun así tu dron puede decidir volverse loco cuando menos lo esperas. Si a eso le agregas gente que los agarra sin saber cómo se usa, la cosa sale peor”, dice.

Miguel Ángel, al igual que Ozkar, piensa que es vital que la gente sepa cómo manejar un dron antes de usarlo. “Tengo clientes que me compran un dron un día y al siguiente me llaman desde su evento, donde tienen que tomar fotografía y video, para preguntarme cómo se prende, o gente que se lo lleva un viernes y me lo trae el lunes porque ya lo chocaron”, comenta.

Cuando esté listo, Ozkar recogerá el Inspire One e irá por más aventuras. Por ahora, recuerda que con él recorrió el interior del Castillo de Chapultepec, saludó a las ballenas en Puerto Vallarta, conquistó la cima del Nevado de Toluca y admiró el Templo Mayor. Cuando está ahí, en lo alto de un volcán o en un viaje al pasado, lo que más le gusta de elevar por el aire ese peculiar objeto es la sensación de olvidarse de todo para concentrarse en ese único instante.

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