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La crisis política en Venezuela no se encuentra en un punto muerto; ha entrado en un periodo de suspenso estratégico.
La apuesta hasta ahora es la diplomacia de la intervención humanitaria por encima de la soberanía nacional, rechazado por carecer de una dimensión moral. Se insiste así sobre la violación de principios universales de gobierno en Venezuela: la crisis social, alimentaria y económica, la ausencia de respeto a los derechos humanos de ciudadanos y opositores, de condiciones de libertades y garantías democráticas. ¿Es posible que la intervención humanitaria se convierta en una intervención estratégica? La trayectoria de la política exterior estadounidense, que también ha transitado desestabilizando regímenes-, no es la mejor carta de presentación, cuando en el caso de Venezuela se soborna la guerra para fines electorales en EUA y se codiciael control de la riqueza petrolera y recursos natural / territoriales.
Lamentablemente, las guerras desplegadas en Oriente Próximo y los despliegues internacionales en conflictos que han involucrado a Yemen, Somalia, el norte de Mali, Libia y el noroeste de Pakistán, Siria, Irak y Kuwait, no han prestigiado la diplomacia humanitaria / estratégica no han contraído la responsabilidad de reconstrucción de las naciones ni han sorteado con éxito escenarios que eviten su colapso o incluso, su conversión a prácticas terroristas y al comercio expansivo de armas ilegales / nucleares en sus territorios.
El futuro político del presidente Maduro y de su régimen se encuentra en medio del diseño de una nueva intervención: la alianza Leopoldo López / Juan Guaidó, ha sido clave para resolver la debilidad de la oposición interna venezolana, forzandocon cautela un gobierno de transición de facto y creando una campaña internacional que exija que el gobierno titular negocie con sus oponentes la transferencia del poder.
EUA ha logrado, como novedad, legitimidad internacional para intervenir a espaldas de la ONU y presionar el fin de Maduro, mientras el Papa Francisco mismo se reserva su capacidad de convocar al diálogo, desacreditando la potestad presidencial de Maduro; asimismo, EUA está logrando bloquear inversiones y exportaciones de crudo, con un acoso sistemático y el desgaste en la credibilidad internacional del gobierno venezolano. Hasta ahora Rusia y China públicamente respaldan al gobierno de Maduro, pero en privado despliegan cabildeos previendo un eventual ataque militar multinacional, que puede poner en jaque su posición de acreedores y en riesgo la recuperación de sus créditos e inversiones en Venezuela.
El duelo de estrategias, engaños y manipulaciones sigue su curso: Nicolás Maduro descalifica como ayuda maldita del imperio la asistencia humanitaria que ofrece la comunidad internacional [que ha logrado ya alcanzar 100 millones de dólares bajo el auspicio de la OEA] y ofrece desplegar la propia, presumiendo su alianza con Cuba, China y Rusia. Por su parte, los países vecinos de Venezuela están resintiendo la oleada migrante, la crisis interna y humanitaria, amenazando la cohesión y las fronteras regionales.
Es claro que el consenso internacional de su lado y su discurso pacifista le ha permitido a Juan Guaidó unificar a la oposición interna y evidenciar la inflexibilidad política / militar del gobierno de Maduro, pero el convocar la intervención militar del gobierno de Trump, desprestigia la independencia de su liderazgo a mediano plazo.
El gobierno de Washington sabe que Rusia y China pueden recetar en el tablero político venezolano una humillación internacional al gobierno de Trump, ávido para reelegirse en ofrecer el espectáculo de un dictador caído o del muro construido en la frontera con México. Por ello el amago / amenaza permanente de la intervención militar en Venezuela, propicia una estrategia estadounidense hasta ahora eficaz por su lógica oriental (adaptación al enemigo, no imponerse la victoria sin la ocasión favorable) hacia la salida de Maduro del poder tal vez por dos vías: la negociación secreta con Rusia y China sobre el fin de Maduro con condiciones aceptables para las potencias y el espectáculo no bélico del fin del régimen (exilio, derrocamiento, cárcel), donde el costo / riesgo para EUA se nulifique desde un manejo de consensos internacionales y una implosión interna a manos de una oposición política revitalizada y excepcional capaz de llevar a la sociedad venezolana a elecciones pacíficas. Una especie de victoria sin guerra y sin muerte de vidas de estadounidenses. ¿Acaso lo logrará Trump?
“Los grandes incendios nacen de las chispas pequeñas” expresaba el Cardenal Richelieu. Si Maduro apuesta a la resistencia y represión militar / proto guerrillera como respuesta, dará la causa inevitable para el rechazo unánime de la comunidad internacional a su régimen. Independientemente de su voluntad, todo parece llevar al escenario para Venezuela de quien ha de tener la potestad soberana con legitimidad constitucional / electoral. Venezuela no debe convertirse en un desafío de seguridad e inmigración inmanejable para sus países vecinos ni avanzar a un colapso trágico económico y político permanente para su sociedad. No se lo merece.
México insiste en la mentoría internacional de los principios de política exterior de la Doctrina Estrada como estrategia de salida al conflicto. Están asentados en nuestra Constitución política vigente (uno de ellos, “el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales”, Art. 89, fracción X), y cobran sentido en la posición de la Presidencia de AMLO de buscar evitar que se hieran soberanías descalificando gobiernos, así como la necesidad de recrear el diálogo de la nación latina, que no significa favorecer al gobierno de Maduro, sino el que la sociedad venezolana haga suya su capacidad de aceptar, mantener o sustituir a su gobierno o autoridades y a su vez, se garantice por sí misma el respeto a sus derechos humanos y libertades: una intervención militar o un gobierno tutelado por una potencia exterior no deben resolver su voluntad soberana sobre su mejor porvenir.
El duelo estratégico actual recrea el suspenso y el resultado que persigue la acción de guerra, debe recordar el gobierno de Trump, “reviste esencialmente el escenario de lo contingente y depende del enemigo, que es variable por excelencia” [Charles de Gaulle, El filo de la espada, Plaza & Janés, 1961].